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sábado, 24 de diciembre de 2011

!FELIZ NAVIDAD!

                                
                                    Autor de la foto: Joaquin Alejandre


Si no hubiera Navidad habría que inventarla. La Navidad, sin mirada al pesebre donde Dios se hace niño no tendría ningún sentido. Para mí la Navidad es la fiesta de la familia, la asocio a mi infancia y al entorno donde nací y me crié: un bello pueblo llamado Abla, perdido entre montañas nevadas. Es la fiesta más entrañable, la de los buenos deseos, la unión y la del orgullo de sentirse querido y de querer. Es la fiesta del encuentro con personas con las que se comparte todo lo que se es y todo lo que se tiene, más allá del  consumismo, los ardornos navideños y los regalos de Papá Noel. Es la fiesta donde aparecen los sentimientos más nobles del ser humano y donde la humanidad se desea paz y prosperidad. La publicidad moderna no ha sido capaz de inventar un anuncio tan sublime como éste: "gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres de buena voluntad".
La Navidad tiene su origen en las fiestas saturnales de Roma, que se celebraban alrededor del 25 de diciembre, dedicadas al nacimiento del dios sol invicto. Fue Julio II quien la institucionalizó incorporándola al calendario cristiano de fiestas. Los Evangelios de Mateo y Lucas hablan del nacimiento de Jesús sin precisar fecha exacta de su nacimiento; Marcos y Juan no lo relatan. Se adecuó esta fecha como la más propicia para el gran acontecimiento como es la irrupción de Dios en la naturaleza humana para elevar a ésta a categoría divina.
Ninguna religión o filosofía se atrevió a tanto. El pensamiento griego fue cosmocéntrico, es decir, el hombre se consideraba un elemento más del cosmos, vinculado a él. Por el contrario, en la Biblia el hombre es considerado como una privilegiada criatura de Dios. La naturaleza no es sólo la realidad referencial con la que se relaciona el hombre desde un saber utilitario e inmanente, marcado por la curiosidad y la evaluación, sino que aparece también como una realidad prepotente y absoluta que suscita admiración y temor, fascinación y reserva. La religión pretende ofrecer una interpretación global del hombre, como la filosofía, pero sin dejarse limitar por la racionalidad y la inmanencia. De ahí que se postule una comprensión original de la realidad misma, definiéndola como creación en las religiones bíblicas, y se busque una referencia trascendente y divina para explicarla. Nada de esto tendría sentido si Dios no se hubiera hecho hombre en el vientre de María, uniendo la naturaleza divina con la naturaleza humana en la persona de Jesús. Éste es el significado profundo del Niño-Dios hecho hombre en el gran misterio de la  Encarnación y que nace en Belén.
Pero yo personalmente tengo unos recuerdos entrañables, asociados a mi infancia y a mi pueblo de la navidad, menos filosóficos y más familiar. Las navidades de la postguerra nada tenían que ver con las actuales del consumismo y la abundancia, pero no las cambiaría por nada del mundo. Eramos muy felices con lo poco que teníamos, aunque nos sobraba ilusión e imaginación. No teníamos dinero, ni mesas copiosas, el turrón más bien escaseaba y la carne y el pescado no abundaban. Tampoco era cuestión de quejarse: la matanza reciente del cerdo y el jamón curado del año anterior, cumplían su misión restauradora. Cuando Papá abría la caja surtida de Estepa de mantecados, roscos y alfajores, mi casa era una fiesta. Para conseguirla, papá como agente comercial vendía cientos de cajas en las casas y ese era el fruto de su esfuerzo. Mientras tanto, Mamá, se esmeraba en la panadería de Ángel y elaboraba unos mantecados con manteca de cerdo y almendras que se relamía uno los dedos.
El pollo relleno al horno era tradicional y nunca faltó a la mesa. A mi me parecía el mejor del mundo. Me pasaba la tarde del 24 contemplando como se doraba en el horno de mi casa, dando viajes a la despensa en busca de algún consuelo e ir preparando el cuerpo para la gran cena en familia, en torno al "Portalico de Belén". Mis hermanos y yo, comíamos con un apetito sano, propio de la edad y de la celebración, los exquisitos manjares preparados para la ocasión. En casa eramos iguales, cada uno cumplía su papel y nos comprendíamos. Ahora entiendo el significado de la familia. Allí nos queríamos por lo que cada uno era, por su modo de ser; nos aceptábamos sin intentar cambiar al otro. La desnudez del Portal de Belén, la pobreza, la sencillez y la humildad de aquella familia, servía como modelo de lo que era la nuestra, sin darnos cuenta que vivíamos el misterio de la navidad.  Al finalizar la cena, con el último rosco en la boca, nos disponíamos a asistir a la "misa del gallo" a cantar en el coro los villancicos: "Noche de paz, noche de Dios, claro sol brilla allá. Nace Dios en un pobre portal". El templo, abarrotado de abulenses, se disponía a celebrar aquella noche mágica, deseando paz a los  hombres de buena voluntad. Que así sea ! Feliz Navidad !