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sábado, 11 de diciembre de 2010

PROTÁGORAS : EL PRIMER RELATIVISTA DE LA HISTORIA






En principio vamos a analizar los precedentes que posibilitaron la aparición del hombre como tema de investigación. Podríamos señalar  el desarrollo y emancipación de la razón a través de la filosofía de Parménides y del Pitagorismo, así como del pensamiento lógico, cosmológico y ético de Heráclito. Ello significó la aparición de una actitud crítica en lo científico y en lo religioso. En el campo científico cabe citar la obra del “Corpus Hipocraticum” interesado por la etiología de las enfermedades. En el campo religioso, la obra de Aristófanes Las Nubes, es una auténtica antiteodicea. Cabe igualmente destacar la situación político- social de Grecia. Las ideas democráticas habian sido sembradas por Licurgo y por Solón ya en el siglo VII a. de Cristo. Clístenes, ya próximo al siglo v, fué el fundador decidido del sistema democrático que consiguió su explendor.
En el siglo de Pericles (S. V a. de Cristo, Tras las guerras médicas contra los Persas, Grecia rompe con el sistema de las ciudades -Estado (polis) y se empieza a formar la conciencia nacional. Se vive una época de profundas trasformaciones, surgen grandes desequilibrios y el individuo empieza a sentirse desarraigado, al perder el sentido de lo que la existencia habia sido para él. Los cambios de ideas son propicios para la emancipación del individuo de la tutela del Estado y de los dioses. Por otro lado, las ideas democráticas, hacen que el linaje ya no sea suficiente para ejercer el liderazgo. Todo ello contribuye a que el hombre pase a primer plano de la reflexión. Ante la aparición del individualismo, empieza a sentirse la necesidad de garantizar la felicidad humana, analizando sus posibles formas de comportamiento tanto individual, ética,como colectivo (política). Los problemas naturalistas de la cosmología (física). Pierden actualidad e interés cuando el hombre griego descubre su situación problemática y su desorientación; es lógico que empiece entonces a preguntarse por sus propios problemas.
En consecuencia, el primer humanismo de la historia, comenzó con el interés de los griegos, por los problemas ético-políticos. Igualmente influyó la tradición pitagórica preocupada por el destino y la felicidad del hombre; ésta fue una dimensión olvidada ante la primacía de las investigaciones naturales y es ahora, cuando el interés de la especulación griega se centra sobre los problemas antropológicos, el momento de tomarla y desarrollarla.
Por último, podríamos citar el desencanto producido por las reflexiones en torno a la naturaleza. El escándalo de reflexiones tan enfrentadas, provocó la aparición de un excepticismo sobre tales temas, volcándose el interés de los pensadores sobre la realidad humana. La conclusión a la que había llegado toda la reflexión anterior sobre la naturaleza parecía demostrar que no existía una verdad clara y terminante que se impusiera a todos, y si la había, latía tan profunda en el seno de los seres que resultaba inalcanzable. Es por tanto, norma que en el caldo de cultivo de las explicaciones contradictorias sobre la naturaleza germinarán los escepticismos y los relativismos.Lo bueno, lo malo, lo justo y lo injusto, lo verdadero y lo falso; todo ello es relativo pues el hombre es la medida de todas las cosas.
Y aún en el casó de que el hombre tuviese que ajustarse a algo al determinar sus valores y modos de comportamiento, ese algo, no podría ser otra cosa que la naturaleza humana, desprovista de cualquier adherencia cultural (como si cultura no fuera también parte integrante de la naturaleza humana). Y la naturaleza humana, desprovista de hábitos sociales, de costumbres enseñadas y de normas inculcadas, sólo se rige por dos instintos básicos: El instinto del placer y el instinto del poder. Por lo tanto, cualquier norma o ley contraria a estas tendencias básicas, constituirá la base para una moral antinatural.
Esta conclusión, a mi juicio, adolece de un fallo fundamental. Considera gratuitamente la naturaleza humana identificada con los procesos de la vida instintiva, y aún con los más primarios desde el punto de vista de la ontogénesis. En realidad, el circulo funcional de la vivencia que presenta la naturaleza humana como una oscilación antropocósmica, manifiesta ostensiblemente la existencia de otros procesos tales como los de conocimiento que, en el caso del hombre, engloban procesos racionales, cuyas exigencias se enfrentan frecuentemente a las apetencias, creando lo que hoy llamamos, conflictos anímicos. Así que también la racionalidad pertenece a la naturaleza humana.Por ello, las normas jurídicas y éticas , no pueden ser nunca no deben ser absolutamente convencionales, sino exigencias del buen sentido, de la sensatez, de la lógica o de la racionalidad humana que es, al menos, tan natural como los instintos primarios.
Esta concepción de la naturaleza humana tan peyorativa, fundamentada en los principios básicos del placer y del poder, propia de los antiguos hedonismos y naturalismos, ha resurgido modernamente en los nuevos. En la actualidad, las Escuelas de Freud y Adler defienden la misma tesis, según la cual, todos los comportamientos humanos, individuales y comunitarios, no son otra cosa que simples sublimaciones de estos instintos básicos ante la presión ejercida por el Super-Ego como conjunto de normas absolutamente convencionales, introyectadas por medio del fenómeno educativo.

PROTÁGORAS fue quien sacó las penúltimas consecuencias de este planteamiento. Con su "homo mensura", perfiló el primer relativismo antropológico de la historia. Las categorías, éticas, estéticas, científicas y hasta políticas, todas son relativas al hombre. El es la medida de todas las cosas, porque éstas, no son en sí nada. Tal y como se me aparecen en mí, así son para mí; tal y como se te aparecen a tí, así son para tí. El éxito del hombre está en conseguir mediante la habilidad de su pensamiento y de su palabra que a los demás las cosas les parezcan ser tal y como a él le parece que son. El lenguaje, lejos de servir para desvelar, comunicar y participar la verdad, solo sirve para recrearla en cada caso y en cada circuns­tancia de acuerdo con los propios intereses. Para alguien convencido de la existencia de la verdad, diría que en tales cir­cunstancias, el lenguaje pervierte su función natural constitu­yéndose en obstáculo permanente que oculta lo que debería desvelar.
Algunos pretenden ver en Heráclito los orígenes de ésta filosofía relativista en la que lo importante es persuadir, no importa de qué. Efectivamente, Heráclito dijo que nada era permanente ni estable, pero dejó sentado, con la misma fuerza, que el logos era la Ley Eterna, inmutable y permanente que regía con inflexibilidad y dureza absolutamente todo devenir y toda conducta. El logos era la Ley, del  lenguaje, a Ley del pensamiento, de la naturaleza, de la conducta y de la "polis". Por tanto, Protágoras va más allá porque ha roto incluso con esa Ley universal y ha colocado al hombre en el centro del sistema. Nada, absolutamente nada es real independientemente del hombre.
Por ejemplo, la sensación, forma primaria de conocimiento, que parece más objetiva que ninguna otra, es totalmente subjetiva porque depende totalmente de condiciones fisiológicas y físicas del sujeto. El frío o el calor no existen en absoluto, indepen­dientes del hombre; ésta es su medida. Yo soy en realidad el frío y el calor, como todo lo demás. Por eso es posible sentir frío y calor con los mismos grados de temperatura; y éste puede ocurrir en distintas personas o, incluso, era la misma persona en diferentes momentos.
Y si ésto es así con el conocimiento sensorial que es la forma de conocimiento en la que predomina lo decidido del exterior, ¿qué ocurrirá con las formas más complejas de conocimiento en las que tiene más importancia la espontaneidad del sujeto? Todo conocimiento queda relativizado por el sujeto. No existe una verdad absoluta , sino que sólo existen verdades relativas a cada hombre. Por eso la verdad sólo puede tener un carácter y un valor instrumental ya que se ha sustituido los juicios de existencia por los juicios de valor subjetivo. Por eso, igualmente, en la dimensión social o comunitaria, en donde es imprescindible unificar criterios, a lo máximo que podemos aspirar es al convencionalismo de las leyes.
Esto, a mi juicio, acarrea serios problemas para el teórico de la sociología, de la política o de la ética: ¿cómo fundamentar el mutuo acuerdo entre los hombres en la formulación de las leyes positivas o de las pautas deseables de comportamiento individual, sin referencia alguna a algún tipo de orden objetivo externo (natural=ley natural, o sobrenatural=ley revelada), o interno (leyes lógicas=razón)? ¿Por qué los hombres, en el diálogo constructivo convienen en establecer ciertos modos típicos o ciertos principios éticos o jurídicos? Si no hay razón alguna que lo fundamente, o sería prácticamente imposible tal convención, quedando todo en un diálogo estéril, o ésta se conseguiría sobre la base de la violencia, física, ética o psicológica (miedo o mentira). Desgraciadamente, no faltan casos que confirmen lo dicho.



miércoles, 8 de diciembre de 2010

LOS NACIONALISMOS





El escritor Mario Vargas Llosa leyó este martes en la Academia Sueca el discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura. En su intervención, el hispano-peruano criticó al nacionalismo, "que ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia". En esta misma línea, Vargas Llosa subrayó que las patrias "no son las banderas ni los himnos, sino un puñado de personas y lugares que pueblan nuestros recuerdos". "Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno y también en España, no estropeen esta historia feliz". Asimismo, ha reconocido que "detesta" toda forma de "nacionalismo, ideología -o, más bien, religión- provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento".

Esta cita de Vargas  Llosa, publicada en el Confidencial Digital,  me sirve "ad hoc" para reflexionar acerca del peligro de los nacionalismos excluyentes que conviven en España. La Historia de la filosofía nos puede ayudar a esclarecer estos asuntos politicos. En el siglo V a.Xto. Los sofistas anteriores a Sócrates, pensaron que la moral y la política se fundamenta siempre en normas convencionales, desprovistas de valor objetivo. Pero además, pensaron que tales normas eran antinaturales, basados en una concepción de la naturaleza humana parcial, restrictiva y alicorta. Con todos estos precedentes, se puede explicar que todos estos sofistas anteriores a Sócrates, se erigieron en maestros del arte de pensar, del arte de hablar y del arte del comportarse o de obrar, todo ello con miras de triunfar en la "Polis". La lógica, la oratoria y la ética, se fomentaron como procedimientos metodológicos para triunfar en la lucha democrática por el poder. 
El gran problema consistían que desengañados de toda objetividad trascendente al hombre, desarraigados de los dioses, escépticos de la firmeza y regularidad de la ley natural y convencidos de la miseria de la naturaleza humana, (únicamente tendencia al placer y al poder), ese arte de pensar, de hablar y de conducirse, no podía tener ideal más alto que el de erigirse por encima de los demás, el de convencer a los otros de la mayor habilidad del propio yo. Por todo ello, nada tiene de raro que los sofistas escritores atildados y artistas elegantes en el hablar, pusieron su sabiduría al servicio del lucro personal, de la fama y del prestigio, suscitando en la juventud emancipada la ambición por el poder y por el porvenir político, desafiándoles a dominar la palabra como medio de persuasión para los demás, de las virtudes propias y de la capacidad para gobernar. Despreocupados por las ideas y por los contenidos, el lenguaje, lejos de ser un sistema de comunicación, quedaba reducido a una técnica de persuasión, no importando de qué. Cualquier postura podía ser defendida por el profesional de la oratoria. Todos los casos eran defendibles, incluso los contradictorios. El arte consistía en hacer de la peor la mejor de las razones. Si se conseguía el prestigio, el aplauso, el liderazgo, se había conseguido el fin de la vida humana y con él, la felicidad. Para conseguir esto, cualquier razón era buena. Sólo hacía falta tener la suficiente habilidad como para que los demás así lo aceptasen. La valoración del discurso, de la verdad y de la bondad, se medía operativamente por sus resultados prácticos: era bueno, verdadero y honesto el que triunfaba, y el que fracasaba era por eso mismo, tonto o ignorante y malvado.

Pues bien, hasta aquí la cita con los griegos. Los nacionalismos, nacen en una época de exaltación de las emociones, del lugar, de la raza y de la diferencia localista, sin tener en cuenta el bien común de la colectividad.  Utilizan la lengua como signo identitario no para comunicarse y unir sino para todo lo contrario: La palabra al servicio de la ideología excluyente y partidista. Priorizando el sentimiento sobre la razón, su verdad frente a la verdad, aun a costa de tergiversar la Historia, sacralizar el territorio y elevar a categoría trascendente la nación. Si para conseguir estos objetivos, es necesario que alguien caiga por el camino, no importa: todo al servicio de la causa.
El nacimiento biológico, -contingencia particular, común a todos los seres humanos-, se eleva a tal categoría óntica por parte del nacionalismo, que hace de este hecho el" leiv motiv "de su existencia. Donde los principios, los valores democráticos de la ciudadanía y los derechos particulares de las personas, quedan supeditados si no abolidos por la ideología imperante nacionalista.  El espíritu librepensador y crítico del ciudadano, queda castrado desde el momento que no comulga con la religión nacionalista, siendo "expulsados del redil" de la madre patria. Identificando a ésta patria, con una ideología -falsa conciencia Marx-, con las apetencias de una clase dirigente, que solo busca su propio provecho y mantenerse en el poder. Para ello, -como hicieron los Sofistas-, utilizan la lógica, la oratoria y la ética: el arte de pensar, de hablar, y de comportarse, para erigirse por encima de los demás y no para servir a su pueblo.