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sábado, 11 de mayo de 2019

Mi pueblo al alba




Mi pueblo al alba

Un pueblo despoblado
de calles estrechas
y casas al solano,
un pueblo blanco,
sin ser mirado o pateado, 
a pesar suyo;
una luz difuminada -ausente-,
una pupila abierta
sin mirada.
Esquinas y callejones donde
sopla el viento,
mueve geranios marchitos
de un balcón otrora abierto.
Hojas secas de olivo,
arremolinadas,
por el devenir del tiempo;
calles desiertas,
aguardan la paloma mensajera
que confirme la espera,
de una tierra firme,
para la sementera.
Que atraiga voces de gentes
que ocupen
rincones de casas vacías,
que alegren las calles
de ruidos y risas,
entre las esquinas,
encontrada la tierra perdida.
¿Quimeras?

Mientras...,
el pueblo vacío dormita,
con farolas que disipan sombras;
se mira entre ellas y se asombra,
porque la soledad
se torna en oscuridad:
nadie a quien alumbrar.
!Ay si el viento dejara de ser aire
en movimiento, para convertirse
en cuerpo con aliento,
con voz cálida y sentimiento!
Eres cuadro de museo
contemplado...
sin ser observado, estático,
cubierto de polvo,
en un desván olvidado.
Y hasta el reloj de la torre,
que mide el paso del tiempo
suena displicente,
lentamente...
ajeno a quien lo oye.
El tiempo ha huido, y con él,
el llanto del niño,
sólo queda el ladrido
de un perro famélico perdido
en su laberinto.
Y esa puerta pertinaz,
que golpea al silencio
de forma tenaz,
movida por el azar.

Este es mi pueblo al alba:
un amanecer convertido en ocaso,
a la espera de un despertar...
por si acaso.             
             
         Antonio 
         
     GONZÁLEZ PADILLA



jueves, 4 de abril de 2019

Abla...una pasión, un sentimiento




 
Abla...una pasión,
un sentimiento

Abla es mi pasión y mi retiro,
mi sino y mi sentido,
el pueblo donde me inspiro,
mi poema, mi canción,
mi meta, mi destino,
el sitio apacible donde hablar,
y encontrar el refugio del que un día ha partido.

Abla es el amor de lo que soy y he sido,
ese paraíso de infancia perdido: juventud,
pubertad y primeros amigos,
fantasía, creatividad e inocencia de niño.
Abla es mi casa y su plaza.
Es la tienda de mis abuelos,
con ese mostrador envejecido,
por el paso del tiempo y el destino.
Después fue "teléfonos"
donde se hablaba de todo;
en aquella casa, la soledad siempre estaba ausente:
bulliciosa y parlanchina, ruidosa, comunicativa,
la tristeza y la alegría, compartían habitación;
de su locutorio salía la gente contenta,
satisfecha o afligida, consternada o mohína.

Abla es su plaza de tierra y barro, campo de fútbol,
marro, y aquellos juegos de niños, con charcos...
Una plaza tan vistosa y grande
de balcones y banderas, noble,
de esa España de posguerra engalanada,
para el festejo de vacas bravas,
con su matador favorito, Vaquerito,
si el tiempo no lo impedía,
que con regularidad lo hacía.
Y hasta campo de batalla...,
de cuatreros y vaqueros, de indios,
juego de niños de película americana.

Abla la de su plaza apañada,
sin fuente de agua ni prócer a quien
dedicarla;
preparada para lo que hiciese falta,
lugar de mis correrías, 
testigo de mis fantasías,
escuela primaria, juegos y travesías.
Centro de trajín y vida, con farmacia,
médico, ayuntamiento, fonda y barbería,
con placetilla con gradas,
lugar obligado de encuentros,
cuentos, y habladurías.
Plaza de toros y mercado,
multiusos la llamamos: 
lo mismo sirve a las fiestas
con cunicas, casetas de turrón y helados,
los más ricos, porque son del Tío Juanico,
que lugar devoto del Paso en Viernes Santo.

Abla la de mis calles empedradas
y casas encaladas, con balcones de geranios,
y solanas de selvas enristradas,
con sabor a higos secos, tomates desecados, 
uvas pasas y semillas de calabaza.
Coronada por "Castillos" sin muralla
ni atalaya, sin torre del homenaje,
aspillera o patio de armas,
con pitas como lanzas en sus faldas.
Abla la recostada en la ladera,
rodeada de eras, huertos,
pitas y terreras. 

Abla, eterna pasión de este rapsoda,
de pelo blanco y cabello escaso,
aquí esperaré mi ocaso,
y cruzaré el puente de Los Santos,
camino del campo santo
para reposar junto a mis padres
y mis antepasados.
Lejos del ruido y el estruendo
conservaré en mi memoria
la quietud de mi pueblo, 
el contacto con sus gentes,
los ruidos formados por silencios,
vacunado, y de vuelta de tantos
baldíos intentos.
!Siempre empezando...!

Abla, refugio de mi soledad callada,
mi retorno y coartada,
mi inspiración y mi musa, y frente a mi
ventana: Sierra Nevada.
Ese amor que se entrega al alba,
después de una noche de magia y sin palabras,
de este amante trashumante,
que siempre vuelve a encontrarte.

Abla, carretera un domingo por la tarde,
con las mozas paseando a su vera,
sus vestidos a estrenar y sus zapatillas nuevas,
y en la hondonada la fuente...
esa fuente: Las Peñuelas, enamorando, 
y mirar el paso del tiempo reflejado
en el agua pasando por su acequia,
reflejo de promesas de amores y quimeras,
como pasan los años, las caras y sus gentes,
en nuevas primaveras...,
en acelerada carrera.
Y... ¿Cómo olvidar tu paseo
y su alineado arbolado,
preñado de gorriones en verano,
entre dos fuentes para quitar sed
en cántaros, y abrevar ganado?

Abla es "La Traída de Los Santos"
con el Tío Paco desfilando de legionario
y "La Niña de Fuego" girando
sobre sí misma, para acabar en la desnudez
y el trueno, partiendo hacia
un lejano firmamento, perdiéndose en el cielo.

Abla es su terraza de verano, con olor a jazmín
Antonio Molina o Machín, cantando.
El NO-DO obligado, con el Gordo y el Flaco
deleitando a la chiquillería, gritando.  
Y en cabina... Don Juan el párroco,
con la censura en la mano,
escamoteando las escenas escabrosas,
preservando a los abulenses de visiones
libidinosas, películas rosas, 
cosa natural de un cine parroquial,
como estricto guardián de la moral.

Abla es lo mejor de Almería,
aunque no tiene playa ni mar, sí alquería, 
y en su serranía está la Sierra Nevá:
pinares, retamas y arbustos, cañaverales,
la paloma torcal o el águila imperial,
armonía entre cielo y tierra
conviven en libertad.
Y a través de sus barrancos y su prodigalidad,
sus aguas riegan el valle, dando aceite,
uva y pan,
y algún que otro mosto producto de su lagar.

Abla orgullo y pasión,
lugar de mi devoción,
de santos, vírgenes y procesión.
Abla, pueblo íbero-romano, cristiano,
orgullo de sus tres Mártires soldados,
Apolo, Isacio y Crotato, aquí venerados,
en la Ermita de Los Santos.
Con San Segundo como copatrón,
obispo de profesión,
humilde por vocación
que renunció a ser primero
por amor al evangelio.

!Abla! alpujarreña al solano,
crisol de culturas entre moriscos y cristianos.
Abla tú eres la uva de barco, marinera,
exportada a las Américas -la otra ladera-,
la que dió pan y quitó penas,
la de su gente atrevida
que apuesta por su faena,
hasta que una traicionera helada
les quita la fe y la esperanza.

Abla es su iglesia mudéjar, decapitada,
sin cabeza: sin la voz de su campana,
hecha metralla,
ahora recuperada, gracias a su nueva torre 
que se yergue con altivez y gracia,
entre sus casas blancas. 

Abla son sus tradiciones: es la Navidad
y el Belén de Don Juan,
el Baile de Ánimas, Las lumbres de San Antón
y San Sebastián,
hogueras con rosas, jamón y mosto en porrón,
San Isidro labrador,
las novenas de la Virgen,
la Semana Santa y la Soledad,
la Merendica, o la Verbena de San Juan.
Es el saber vivir de sus gentes,
-buena gente- donde religión y tradición,
son maridaje y unión.

Donde todos los domingos
y sus fiestas de guardar
no falta el arroz con conejo,
el gazpacho o la fritá, -¿Qué más da?-
y como sobremesa
la partida de cartas o dominó
en el café de José o Nicolás;
para después acabar el ponche en la carretera
de sandía o melocotón,
y hablar del tiempo, la uva, la faena...
o del sermón del cura.
¿Hay quién dé más?

!Paciencia, que ya llegamos al final!
Por esto y otros motivos,
me guardo en esta ocasión,
cosas que seguramente olvido, en mi zurrón,
y otras por omisión.
Hoy, como rapsoda, levanto mi copa,
la copa de la amistad,
por este pueblo que amo
tan único y singular.
      
               Antonio González Padilla




sábado, 17 de noviembre de 2018

Anochece en el Camino Real





ANOCHECE...

Anochece en el Camino Real
por reales pasos transitado,
hoy trashumancia de ganado
por equinos de pasarela
sin destino.
Paisaje vespertino de farolas
con destellos amarillos,
luces melancólicas sin brillo
cercadas por insectos
con alas de platino.
Soledad decadente
de un presente destino,
difuminado en su sino,
por celos desatados
en felinos al acecho, en espera,
donde todo se torna cansino.
Resplandor de farolas de luz
en la niebla, invernal,
con aire triste, mohíno,
un deambular cansino
sin presa, y estómago vacío.
Triste recuerdo de un depredador,
felino.
En él, todo se vuelve cetrino.


                 A. González Padilla






miércoles, 24 de enero de 2018

Encuentro en Las Viñas





Reunidos en torno a una mesa
en el Cortijo del Bomba,
el mosto corre con largueza
en el pago de Las Viñas,
entre leños hacinados con presteza.
Brillan las ascuas en un rincón,
y los amigos se aprestan a celebrar
con abrazos sonrisas y palabras,
el rito del encuentro, la celebración.

Venidos de los cuatro puntos cardinales:
Almería, Madrid, Granada, y otros lares,
se toma la palabra, y cada uno cuenta
como le va, con pasión desmesurada,
y palabra emocionada.
Mientras otros preparan la ensalada, 
el fuego devora la careta de marrano,
en una parrilla preparada,
que huele y quita el hipo: !Qué pecado!

!Que corra el vino y la cerveza!
!Bebamos todos hasta perder la cabeza!
!Rescatemos el corazón de la pereza!
Alegremosnos por estar juntos
y sentir el aire puro de esta tierra,
tierra labrada por nuestros antepasados
por surcos de sudor aquí enterrados...;
aire respirado por los que nos dejaron,
aire que trae recuerdos ya lejanos,
pero que rejuvenecen el encuentro,
que más que amigos son hermanos.

Hoy, hace unos cuantos años,
en vísperas de lumbres, 
vino al mundo un niño espabilado:
amarillo-sol fue su color soñado,
inquieto creador, artista enamorado
del ritmo y la palabra,
en sones de guitarra enhebrados.

!Brindamos!

A la fiesta se une un sol resplandeciente,
que viene de la costa hacia poniente,
como brisa marinera:
gamba roja, dorada aderezada,
jibia, boquerones, ensalada...
encima de la mesa,
con ese toque que Juan pone en la plancha, 
y Lalo le sigue con presteza,
con sal, limón y espátula.

El sol se acuesta ya cansado de bregar,
por poniente se ha marchado.
Mañana saldrá otra vez dorado,
recuerda un ayer que nunca será pasado,
porque el tiempo y la memoria
lo han acunado.

!!!Feliz cumpleaños, amigo Jose Antonio,
compañero!!!
Caminemos juntos por el sendero...
hagamos del camino
un tránsito llevadero.
            antonio gonzález




Gracias a: Manolo y Juan Bono, Jose Antonio Rodriguez, Diego, Manolo, Juán Hurtado, Juán Palomares, Lalo, Paco, Pepe, Timoteo, por su amistad y su grata compañía.




lunes, 15 de enero de 2018




Por San Antón:
Rosas, marrano y porrón

Al comenzar un nuevo año
en plena cuesta de enero,
las lumbres de San Antón
alumbran calles y senderos,
y con San Sebastián y San Blas,
nos llevan hasta febrero.
Según nuestra tradición,
de la plaza para arriba
en una linea imaginaria,
el pueblo tiene un patrón:
el Santo Abad San Antón.

Así pues, los aperos anticuados,
viejos, inservibles, pasados,
son quemados en la calle,
en honor de San Antón,
con espíritu renovado.

Y para empezar bien el año,
los paisanos de mi pueblo
heredaron por costumbre,
quitarse los tiritones
y también los sabañones,
con las fogatas y las lumbres;
mirando al cielo estrellado
con un porrón en la mano
cantaban esta canción:

Por San Antón:
Arde la lumbre, crepita la hoguera,
y se calienta el porrón,

que pasa de mano en mano,
con palomitas y jamón.

El Porrón de San Antón
quita penas y aflicción,
al pasar de mano en mano
con palomitas y jamón.
Quita el frío, los tirititones,
y cura los sabañones,
y a mozuelos y mozuelas
les aplaca el mal de amores.

Por San Antón:
Arde la lumbre, crepita la hoguera,
y se calienta el porrón,

que al pasar de mano en mano,
nos mete a todos en calor.

San Antón está enfadado,
porque el perro de San Roque
le dió un mordisco en la mano,
el cochino protestó,
y fue mordido en el rabo.
!Despierta moza serrana
que el día se va volando,
y al mozo que tanto gustas
los años le van pasando!

San Sebastián no es francés
y San Roque no es su hermano,
y al gorrino de San Antón
le han dejado sin su rabo.

Por San Antón:
Arde la lumbre, crepita la hoguera,
y se calienta el porrón,

que al pasar de mano en mano,
nos mete a todos en calor.

!Que no decaiga la fiesta,
 Oh glorioso San Antón!

      antonio gonzález



miércoles, 10 de enero de 2018

Un Carrico de Bueyes






Un carrico de bueyes

Cada 6 de enero, junto al balcón de mi casa,
los Reyes Magos pasaban,
y siempre me regalaban, un carrico de madera,
tirado por una yunta de bueyes de cartón,
con los cuernos recortados,
sus orejas estropeadas, y sus ruedas de latón.
Subidos en una peana de madera,
y una cuerda sobre el cuello,
los sacaba a pasear, en la plaza de mi pueblo,
como si un perrito fuera.

Pero yo nunca quise un carrico de madera,
ni ser vaquero o carretero;
nunca quise ser pastor, y menos agricultor.
Yo siempre quise una espada de madera,
para ser como el Cid Campeador:
un noble y leal Señor, valiente, intrépido
y soñador.

Año tras año mis deseos se frustraban,
a la par que mi fe en los Reyes Magos,
se disipaba...
Cada día mi inocencia menguaba...,
con el paso del ayer al mañana.


           antonio gonzález


jueves, 23 de noviembre de 2017

Desde los pies hasta el calzón





calado hasta
los huesos

En una noche cerrada
caminaba con mi padre.
Yo, con un farol en la mano,
y él, con una vieja azada,
para regar en Las Viñas
hortalizas y vituallas.

Al pasar junto a un olivo
a la vera del camino,
nuestra mente recordó
el final de un triste sino:
la de un hombre que 
en aquel árbol colgó,
la esperanza y su destino.

Ensimismados los dos
por el suceso presente,
y ocupada nuestra mente
por recuerdos tan recientes:
un golpe seco sonó,
sorprendiéndonos a los dos.

"¿Quién va?" -Se oyó la voz
temblorosa de mi padre-
levantando el azadón,
como quien desafía al miedo
para ocultar su temor,
y luchar contra el pavor.

Yo sentí un miedo atroz,
pensaba que un alma en pena
me arrebataba el farol,
y agarrándome a mi padre
encomendé mi temor
a aquel viejo azadón.

De pronto una voz sonó
desde el fondo de la noche:
-"No temáis que soy yo"-
Un amigo de mi padre
nos quiso gastar una broma,
y tirando una piedra
la estrelló contra una lona.

Tal explicación...,
a mi no me convenció.
Aquella noche de riego,
sombras y voces oía
en torno aquel azadón viejo,
que no pudo impedir
calarme hasta los huesos.

Pues, a cada paso que daba 
mi padre en el caballón,
allí yo acudía todo presto
temblando con el farol.   
Tal miedo era el que tenía
en torno a mi alrededor,
que hundí mis botas en el barro
desde los pies hasta el calzón.
  
    
  antonio gonzález




martes, 13 de junio de 2017

Pan caliente






pan caliente

Callejón del horno
que parte de Calle Real,
entre el Paseo de los Caídos
y la iglesia parroquial,
y en la esquina, La Posá.
Harina amasada,
con olor a encina quemada
y a retama;
horno en callejón caliente,
donde masa y reciente
se aparean muy lentamente...
y al alba matinal, el parto
de un pan crujiente.

Magdalenas en la vitrina,
expuestas tras el mostrador,
bollos de leche y huevo
reclamo de tentación,
y detrás su creador:
la de un hombre bonachón,
un Ángel que amasa, hacedor,
mientras los demás descansan,
para que en la madrugada
siguiente,
salga una hogaza temprana,
que quita hambre y gana,
crujiente,
que inunda el Callejón 
al Pie de la Torre,
con repique a pan caliente.

    antonio gonzález 


 
NB Dedicado a Ángel y María, amigos y vecinos, con mi mayor cariño; que desde su pequeño horno, con generosidad y tesón, multiplicaron el pan para tanta gente hambrienta en la posguerra.







lunes, 17 de abril de 2017

Abla, el pueblo donde crecí





Abla, el pueblo donde
crecí...

Alta, como proa de montaña,
te yergues en travesía eterna,
por caminos que la historia
te depara.
Abla, blanca y larga, entre casas
recostada, verde-ocre, encalada,
a los pies de Sierra Nevada,
Filabres, y montes de Baza.

De iglesia decapitada sin torre,
tu campana, suena a oración 
recatada, triste llanto de quien
se siente sin habla,
con repique de metralla.
Agazapada por mor de la desidia
de unos contra otros, abandonada,
refugio de batallas entre tus tejas,
por vencejos saqueada.

Miras hacia arriba coronada,
por olivos, pitas y terreras,
que forman un mosaico de blanco
y laderas.
Abajo, huertos y bancales de frutales,
que encauzan la rambla
con matorrales,
taray, argamasas, higueras y moreras.

Mas allá, la carretera... que lame
y toca tu ladera, cordón umbilical
de tu manera de ser pueblo
sin frontera.
Y tus Eras Postreras, testigo de sudor
y cosechas, en aquellos estíos calurosos,
en época de posguerra.

Entre ríos abrazada, esos que
amamantan tus cimbras con holganza,
impetuosos y bravíos en inviernos 
fríos, 
dadivosos y generosos en los largos
estíos...

Y más allá del río, el altiplano
de almendros y secanos,
atravesado por un tren de vapor
de oeste americano,
sin vaqueros, indios o cuatreros.
!Abla, paralizada, te inmortalizas,
difuminada en mil fotogramas,
para solo moverte en la pantalla!

Y finalmente...,
el puente de Los Santos,
de bellos ojos llorosos,
camino del camposanto, sin retorno,
con Caronte de barquero,
y dos monedas de pago,
como pasajero...

Hoy, paseo por tus calles,
el recuerdo "sentío" de la niñez preñada,
por callejones de palabra callada,
nostalgia de un pasado que vuelve,
con paso fuerte en la memoria
de lo que soy y he sido.

Y vuelvo a jugar entre tus piedras

de paredes blancas,
el juego inocente de la juventud pletórica,
en un alarde vano de entretener
la mente,
acechante a cada instante,
buscando tu memoria.
 
!Que hablen estas piedras, que no callen
sus voces!
!Que el viento se lleve la paja
en remolinos, que yace entre tus calles,
despojo de cosechas del grano y del olivo!
!Que arrastre mi nombre,
y arrincone su "ha sido"!

!Si alguien pregunta por mí mismo,
-oh Abla-
que solo hable de ti, y lo que has sido! 


                antonio gonzález