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martes, 16 de agosto de 2022

Adios, Padre José María




No se puede despedir a quien no se ha ido. ¿Cómo vamos a decirte adiós, P. José María, si siempre has estado en nuestro corazón? ¿Qué palabras se han de pronunciar ante la marcha de un amigo y la de un cura, que definan con precisión y sutileza aquello que quieren significar en nombre de la comunidad parroquial o en el mío propio? Pese a ello, voy a intentarlo.
Eres un párroco que has dejado huella entre nosotros. Esta comunidad, está desde ya en deuda contigo, porque ha sido tocada por el Espíritu de Dios, y el mensaje de salvación que tú como sacerdote y profeta nos has anunciado con tu palabra y tus obras, mensaje que ha calado profundamente en nuestros corazones. Hoy nos sentimos huérfanos y un poco desorientados sin comprender del todo por qué te marchas y dejas esta parroquia con muchos proyectos inacabados. Sí, ya sabemos tu respuesta, basada en el voto de obediencia a tu obispo a quien tu ministerio obliga. Muchos de nosotros, entre los que me encuentro, intentamos comprender los caminos del Señor por ser tan  inescrutables... Tal vez nos falte más fe y más oración para saber interpretarlos a la luz del Evangelio.
¡Te echaremos de menos, amigo mio! Tu disponibilidad, cercanía, entusiasmo, amistad y lealtad, con tus amigos, y ese trato tan cercano y entrañable con la gente sencilla para transmitir tu fe religiosa, hacen de ti una persona excepcional a la que nunca olvidaremos. Pero si tuviéramos que resaltar algunas de las numerosas virtudes que adornan tu persona, me quedaría con la perseverancia y el tesón como muestra evidente de tu infinita confianza en quien te llamó para tan alta misión.
Como muestra significativa de lo que decimos, aquí tienes el ejemplo de un grupo de jóvenes que han recibido la Eucaristía, y otros, que han iniciado con entusiasmo la preparación para recibir el Espíritu Santo el día de su Confirmación, gracias a tu labor pastoral. Igualmente queremos expresarte el agradecimiento personal de todos los catequistas, por darnos la oportunidad de trabajar con los más jóvenes -y de éste catequista en particular- a quien le has dado la segunda oportunidad de volver a sentir las inquietudes propias de una de las más hermosas actividades, como es la de dar testimonio de nuestra fe. Porque hay que ser afortunado para transmitir los fundamentos de nuestra fe católica a jóvenes adolescentes, ávidos por aprender y abiertos a confiarte en la parte del mundo que realmente les preocupa. No imaginan qué se te pasa por la cabeza -y, sobre todo, por el corazón- cuando te dejas la piel peleando por algo que crees importante, algo que quizá no ayude a cambiar el mundo, pero sí a hacerlo más comprensible, justo y tolerante.  Ni tampoco podría explicarle a esos alguien la inmensa alegría que se siente en nuestro interior, cuando con una sugerencia o una pregunta bien dirigida despiertas la inquietud y ayudas a cambiar las dudas por certezas.

Gracias, muchas gracias -Padre José María- en nombre de esta comunidad parroquial por ayudarnos a caminar juntos en la fe y el evangelio, siendo "testigos de esperanza" de la resurrección del Señor, en una entrega total y permanente de nosotros mismos, sin condiciones, restricciones ni reservas, como tú nos has enseñado, a enamorarnos de manera ultramundana y ser alterados por la gracia, mediante la práctica de los sacramentos. Para nosotros, los cristianos, en un mundo secularizado como el actual, significa proclamar y dar testimonio del Reino de Dios a nuestros hermanos, manifestando el amor de Dios por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado (Rom 5,5). Es proclamar el amor de Dios para amarle con toda el alma y toda la mente, y al prójimo como a uno mismo (Mt 12,31,33); es superar los límites de la pura contingencia humana y saciar su hambre y sed de eternidad. Frutos de ese amor son la alegría, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad o la fidelidad (1Cor 13; Gal 5,22). Pues somos sanados en lo más íntimo de nuestro ser no por nuestros méritos o cualidades sino por la misericordia infinita de Dios.

Seguiremos trabajando en la viña del Señor con la misma diligencia que tú nos has enseñado. Y acabo. No podíamos elegir mejor festividad para decirte  "Gracias, hasta siempre", -y desearte lo mejor en tu nueva parroquia- que hoy, día de La Asunción de la Santísima Virgen María al cielo en cuerpo y alma. Bajo su protección nos cobijamos. Siempre atentos a las palabras de nuestra Madre Santísima: "Haced lo que Él os diga".