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viernes, 10 de septiembre de 2010

Diógenes de Sínope





La historia de Diógenes de Sinope: el filósofo griego que vivía en la indigencia














La historia de la filosofía nos muestra una cantidad de anécdotas de los filósofos que son tan enriquecedoras como sus propias ideas o teorías.
Hoy quiero compartir con vosotros,  ciertas anécdotas que cuentan de la vida de Diógenes (412a.C.  323a.C.) , discípulo de  Antístenes, que a su vez lo fue de Sócrates. Pertenecía a la Escuela Cínica cuya característica principal consistía en vivir conforme a la virtud y rechazar la Ciencia, la riqueza y los honores de este mundo. No escribió nada: Su vida y su ejemplo lo dicen todo.
Cuentan que nuestro filósofo se pasaba el día con una linterna buscando por las calles de Atenas al  "hombre " y que nunca lo encontraba. Un día observando a una esclava Tracia beber agua en la cuenca de sus manos, rompió la escudilla de barro donde solía beber por no serle útil: Así de desprendido era nuestro filósofo.
Estando de visita en la ciudad el emperador Alejandro Magno, preguntó a su séquito si conocían a algún hombre que fuese justo y desprendido de los placeres del mundo. Todos respondieron que ese hombre se llamaba Diógenes. Quiso conocerlo el emperador en persona y mandó que se lo presentaran.
Inmediatamente se dirigieron a la casa de Diógenes, que no era otra sino un tonel donde se guarecía de las inclemencias del tiempo. Alejandro Magno se dirigió a él diciéndole: "Diógenes me han dicho que eres un hombre austero y desprendido y que no envidias todo aquello que la mayoría de los mortales desean poseer en éste mundo: riqueza, honores, poder, mujeres. Pues bien,  todo eso te lo ofrezco si reconoces mi autoridad y me lo pides." Después de un pequeño intervalo de tiempo,  respondió Diógenes, sacando la cabeza del tonel: "Sí, apartarte, que me estás tapando el Sol", contestó el filósofo de malas maneras al que era ya el dueño de Grecia. No en vano, según la leyenda, el macedonio no solo aceptó el desplante sin enfadarse, sino que le mostró su máxima admiración: "De no ser Alejandro, yo habría deseado ser Diógenes".
Moraleja: "No es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita".






jueves, 2 de septiembre de 2010

"Una vida sin reflexión, no merece la pena ser vivida"





"Una vida sin reflexión no merece la pena ser vivida". Con estas palabras del clásico quiero empezar compartiendo con vosotros, mis amigos, las ideas que dan sentido a mi vida. En estos momentos tan especiales para mí, como es el inicio de mi jubilación, no encuentro mayor júbilo que compartir con vosotros las inquietudes que han sido el motor de mi existencia. Es cierto que la vida no es solo reflexión, crítica y argumentación sobre la realidad, porque también es sentimiento, pasión y emoción. Por eso decía Pascal: "Que el corazón tiene razones que la razón no entiende". Tiempo habrá para dialogar sobre ello.  Ahora me mueve la  razón y la reflexión como instrumentos de comunicación con vosotros. Como profesor de filosofía, necesito salir de la caverna,  -en sentido platónico-  para haceros partícipes  de todo lo que bulle en mí, romper las cadenas que nos atan a la soledad de nuestra mismidad, para salir y compartir lo que Ortega y Gasset llamaba "la vida". Para ello, he de utilizar las nuevas tecnologías, ya que no dispongo de ese auditorio, joven e inquieto que me ha acompañado a lo largo   de mi vida docente, del que he aprendido más de lo que les he dado.
Los  humanos nos distinguimos de las bestias por la racionalidad y el lenguaje; éste nos hace comunicativos y solidarios mediante la intercomunicación y el abandono de la soledad. "Humano soy y nada de lo que es humano me es ajeno", decía nuestro filósofo Séneca. Pues eso, hagamos de nuestra vida una reflexión con espíritu crítico, donde el hombre ocupe el lugar que le corresponde, pero no sólo con nosotros mismos, sino en el ámbito de lo social, del compromiso, mediante un diálogo de participación democrática. Solo así nuestra vida será humana, respetando las opiniones ajenas, pero no siendo ajenas a ellas; y nuestra vida merecerá la pena ser vivida.