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domingo, 11 de junio de 2023

¿Cómo transmitimos la fe?





¿Por qué hay una crisis de fe religiosa en nuestra sociedad moderna? ¿Cuáles son sus verdaderas causas? ¿Acaso no sabemos los católicos transmitirla? ¿Por qué la mayoría de los jóvenes no viven la fe de la Iglesia y no frecuentan los sacramentos? ¿Acaso los católicos creyentes no damos un ejemplo existencial de nuestra fe mediante nuestros actos? Estas y otras múltiples preguntas son las que nos hacemos los católicos y que tienen difícil respuesta. Reflexionemos en torno a ello.
Para tratar sobre la transmisión de la fe lo primero que debemos hacer  es ponernos de acuerdo qué se entiende por fe. La fe en el cristianismo es una respuesta personal a una experiencia de encuentro con Jesucristo que nace y brota de ese mismo encuentro, y que se debe a la iniciativa exclusiva de Dios como un don o gracia hacia cada persona en particular. Ese don requiere una apertura o receptividad de la persona la cual acepta de forma integral la voluntad de Dios. Esta experiencia se da en la conciencia humana del yo personal mediante un universo simbólico de sentido concreto, que cada cual ha de saber interpretar, integrar, y valorar, según su correcta formación y sus vivencias personales. Desde este punto de vista, la fe es una experiencia firme o conjunto de sentimientos actitudes y orientaciones existenciales interiores del amor que Dios nos tiene. La fe no consiste solo en creer un conjunto de verdades, unos artículos cognitivos proposicionales o dogmas inmutables, que profesamos en el Credo y que tradicionalmente han sido transmitidos y enseñados por la tradición de la Iglesia. Esto se da por hecho, como condición necesaria aunque no suficiente. Por eso hay que hablar de este modelo experiencial expresivista.

Otro modelo o paradigma a tener en cuenta, es el aspecto sociológico o cultural en los que se  transmite la fe y su incidencia y el modo de como afecta a la vivencia de nuestra fe en modo comunitario. ¿En qué se ha fallado para llegar al estado en el que nos encontramos actualmente? La respuesta es compleja puesto que se dan múltiples causas y no todas achacables a la Iglesia como institución, aunque cierta responsabilidad intraeclesial, sí que la tiene. Los tiempos actuales van muy rápidos y da la impresión que la Iglesia llega tarde porque le cuesta trabajo adaptarse a lo que demanda la sociedad. Lo que tradicionalmente se llama "aggiornamento" o actualización. Ya no vale ese catolicismo tradicional ambiental de mayorías, de grandes masas de creyentes, que pese a las apariencias, tampoco ha sido tan eficiente, y que lamentablemente a veces se manifiesta en costumbres tradicionales o folklóricas que poco tienen que ver con la fe transmitida por el evangelio. Tampoco vale ese modelo tradicional sustentado por cierta autoridad conservadora, definido y cerrado por una ortodoxia de la jerarquía clerical, donde la respuesta de los fieles se limita a la asistencia periódica a los actos religiosos de culto como meros espectadores. Hay que crear nuevos cauces de participación en nuestras parroquias, involucrando a jóvenes y mayores en el proceso de evangelización pastoral y hacerles parte activa de ese proceso. La transmisión de la fe es un proceso comunitario, responsabilidad de todo el pueblo de Dios y no solo del clero. Seguir el modelo tradicional es anacrónico y obsoleto. Persistir en esa dirección nos lleva al fracaso. Hay que reconocer que como Iglesia no se están haciendo bien del todo las cosas y  lleva a  que la Iglesia vaya perdiendo credibilidad en un mundo que cambia tan rápido. Pongamosle más fácil el camino al Espíritu Santo. 

Pero no todo es responsabilidad de la Iglesia. También hay causas extra eclesiales en la transmisión de la fe. Estamos sumidos en un proceso intenso de secularización y de crisis de valores. El nihilismo se ha instalado en nuestras sociedades modernas. La religión va perdiendo importancia entre nuestros jóvenes y la convierten en un bien de consumo más, cuándo no irrelevante. Otros valores culturales la sustituyen como sucedáneos que nada tienen que ver con Dios. El materialismo consumista, el positivismo instrumental, la globalización, el exceso de información no asimilable que nos aísla, la emergencia de la posmodernidad, el desarrollo tecnológico y la digitalización, etc. Todo ello conlleva a un relativismo nihilista donde se pierde lo sociológico en función de lo psicológico. Donde lo importante no es cuestionarse preguntas metafísicas sobre el sentido de la transcendencia o de lo Absoluto, etc., sino más bién, estar a gusto con lo que hago y que no me cause traumas.