¿Es asunto de quien escribe que haya políticos, gobernantes, canallas que sean corruptos y pisoteen los derechos más elementales qué tanto ha costado conseguir a la humanidad ¿Son las palabras las que hieren, esas que escogemos los que escribimos para crear "simpathos", lo suficientemente comprometedoras, que haya "compasión" entre quien escribe y quien lee? ¿Qué se le ha perdido al poeta para soñar despierto en la madrugada a fuerza de ritmo plasmar en el papel esas inconfesables añoranzas del animal hablante? Entonces, ¿por qué escribir? Duro es escribir y más duro, escribir bien. Vibrar y conectar con el lector llamar la atención en este mundo de ruidos y distracciones varias, donde pasar el tiempo se torna problemático y donde aprovechar tiempo libre para crecer, es harto complicado. Si a esto añadimos que no hay nada que ganar ni nada que vender ¿por qué esforzarse si no hay nada que esperar? "Escribir es un honor y una carga. Pesada. La de saber que nada mal escrito es perdonable. Corrompida la lengua hasta la médula por quienes construyeron esta homogénea habla de esclavos, escribir reviste el riesgo de un amor perverso e imposible". (G. Albiac). Solo la ilusión de transmitir aquello que bulle dentro del escritor en un grito de auxilio que disipe la niebla en la soledad que le envuelve, con la esperanza de recibir el eco ampliado de la palabra que reafirme su mensaje. Escribir es búsqueda de respuestas en la niebla oscura de la nada. Un buscar la mano del otro para no caer en el abismo de la inconsistencia, solo, con la certeza, de que el último renglón, no aún escrito, lo escriba solo. En la soledad absoluta. Es exponerse desnudo en la plaza pública a la espera de la crítica más exacerbada, sin compasión, mostrando sus verguenzas. Crítica y más crítica sin esperar una lisonja. Una palabra de aprobación. Con la peor de las respuestas: el silencio como halago.
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viernes, 3 de enero de 2025
martes, 31 de diciembre de 2024
Un año más...
martes, 24 de diciembre de 2024
¡Feliz Navidad, hombres de buena voluntad!
Te hablo de la Navidad. No de la Navidad de los alumbrados de la ciudad, ni la de los grandes almacenes que venden consumo. Tampoco de la Navidad de los regalos, o la de las grandes comilonas de marisco y champán; la del mantecado, turrón, o la lotería. No. Hablamos de esa Navidad que celebra la venida de Dios a la tierra en forma de hombre en Jesús de Nazaret en la pobreza y la humildad. Sí, ya sé que que hay muchos que no creen en Él, pero dejemos eso en manos de Dios. En la película de "Angeles y Demonios" basada en la novela de Dan Browwn, un personaje ateo le dice al Papa que él no cree en Dios, a lo que el Papa le responde: no te preocupes, porque Dios sí cree en en tí.
Créeme si te digo que yo lo he encontrado y no lo dejaré escapar. Mucho tiempo ha sido rescoldo en un rincón de mi corazón, pero finalmente ha prendido la llama por el soplo del Espíritu. Lo único que siento es no haberlo encontrado antes. Algunos me llamarán beato, extravagante, exagerado, cuando no loco. Lo asumo, pero solo pido respeto y comprensión, el mismo que yo tengo con los no creyentes y los agnósticos. Sí, proclamo mi experiencia religiosa y la alegría que siento de encontrarme con Él y sentirlo cerca de mí. Me da paz, serenidad, autoestima y me hace ser mejor persona.
¿Qué dónde lo he encontrado? Pues no. Te equivocas, si crees que lo he hallado en los libros, o en complicados ensayos de filosofía o teología. Lo he encontrado dentro de mí. “ No lo busques fuera en tu interior está la Verdad “ ( Noli foras ire in te ipsum redi, veritas est ) -nos dice San Agustín- Está en el prójimo, en ti y en mí. En nuestros hermanos los hombres. Está entre nosotros (Enmanuel), en la gente sencilla con la que convivimos diariamente. En la sonrisa de tus nietos, en la mirada de tu pareja amada, en el abrazo de un viejo amigo, en el olor a pan recién hecho, en el café de la mañana, en la lluvia y el olor a tierra mojada…
Pero sobre todo está, en la mano abierta del mendigo que pide a la puerta del supermercado, o en la mirada suplicante del enfermo desde una cama de hospital soportando el dolor a la espera del milagro, en la mujer embarazada que besa a su hijo antes de nacer..., y en tantos y tantos hombres y mujeres que sufren la violencia de la naturaleza, arrastrando consigo todo lo conseguido en una vida de trabajo, esfuerzo y sacrificio. Y en todos aquellos que carecen de paz a causa de la guerra, el maltrato personal, la soledad por la pérdida de un ser querido...
¿Solo está ahí? No. Dios está en la soledad del sagrario, en el silencio de la oración, en el Sacramento del perdón, en la liturgia dominical de la Palabra y la Eucaristía. Todos los días del año son Navidad, porque cada día, Él nace, te cuida, te piensa, te quiere, te perdona más de lo que tú imaginas. Él sí cree en ti. Crée tú también en Él ¡Feliz Navidad, hombres de buena voluntad!
miércoles, 15 de mayo de 2024
Un hombre bueno, un maestro ejemplar
viernes, 2 de febrero de 2024
El Museo: Epifanía de lo Bello
domingo, 28 de enero de 2024
Un paso atrás
jueves, 25 de enero de 2024
Un niño de 9 años vive solo en casa sin agua ni electricidad
miércoles, 24 de enero de 2024
El "El País" rompe con Fernando Savater
viernes, 15 de diciembre de 2023
Todas, todos, todes...y lo que sigue
miércoles, 1 de noviembre de 2023
El Tiempo es la medida de todas las cosas
martes, 31 de octubre de 2023
Halloween
domingo, 2 de abril de 2023
Progresista, una palabra ambigua
A fuerza de repetir la palabra "progresista" una y otra vez, la izquierda española trata de autoproclamarse como la única opción política válida y eficaz para la resolución de los múltiples problemas de nuestro país, a la vez que califica y denigra a la derecha liberal española como conservadora, ineficaz y obsoleta. El significado de la palabra progresista se queda en la ambigüedad, en la indeterminación más absoluta sin expresar un significado concreto. No obstante, la palabra "progresista" nos catapulta hacia la idea de un futuro, novedoso, moderno, futurible y como tal eficiente, etc frente a la palabra "conservador" que nos remite a la idea de pasado, tradicional, viejo, antiguo, ineficaz y obsoleto. Pero la historia nos enseña que esto no siempre ha sido así, ni tiene por qué serlo. La izquierda, o el marxismo como doctrina en la que se fundamentan los principales postulados de la izquierda representa, no el progresismo, como cínicamente se sigue auto proclamando, sino todo lo contrario: lo retrógrado, anacrónico y antiguo. El marxismo representa la pervivencia de los valores políticos, sociales y económicos del Antiguo Régimen al que se oponían los ilustrados. La izquierda sustituye la figura del rey, del príncipe medieval, por el Estado, máximo representante político y juez supremo, al que el pueblo debe pleitesía. El estatismo representa lo más retrógrado. Es la izquierda, frente al progreso liberal, democrático, de derechas, lo que todavía se invierte en nuestras sociedades. El marxismo siempre se opuso a las revoluciones industriales, al progreso, y a todo lo que ha mejorado la vida en general del ser humano en el planeta. Ahora, con el ecologismo, con la religión climática, puro anti capitalismo, anti liberalismo, pretenden una vuelta inclemente al pasado, a un imposible paraíso terrenal, al tribalismo. No, no es progresista el rancio nacionalismo nacido en el siglo XIX, el populismo actual o el supremacismo catalán o vasco. Miren -a modo de ejemplo- como describía a los españoles el presidente de la Generalidad Joaquín Torra: "Carroñeros viboras, hienas. Bestias con forma humana que beben odio. Un moho perturbado, como con moho de dentadura postiza contra todo lo que representa la lengua(...) Viven, mueren y se multiplican. La bestia segregó de su boca agua rabiosa. Un hedor de cloaca salía de su aliento...un sudor mucoso como de sapo resfriado, le manaba de las axilas." ¿Es esto progresista? Y lo peor, es que algunos secesionistas pìensan lo mismo, y otros miran para otro lado, como es el caso de intelectuales, profesores, jueces o periodistas con intereses creados. Es el mundo al revés: un negocio político del que viven muy bien todos los zánganos del sistema capitalista de siempre. Ahí tenemos al Gobierno de España como ejemplo, y a todo el clan de funcionarios, sindicalistas, feministas y comisarios políticos en general, que dan sustento ideológico a los enemigos de la libertad y del ser humano.
domingo, 25 de diciembre de 2022
Una Mágica Navidad
Si no hubiera Navidad habría que inventarla. La Navidad tiene su origen en las fiestas Saturnales de Roma, que se celebraban alrededor del 25 de diciembre, dedicadas al nacimiento del Dios Sol Invicto. Fue Julio II quien la institucionalizó incorporándola al calendario cristiano de fiestas. Los Evangelios de Mateo y Lucas hablan del nacimiento de Jesús sin precisar fecha exacta de su nacimiento; Marcos y Juan no lo relatan. Se adecuó esta fecha como la más propicia para el gran acontecimiento como es la irrupción de Dios en la naturaleza humana para elevar a ésta a categoría divina.
Ninguna religión o filosofía se atrevió a tanto. El pensamiento griego fue cosmocéntrico, es decir, el hombre se consideraba un elemento más del cosmos, vinculado a él. Por el contrario, en la Biblia el hombre es considerado como una privilegiada criatura de Dios. La naturaleza no es sólo la realidad de referencia con la que se relaciona el hombre desde un saber utilitario e inmanente, marcado por la curiosidad y la evaluación, sino que aparece también como una realidad prepotente y absoluta que suscita admiración y temor, fascinación y reserva. La religión pretende ofrecer una interpretación global del hombre, como la filosofía, pero sin dejarse limitar por la racionalidad y la inmanencia. De ahí que se postule una comprensión original de la realidad misma, al considerarla como creación en las religiones bíblicas, y se busque una referencia trascendente y divina para explicarla. Nada de esto tendría sentido si Dios no se hubiera hecho hombre en el vientre de María, uniendo la naturaleza divina con la naturaleza humana en la persona de Jesús. Éste es el significado profundo del Niño-Dios hecho hombre en el gran misterio de la Encarnación y que nace en Belén.
Pero personalmente, tengo unos recuerdos entrañables asociados a mi infancia, a mi gente y a mi pueblo de la Navidad, menos filosóficos y más familiares. Me emociona, cada vez más, el sentir la Nochebuena como una noche mágica especial. No tanto el día de Navidad quizás por ser tan corto. Esa noche mágica la esperaba con verdadero anhelo, porque eran las primeras vacaciones del primer trimestre de colegio. La Navidad, sin la mirada al pesebre donde Dios se hace niño, no tendría ningún sentido. Tampoco sin los villancicos. Para mí la Navidad es la fiesta de la familia, la asocio a mi infancia y al entorno donde nací y me crié: un bello pueblo llamado Abla, perdido entre montañas nevadas en la Alpujarra almeriense. Es la fiesta más entrañable de mi infancia, la de los buenos deseos, la unión, y el orgullo de sentirse querido por la pertenencia a una familia. Es la fiesta del encuentro con personas, con las que se comparte todo lo que se es y todo lo que se tiene, más allá del consumismo, los adornos navideños, y los regalos de Papá Noël. Es la fiesta donde aparecen los sentimientos más nobles del ser humano y donde la humanidad desea paz, salud, y prosperidad. La publicidad moderna no ha sido capaz de inventar un anuncio tan sublime como éste: "gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres de buena voluntad".
Las navidades de la posguerra, nada tienen que ver con las actuales, las del consumismo y la abundancia. No las cambio por nada del mundo. Estábamos muy felices con lo poco que teníamos, aunque nos sobraba ilusión e imaginación. No teníamos dinero, ni mesas copiosas, el turrón más bien escaseaba y la carne y el pescado no abundaban. Tampoco era cuestión de quejarse: la reciente matanza del cerdo y el jamón curado del año anterior, cumplían su misión restauradora con creces. Cuando Papá abría la caja surtida de mantecados de Estepa, roscos y alfajores, en mi casa sabíamos que la Navidad había llegado realmente. Para hacerla realidad, papá, como agente comercial, vendía cientos de cajas en las casas particulares a conocidos y amigos y aquella caja surtida era parte del fruto de su esfuerzo. Mientras tanto, Mamá, se esmeraba en la panadería de Ángel -"El de la Tahona"- y elaboraba unos mantecados con manteca de cerdo y almendras que se relamía uno los dedos de gusto.
El pollo relleno al horno era tradicional y nunca faltó a la mesa en Nochebuena. A mi me parecía el mejor manjar del mundo. Me pasaba la tarde del 24 contemplando cómo se doraba en el horno de mi casa, dando viajes a la despensa en busca de algún consuelo e ir preparando el cuerpo para la gran cena en familia, en torno al "Portal de Belén", cantando villancicos al ritmo de guitarra, zambomba y pandereta.
En la cena de Nochebuena, mis hermanos y yo comíamos con un apetito sano los exquisitos manjares preparados por mamá para la ocasión. En casa éramos iguales, cada uno cumplía su papel y nos repartimos los roles. Ahora entiendo el significado de la familia. Allí nos queríamos por lo que cada uno era, por su modo de ser; nos aceptamos sin intentar cambiar al otro. La desnudez del Portal de Belén, la escasez, la sencillez y la humildad de aquella familia, servía como modelo de lo que era la nuestra, sin darnos cuenta que vivíamos el misterio de la navidad. Al finalizar la cena, con el último mantecado en la boca, nos disponíamos a asistir a la "misa del gallo" a cantar en el coro los villancicos: "Noche de paz, noche de Dios, claro sol brilla allá. Nace Dios en un pobre portal"... El templo, abarrotado de abulenses, se disponía a celebrar aquella noche mágica, deseando paz a los hombres de buena voluntad. Así fue, y así te lo he contado. ¡Feliz Navidad !
sábado, 1 de octubre de 2022
Un Viaje al Algarve
Viajar no es seguir un programa o folleto de una agencia de viajes. Tampoco es publicitar las excelencias de un hotel o el canto desmesurado de adjetivos apropiados sobre un determinado lugar como, asombroso, mágico, encantador, hermoso, lindo, incomparable…, apiñados en torno a un paisaje de montaña, un río, una puesta de sol, un puente o una playa de arenas finas. Es todo eso y más. Viajar es salir de la monotonía diaria, la rutina, la costumbre rutinaria. Es encontrarse con lo desconocido, descubrir lo oculto por sernos lejano o extraño, enfrentados al espacio desmesurado de un lugar y al tiempo finito de un viaje, viviendo un momento novedoso y en el que a cada instante hemos de tomar la única decisión que importa: qué mirar.
Nuestro viaje al Algarve, región del sur de Portugal, no puede calificarse con un solo adjetivo de bueno o malo. Habrá que calificarlo, y cada uno, podrá valorarlo según su experiencia personal. Yo lo calificaría con un bien, una nota intermedia entre el aprobado y el notable. Me explico. Numerosas contingencias acontecidas durante el viaje justifican mi valoración; unas debidas a la responsabilidad de los organizadores, y otras, a problemas ajenos a la organización y a sus responsables, que todos conocemos; imponderables que a veces surgen y que tienen difícil solución. Personalmente considero, que volver en autobús cada día al hotel para comer al mediodía, ha partido el día en dos, condicionando el tiempo de visita a los lugares más representativos, cortándolo e incrementando el tiempo en el autobús. Este hecho ha incidido de forma negativa en las actividades diarias.
Pero no todo ha sido negativo. El conocimiento de la gente, la convivencia y la socialización entre todos los integrantes, ha sido lo mejor de esta experiencia maravillosa que da el viajar entre amigos y conocidos: desde hoy nos conocemos mejor y nos queremos más. Sin olvidar los ratos de ocio musicales y los paseos en plena naturaleza. Por lo demás, poner una excelente nota a la gastronomía del hotel así como el servicio de habitaciones.
Sería injusto terminar esta pequeña crónica, sin reconocer con la mejor nota la labor de Juan Lao, jefe del grupo, por su empeño y dedicación en subsanar todas las dificultades de los integrantes de la expedición. Igualmente reconocer la profesionalidad de Juan Francisco, guía del grupo, por su optimismo y empeño por agradar en todo momento. Y a Crisanto, el chófer del autobús, amable y servicial con todos nosotros. A todos ellos mi más sincero agradecimiento.
martes, 16 de agosto de 2022
Adios, Padre José María
lunes, 18 de julio de 2022
Solo un profesor de instituto
miércoles, 15 de junio de 2022
Y de pronto apareció Vielha...
sábado, 9 de abril de 2022
¡Viajeros al Cielo!
martes, 21 de diciembre de 2021
Ahora son las 21 horas y 21 minutos, del día 21, del año 21, del siglo XXI
"El hombre es la medida de todas las cosas"
Protágoras
Hoy son las 21 horas y 21 minutos, del día 21, del año 21, del siglo 21. Brindo por todos vosotros, para que esta fecha tan especial, marque nuestras vidas de paz y prosperidad. Hasta dentro de cien años no se dará la combinación del día 22, a las 22 horas, 22 minutos, del año 22 en el siglo 22.
Qué haríamos sin el tiempo. Nada. El tiempo es quien conforma bajo su inexorable pasar todo lo que acontece. Nada acontece sin el tiempo, ni nada transcurre sin su permiso. El "ser" está muy a gusto en el tiempo porque sabe que fuera de él perdería su ser. Siempre está en guardia, vigilante..., nunca desfallece ni descansa, si así fuese, acabaría todo. El tiempo es la esencia del acontecer, el receptáculo del transcurrir de la vida y de la duración: todo dura en el tiempo nada es fuera de él. Por eso es todo y es nada. No es, porque la esencia del ser es aquello que permanece en su materia y su forma, ocupando un lugar real o virtual en el espacio, con sus propias dimensiones espacio-temporales. Pero a la vez es todo, donde todo fluye y nada permanece, tal como lo hace el tiempo, porque si lo desmenuzamos, en el pasado ya no es; en el presente se nos escapa entre los dedos de la mano, y en el futuro es quimera o esperanza de lo que aún no es. solo queda el instante. Por eso el tiempo no es, si por "ser" entendemos algo que está ahí permaneciendo. es el carril, más bien, de la permanencia y duración. Mas bien diríamos que es "la condición de posibilidad de toda experiencia" (Kant), es receptáculo que contiene todo aquello que es o pretende ser, es condición "sine qua non", nada es, ni puede ser.
El tiempo, lo podemos medir pero no parar ni tampoco definir. Si por definir entendemos poner límites a una cosa, resaltándola de las demás cosas, singularizándola, particularizándola, sacándola del "totum revolutum" de la homogeneidad y de la multiplicidad de las cosas, en la que se encuentra. Si identificamos como parte de la realidad el tiempo, ¿qué quedaría de la otra parte llamada el "no tiempo"? pero el no tiempo no es, ni existe; ni siquiera puede ser pensado, porque, no es un concepto, sino la condición de todo concepto, porque pensar en algo fuera del tiempo es imposible, es como trasladarse a otro lugar o iniciar un viaje sin contar con el tiempo transcurrido, un viaje sin duración, y eso es imposible: ese viaje necesitamos hacerlo en el tiempo. Es como pretender guardar el agua sin un cuenco que la soporte, conteniéndola y dándole forma. El tiempo, siempre está ahí, soportando y suponiendo el sostén, cauce, camino de toda experiencia. Basta un llamada, una palabra mágica y siempre responde: al ¿cuándo?.
Es amigo y tirano a la vez. Depende de él mismo. Se manifiesta en todo momento, se disfraza como amigo (tiempo para gozar) y aliado o como inexorable enemigo (tiempo para sufrir). En las alegrías se queda corto, pasa raudo y veloz, y a veces se oculta con rapidez, para luego aparecer en la nostalgia del pasado, en la memoria "de que cualquier tiempo fue mejor", cuando ya no podemos disponer de él. Se hace efímero. Otras veces, se queda parado, inerte, su transcurrir es lento y cruel. Aparece en los momentos más críticos, amargos y duros de la experiencia humana: en la enfermedad, en la angustia, en la frustración..., en esos momentos en donde cada momento del tiempo, queda paralizado e inamovible. Se adueña de nuestro estado de ánimo, de nuestro espíritu, y nos martiriza con el repiqueteo constante de la duración, de la quietud que se torna en inquietud, en la repetición de lo mismo; en ir cayendo en el pozo a cuyo fondo nunca se llega. Hasta se muestra cruel, insoportable, en un tiempo determinado, para luego, con el tiempo, ir cerrando, curando la herida, consolando y atemperando el ánimo, hasta hacerlo soportable: nos hiere en el tiempo, pero nos cura con el tiempo; es una misma moneda con dos caras.
Aprovechando el tiempo, ahora que me es favorable, con la alegría de haber vivido 74 años, y pese a estar rodeado de incertidumbre a causa de la pandemia que asola al mundo entero, levanto mi copa de vino, con el deseo solidario, para que dentro de los próximos cien años, la humanidad tenga un dominio mas efectivo sobre la enfermedad, sea más justa y solidaria y destierre la violencia en el mundo. ¡¡¡Por Vosotros: paz y bien!!!
NB. Mi nombre es Antonio González Padilla. Nacido en Almería (España). Vivo en Abla, y he sido profesor de filosofía. Casado con tres hijos. Feliz por compartir con vosotros la existencia y la pertenencia al género humano. ¡Qué Dios nos bendiga a todos!