Un día sí y otro también los españoles nos levantamos por la mañana preguntándonos con que nuevo escándalo de corrupción nos desayunaremos. Hoy la izquierda española enrojece de vergüenza al ver como dirigentes de la Unión General de Trabajadores de Andalucía ha hecho una de las suyas: facturar  a la Junta, un pago con dinero destinado a la formación de los parados, 200 maletas con ruedas y estuches de escritorio como regalo a los asistentes a su Congreso. Un asunto feo que en nada ayuda a la ya deteriorada imagen que tienen los sindicatos de clase en España. Es obvio el papel fundamental que cumplen  los sindicatos en defensa de los derechos de los trabajadores; también es de justicia no generalizar en el colectivo sindical, porque la inmensa mayoría de sindicalistas cumplen honrada y honestamente su función: miles y miles de delegados sindicales se dejan la piel todos los días en los tajos defendiendo a sus compañeros de trabajo. Son sus propios dirigentes quiénes generalizan como un ataque a toda la institución sindical, lo que los medios de comunicación denuncian en tal o cual agrupación o persona responsable. Ante la gravedad de los hechos, los altos responsables del sindicato, se limitan a hacer investigaciones internas, no para encontrar a los culpables y hacerles pagar su  felonía, sino para descubrir al topo de la casa y ajustar cuentas. Pero la ciudadanía quiere y exige dimisiones y restitución de lo robado. Mal, muy mal se ponen las cosas para el sindicalismo de clase ante la opinión pública y los trabajadores, que en época de crisis contemplan atónitos como las instituciones del Estado, (cuando no son los sindicatos, son los partidos políticos o la monarquía) aquellos que soportan la representatividad democrática y la defensa del bien común, se desprestigian ante una sociedad civil que asiste al hundimiento del sistema en lo institucional, en lo ético y en lo económico, sin que se vislumbre una solución satisfactoria. Las dificultades económicas por las que está pasando la gente, han propiciado a que salgan a la luz pública estos escándalos, que posiblemente en tiempos de bonanza, nunca hubieran salido a flote. Hoy, cuando la marea está baja, las  corruptelas y las vergüenzas de unos y otros, quedan al descubierto sobre la arena. Siendo el mismo ciudadano contribuyente, literalmente asfixiado a impuestos, quien asiste atónito, frustrado, impotente e indignado al saqueo de sus bolsillos en nombre de "los trabajadores". ¿A qué espera la UGT Confederal para intervenir en Andalucía? Aunque veo más difícil que Cándido Méndez  ataje la corrupción en UGT, que Moisés pase a pie enjuto entre las aguas, con todo su pueblo; claro, que aquellos eran otros tiempos.