Translate

domingo, 30 de abril de 2017

La casa del pueblo






Aquella casa 

La casa de mis padres era la casa de todos,
además de muchas otras cosas,
fue cuna de mis antepasados.
Muy bien situada, en la plaza del pueblo,
entre su iglesia, y su ayuntamiento.
Sus bajos un comercio, donde mi abuelo
vendía de todo, después fue "teléfonos",  
donde se hablaba de todo.

En aquella casa, la soledad siempre
estaba ausente.
Bulliciosa y parlanchina, solariega vespertina,
la alegría y la tristeza, compartían habitación:
de su locutorio, salía la gente contenta,
satisfecha, o afligida, -según noticia-
decepcionada, consternada, o mohína.

En un tiempo casa grande,
hoy pequeña, al ser dividida,
se cobijaba junto a una iglesia dorada,
a los pies de su torre.
Era la primera en escuchar el tañido
de su campana,
en la alegría o en la tristeza,
en las buenas o en las malas.

Allí en soledad, -sentado en su tranco-
leía mis primeros libros
en las tardes de verano;
y al anochecer,
contemplaba el firmamento
bajo su cielo estrellado.  

En la quietud de la noche,
seguía las películas de la terraza
de verano, a través de sus diálogos,
y con aires de jazmín,
que envolvían sus alrededores,
me imaginaba,
cómo era la trama y sus actores.

En la nostalgia de mi juventud,
he vuelto a vivir en aquella casa  
con sus olores:
a cal blanca de fachada
recién pintada,
-preámbulo de sus fiestas de abril-,
a mosto prensado de uva, a membrillo
dorado, a tierra mojada...,
y a pan caliente recién horneado.

En ella crecí junto a mis hermanos,
en ella aprendí valores y trato,
y a compartir recursos escasos,
en casa de agricultor poco afortunado.
Este es el hogar donde mis padres se amaron,
y yo soy su resultado.
El día que yo muera, también ellos
morirán conmigo...
Por hoy,
el amor y su recuerdo aún siguen vivos.


        antonio gonzález


viernes, 28 de abril de 2017

Una cita esperada




Una cita inevitable

Cada año por noviembre
dos amigos se encuentran
en una cita donde siempre
con puntualidad perfecta
celebran su aniversario
recordándonos la muerte.

Amigos de conveniencia
opuestos en sus apetencias;
uno habla de continuar
el otro habla solo de final;
uno ansía seguir viviendo
el otro de acabar muriendo.

A uno le llamamos TIEMPO
pletórico y vitalista
amante del transcurrir
evanescente y travieso
huidizo,
siempre despierto.

Al otro le llamamos MUERTE
siempre de luto y de negro,
imprevisible invitado
traicionero,
frío e inhiesto
por todos denostado.

Es la muerte de los otros
la que puedo imaginar
no así la mía propia
que por más que lo intento
no puedo visualizar.

La muerte, esa cita ineludible
que no podemos evitar.
La muerte: Ese gran final;
para unos liberación,
para otros, un triste Adiós.


antonio gonzález


lunes, 24 de abril de 2017

Luces al alba





Luces al alba

De pronto surges y rasgas
la niebla matinal,
y regeneras las cosas de su
inanidad,
luz que creas de la nada,
lo que sumergido estaba
en la profundidad.
Me sacas del abismo, llamado
oscuridad.
!De pronto apareces! 
No eres una sombra, no un sueño,
ni una veleidad.
Es tu mirada que mira
a través del ventanal.
Una ventana con un cristal roto,
decrépito por la antigüedad:
algo que se ve y no le gusta.


       antonio gonzález


domingo, 23 de abril de 2017

Los libros..., nuestros amigos




!los libros...,
siempre los libros!

El día que yo no esté...,
mis libros recobrarán
el brillo de su esplendor
de otro tiempo ya vivido.
Saldrán del eterno olvido
de los estantes polvorientos
para pronto recobrar,
su antiguo lustre adquirido
y empezar un nuevo adviento.

Alguien desempolvará
sus páginas cubiertas,
por ese polvo del tiempo
que convierte todo en "ido";
sus páginas se abrirán,
a mentes con sabio tino,
abiertas al conocimiento,
de otros tiempos, que han sido.

En el transcurso del tiempo
sembrarán nueva cosecha,
y un día no muy lejano
en ávidas mentes abiertas,
darán su fruto deseado.
Serán un testigo a voces
de todo lo producido,
de nuestra generación,
de nuestras formas de vida,
de nuestros pensamiento,
y de nuestra educación. 

Y los libros hablarán...,
por sus páginas abiertas
palabras que nuestra lengua
ya no podrá pronunciar
por estar muerta, en otro lugar.
Y a través de ellas, sus ojos,
verán un mundo pasado
que en un instante presente
se convierte en actual.
Moverán con su lectura
a la ilusión y la creación,
-y por qué no- a la ternura.
Revivirán nuestros gestos
a través de la palabra,
recitarán nuestros versos
recreando un mundo nuevo.

Estos libros nuestros...,
les hablará de nuestros logros
y de nuestros desaciertos,
de nuestras formas de vida
y también de nuestros aciertos. 
Serán testigos fiables
de nuestra débil memoria,
luces en el camino
que alumbren con su luz,
nuestra historia encomiable,
nuestra corta trayectoria.

¿Quién dice que nuestros libros,
han quedado obsoletos, o sepultados,
olvidados, o están muertos?

Quien afirma tales cosas,
no sabe bien lo que habla,
ni conoce nuestro mundo
ni el valor de la palabra.
Pues mientras haya una mente,
que se admire y se sorprenda,
-inquieta y ávida por conocer-,
habrá libros donde aprenda,
habrá hojas para leer.

        antonio gonzález



lunes, 17 de abril de 2017

Abla, el pueblo donde crecí





Abla, el pueblo donde
crecí...

Alta, como proa de montaña,
te yergues en travesía eterna,
por caminos que la historia
te depara.
Abla, blanca y larga, entre casas
recostada, verde-ocre, encalada,
a los pies de Sierra Nevada,
Filabres, y montes de Baza.

De iglesia decapitada sin torre,
tu campana, suena a oración 
recatada, triste llanto de quien
se siente sin habla,
con repique de metralla.
Agazapada por mor de la desidia
de unos contra otros, abandonada,
refugio de batallas entre tus tejas,
por vencejos saqueada.

Miras hacia arriba coronada,
por olivos, pitas y terreras,
que forman un mosaico de blanco
y laderas.
Abajo, huertos y bancales de frutales,
que encauzan la rambla
con matorrales,
taray, argamasas, higueras y moreras.

Mas allá, la carretera... que lame
y toca tu ladera, cordón umbilical
de tu manera de ser pueblo
sin frontera.
Y tus Eras Postreras, testigo de sudor
y cosechas, en aquellos estíos calurosos,
en época de posguerra.

Entre ríos abrazada, esos que
amamantan tus cimbras con holganza,
impetuosos y bravíos en inviernos 
fríos, 
dadivosos y generosos en los largos
estíos...

Y más allá del río, el altiplano
de almendros y secanos,
atravesado por un tren de vapor
de oeste americano,
sin vaqueros, indios o cuatreros.
!Abla, paralizada, te inmortalizas,
difuminada en mil fotogramas,
para solo moverte en la pantalla!

Y finalmente...,
el puente de Los Santos,
de bellos ojos llorosos,
camino del camposanto, sin retorno,
con Caronte de barquero,
y dos monedas de pago,
como pasajero...

Hoy, paseo por tus calles,
el recuerdo "sentío" de la niñez preñada,
por callejones de palabra callada,
nostalgia de un pasado que vuelve,
con paso fuerte en la memoria
de lo que soy y he sido.

Y vuelvo a jugar entre tus piedras

de paredes blancas,
el juego inocente de la juventud pletórica,
en un alarde vano de entretener
la mente,
acechante a cada instante,
buscando tu memoria.
 
!Que hablen estas piedras, que no callen
sus voces!
!Que el viento se lleve la paja
en remolinos, que yace entre tus calles,
despojo de cosechas del grano y del olivo!
!Que arrastre mi nombre,
y arrincone su "ha sido"!

!Si alguien pregunta por mí mismo,
-oh Abla-
que solo hable de ti, y lo que has sido! 


                antonio gonzález




miércoles, 5 de abril de 2017

Sentidos





Sentidos...

¿Son los sentidos esclavos 
del alma y el corazón
en el amor y la pasión?
O ¿Son el centro y su sentido
de un hombre que por cultura,
se despoja de aquello,
que le hace esclavo de sí mismo?

No confundas el deseo
con la libre voluntad:
El primero es caprichoso,
irreflexivo y voluptuoso;
el segundo es responsabilidad,
discernimiento, libertad.
Los dos son maravillosos,
colaboran entre sí, -en sinergia-
para hacer al hombre dichoso
y a la persona feliz.   

La vista vive cautiva
del paisaje y del color
sin ella no captaríamos
la luz de los amaneceres
ni de la puesta de sol.
Tampoco sería yo cautivo
del paisaje de tus ojos
cuando con premura miran
buscando amor y pasión.

Sin oído no hay sonido
de palabra ni de voz,
no hay música ni ritmo
en un mundo sin sentido.
Donde lo peor sería,
no escuchar tu linda voz;
y cuando yo te dijera:
-"Eres mi único amor"-,
tu alma no sentiría
ni el vibrar de mi palabra
ni el sentir del corazón. 

Sin el tacto, el otro
sería inalcanzable; nuestro 
cuerpo es calor, es deseo, y posesión.
Sin él la caricia...,
que estremece al enamorado,
sería un intento vano de la mano,
de andar sobre su piel,
y encontrar en sus recovecos,
lo deseado...
Como ola de mar, que recorre bravamente,  
la distancia desde alta mar,
para rendida, morder ardientemente
la arena del litoral..., a intervalos,
así, muerdan mis manos tu piel,
como muerden tus labios.

El gusto es quien domina
el reino de los placeres,
aliado inseparable:
plato de nobles y reyes.
Él nos permite sentir 
los gustos más refinados,
desde la pasión extrema
junto a tu cuerpo deseado,
hasta el placer de sentir
ese beso siempre añorado...

Qué decir del olor 
sentido que nos retrae
a la infancia y al pasado;
a la flor de aquella primavera,
a momentos nunca olvidados
de parva mojada en la era,
a pan recién horneado,
a otoño de membrillos dorados... 
A ella...
         antonio gonzález