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viernes, 2 de febrero de 2024

El Museo: Epifanía de lo Bello



                                                                                  "Omnis ars naturae imitatio est"

                                                                                                          Horacio


"Vale más una imagen que mil palabras". Cierto. El hombre, por su naturaleza cognitiva está sujeto a la imagen. La formación del concepto o idea no puede prescindir de ella. Desde la filosofía griega la epistemología así lo confirma. Veamos.
En la Biblia el Dios monoteísta del Antiguo Testamento, se manifiesta celoso y enfadado a menudo con el pueblo escogido de Israel, por ser infiel y adorar a los ídolos en forma de becerro de oro, hecho por la mano del hombre. Al pueblo de Israel le cuesta trabajo entender a un Dios sin imagen, sin representación empírica, e imitan a los pueblos limítrofes que sí lo tienen, a costa de sufrir terribles castigos. "Yo soy el que soy", se manifiesta Yahweh a Moisés en el monte Sinaí en forma de zarza ardiente. Tuvo Moisés que romper las Tablas de la Ley, para que aquel pueblo "díscolo y duro de cerviz", se arrepienta, vuelva al pacto con Yahweh, y renuncie a la idolatría. En conclusión, el Dios bíblico del A.T. no puede ser reducido a una determinada imagen u objeto, porque su realidad es tan inmensa que transciende a toda "cosificación" tanto en el tiempo como en el espacio. 
No sucede así en el Nuevo Testamento, donde Dios se hace imagen a nuestra semejanza. En la Encarnación Jesús de Nazaret, se hace carne como uno de nosotros, acepta la contingencia de lo humano, y asume la naturaleza humana con todas sus consecuencias, menos en el pecado. Jesús nos muestra el verdadero rostro de Dios: un Dios Padre compasivo y misericordioso.

El conocimiento en la Grecia clásica está sujeto a la representación y a la imagen. Si bien en Platón ésta queda reducida a apariencia. Desde la epistemología o teoría del conocimiento en Aristóteles "El concepto" es el resultado de una extraordinaria elaboración que parte de la percepción sensible del objeto o imagen, y por medio de la abstracción en el entendimiento agente, se convierte en concepto universal o idea, como predicado de una multiplicidad de objetos. Desde la ontología, Aristóteles nos muestra la realidad sustancial constituida por objetos o cosas individuales (sustancia), y su génesis regida por las cuatro causas: material, formal, eficiente, y final. Es la forma la que "informa" a la materia a la vez que la universaliza, la hace objeto individual. Con ello, Aristóteles rompe con el dualismo de su maestro Platón; trae la  idea del "mundo de las ideas " y la inyecta en el "mundo de las cosas": la sustancia. La verdad consiste en "la adecuación del entendimiento con la cosa". La amistad es otra cosa "soy amigo de Platón pero más amigo de la verdad" -manifiesta Aristóteles-, justificando su posición antagónica frente a su maestro. 
Había que bajar la idea platónica de belleza al objeto. Sin ella, no hay arte. El museo es la catedral contemporánea de nuestro tiempo, epifanía de lo bello, de la creatividad humana. Los lienzos sustituyen el relato de las vidrieras catedralicias, las galerías historia viva del fenómeno religioso. "El arte ha sido, durante los dos últimos siglos, el último refugio de la transcendencia: una universal religión que soñó abrigar toda expresión del absoluto y acogerla  en esa emulación de las grandes basílicas que iban a ser los museos". (G. Albiac, El Debate)  Allí, la materia, se yergue sobre la brutalidad ignota de la masa para tomar nombre y llamarse a sí misma. El caos recobra orden e inteligibilidad mediante la forma, imitando al Cosmos. La belleza trasciende lo individual para ser universal. El lienzo, la madera, o la piedra, dejan de ser materia inerte para recobrar vida y elevar la creatividad del espíritu humano a lo sublime. El acto creativo detiene el tiempo y lo convierte en permanencia, en "instante" eterno", como expresión creadora del artista. Cuando la obra de arte lo requiere por su importancia, su lenguaje universal transciende la palabra y cobra un significado ajeno a fronteras,  patrias, e incluso, al propio autor, para convertirse en patrimonio universal de la humanidad. 

Ha causado gran revuelo las declaraciones del ministro de cultura Ernest Urtasun en las que propone superar el "marco colonial" en el que supuestamente se hallan inmersos los museos españoles. Nada tiene que ver la función descubridora de España con la acción llevada por otros pueblos colonizadores -ingleses, portugueses o franceses- Los nativos de las indias fueron, desde un primer momento, súbditos de la corona; y los territorios americanos nunca fueron colonias, sino "provincias de ultramar". Las leyes de Isabel La Católica y de Carlos I de España, no encajan con ese marco colonial al que alude Urtasun. Por supuesto que hubo sus excepciones de maltrato y de injusticias contra los indígenas, fruto de la naturaleza avariciosa del hombre más que de conductas institucionalizadas. "Allá donde afloraban tales conductas criminales, hubo reyes, obispos y jurisperitos que defendieron a los indígenas. La acción de España en América no puede definirse por los abusos que sus hijos peores perpetraron, sino por los principios que sus mejores hijos sustentaron".  (Juan Manuel de Prada, El ángulo oscuro. ABC)

Sin bibliotecas, museos o hemerotecas, eso que llamamos cultura o civilización, quedaría sepultado en la fosa del olvido. Gracias a la imagen, el flujo del tiempo se detiene y fija la memoria. Los pueblos sin memoria son propensos a caer en los mismos errores del pasado y a no saber rectificar para el presente. Los museos cumplen esta función. El Prado, el Hermitage, el Louvre o el Britihs Museum, son algo más que una acumulación de obras de arte apiladas cronológicamente. Algo más que el refugio y salvación de una determinada obra, recobrada de la orfandad de su autor, o rescatada de la avaricia desmesurada de un coleccionista o mecenas insolidario, que la disfruta de forma anónima, individual y egoísta. La obra de arte ha de ser contemplada, reconocida, y admirada en la casa de todos. -el museo- para fomentar la sensibilidad artística y cultural de todos los, ciudadanos, como testimonio de la evolución del "Homo Sapiens al  "Homo Faber". Al pueblo lo que es del pueblo. Esa y no otra debe ser la labor de un Ministerio de cultura: propagar y fomentar una política cultural  de "puertas abiertas", para que -en el caso de los museos- cumplan con el rol social para el que han sido creados, mostrar la cultura a través de exposiciones itinerantes y llegar a la mayoría de gente. Nunca para hacer política ideológica que solo sirve para crear alarma social o fomentar disputas estériles que dividen más que unen.




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