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martes, 24 de diciembre de 2024

¡Feliz Navidad, hombres de buena voluntad!



Te hablo de la Navidad. No de la Navidad de los alumbrados de la ciudad, ni la de los grandes almacenes que venden consumo. Tampoco de la Navidad de los regalos, o la de las grandes comilonas de marisco y champán; la del mantecado, turrón, o la lotería. No. Hablamos de esa Navidad que celebra la venida de Dios a la tierra en forma de hombre en Jesús de Nazaret en la pobreza y la humildad. Sí, ya sé que que hay muchos que no creen en Él, pero dejemos eso en manos de Dios. En la película de "Angeles y Demonios" basada en la novela de Dan Browwn, un personaje ateo le dice al Papa que él no cree en Dios, a lo que el Papa le responde: no te preocupes, porque Dios sí cree en en tí.

Créeme si te digo que yo lo he encontrado y no lo dejaré escapar. Mucho tiempo ha sido rescoldo en un rincón de mi corazón, pero finalmente ha prendido la llama por el soplo del Espíritu. Lo único que siento es no haberlo encontrado antes. Algunos me llamarán beato, extravagante, exagerado, cuando no loco. Lo asumo, pero solo pido respeto y comprensión, el mismo que yo tengo con los no creyentes y los agnósticos. Sí, proclamo mi experiencia religiosa y la alegría que siento de encontrarme con Él y sentirlo cerca de mí. Me da paz, serenidad, autoestima y me hace ser mejor persona.

¿Qué dónde lo he encontrado? Pues no. Te equivocas, si crees que lo he hallado en los libros, o en complicados ensayos de filosofía o teología. Lo he encontrado dentro de mí. “ No lo busques fuera en tu interior está la Verdad “ ( Noli foras ire in te ipsum redi, veritas est ) -nos dice San Agustín- Está en el prójimo, en ti y en mí. En nuestros hermanos los hombres. Está entre nosotros (Enmanuel), en la gente sencilla con la que convivimos diariamente. En la sonrisa de tus nietos, en la mirada de tu pareja amada, en el abrazo de un viejo amigo, en el olor a pan recién hecho, en el café de la mañana, en la lluvia y el olor a tierra mojada…

Pero sobre todo está, en la mano abierta del mendigo que pide a la puerta del supermercado, o en la mirada suplicante del enfermo desde una cama de hospital soportando el dolor a la espera del milagro, en la mujer embarazada que besa a su hijo antes de nacer..., y en tantos y tantos hombres y mujeres que sufren la violencia de la naturaleza, arrastrando consigo todo lo conseguido en una vida de trabajo, esfuerzo y sacrificio. Y en todos aquellos que carecen de paz a causa de la guerra, el maltrato personal, la soledad por la pérdida de un ser querido...  

¿Solo está ahí? No. Dios está en la soledad del sagrario, en el silencio de la oración, en el Sacramento del perdón, en la liturgia dominical de la Palabra y la Eucaristía. Todos los días del año son Navidad, porque cada día, Él nace, te cuida, te piensa, te quiere, te perdona más de lo que tú imaginas. Él sí cree en ti. Crée tú también en Él ¡Feliz Navidad, hombres de buena voluntad!







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