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sábado, 10 de noviembre de 2012

EL Agua por Los Puntones




Uno, -que es de pueblo y no lo puede disimular- (a mucha honra diría mi amigo Lalo), trata de ver las cosas de la vida con la perspectiva que da la edad y la experiencia.  Abla, se encuentra situada a los pies de Sierra Nevada, cada vez mas sierra y menos nevada. Unida por la orografía y por los destinos de la providencia, se encuentra  Abrucena, un pueblo  precioso, que comparte asentamiento en un mismo montículo con Abla, aunque un poco más elevada en altitud. Ya se sabe que los vecinos nunca se eligen, se imponen porque sí. Los Puntones, camino pedregoso, tortuoso y escarpado, era el cordón umbilical que unía y desunía a ambos pueblos. Cuando llegaba marzo, y los almendros se revestían de blanco imitando  a Sierra Nevada, Abrucena dejaba de ser serrana para fervorosamente festejar a su patrón San José y abrirse al mundo exterior.  A todos menos a los abulenses o "panzones", que por la rivalidad entre vecinos, no nos querían en sus fiestas y nos echaban el agua de riego por los puntones para que no pudiéramos subir al pueblo por el camino más corto, disfrutar de sus fiestas patronales, y bailar en la plaza del pueblo con sus mozas. Razones tenían, aunque yo en mis cortas luces de niño de pueblo, poco viajado, entendía. Desde siempre hubo problemas de ambos pueblos por la lucha del agua del barranco. Esto hacía problemática la relación de ambos pueblos. Las comparaciones eran odiosas. Nuestro pueblo era mucho mejor en todo. Así lo entendíamos los niños en la escuela. Teníamos la mejor uva de mesa de Almería y el mejor mosto; la carretera nacional pasaba por el pueblo, lo que nos hacía ser mas cosmopolitas; teníamos un equipo de fútbol invencible llamado Goliat que casi siempre perdía, posiblemente siguiendo la tradición bíblica, aparecía un "David" que nos hacía hincar la rodilla en el suelo, siempre debido a una injusticia-al menos eso pensábamos- los árbitros o eran comprados o nos tenían manía o ambas cosas. Donde no había argumentos era que Abrucena tenía torre de la Iglesia y Abla no. Aunque nuestros Patronos eran tres soldados romanos, -soldados valientes donde los haya- mientras que el pobre y humilde  San José no pasaba de ser un carpintero. Hasta la religión estaba de nuestra parte. Así andaban las disputas pueriles de nuestra infancia, hasta el punto que desde la autoridad de nuestros delirios de grandeza de niños, Abla era española, hidalga y orgullosa, mientras Abrucena no se sabía a que país pertenecía, pero española, ciertamente no. ¡Menudo disparate! Para nosotros la tradición, la historia y la geografía, estaban  al servicio de nuestros sueños de grandeza y de exclusión. No entendíamos por qué "los patanes" -así llamábamos a nuestros vecinos-  no aceptaban nuestra superioridad. Tan profundo aldeanismo separatista, nos hacía ser únicos y mejores. Tampoco que cuando eramos mozos, sus jóvenes no se rindieran a nuestro grito de guerra preferido "Illa illa illa los de Ablilla, los de Ablilla. Illa illa illa los de Ablilla están aquí. Tenemos un defecto, tenemos un defecto, tenemos un defecto, que nos gustan las gachís"... Buscábamos la identidad  y la afirmación de nosotros mismos a través de la exclusión, la diferencia, el enfrentamiento. Algo así como ver la paja en ojo ajeno.

Hoy, afortunadamente Los Puntones es una calle urbanizada que une ambos pueblos. La construcción de una casa junto a otra, ha conseguido unir lo que la historia separó. La nueva carretera, el turismo, el coche, la democracia, la discoteca, y la modernidad, han conseguido el milagro. Todo esto, más la educación de los ciudadanos, la apertura del país, el viajar y contrastar con otras culturas, nos han hecho más abiertos, receptivos, dialogantes, y civilizados. Trabajo ha costado saber que nuestra uva de barco no es la mejor, -todos los parrales han sido desmantelados-; tampoco el mosto se puede comparar con los vinos actuales, elaborados con nuevas cepas. El equipo de fútbol es comarcal -la unión hace la fuerza- y los árbitros nos respetan, más o menos como a todo el mundo. Ahondamos en los que nos une, no en lo que nos separa. Valoramos  y apreciamos los valores de nuestra patria chica, aún más que antes, al compararlos con otros pueblos a los que respetamos. Crecemos compartiendo restaurantes, almazaras, comercios; vínculos comerciales y afectivos que nos hacen más fuertes y solidarios. Los servicios públicos tienden a ser mancomunados, aunque aún queda mucho por hacer. La bondad de nuestras gentes, su simpatía y sencillez, hacen de la comarca del Río Nacimiento, un lugar maravilloso para vivir o visitar y compartir tradiciones, gastronomía y sana convivencia. Otros deberían aprender ...


N.B. EL ALDEANISMO OSCURECE AL BOSQUE. NOS RETROTRAE A ÈPOCAS PRETÉRITAS, PRIMITIVAS E INTOLERANTES.




2 comentarios:

  1. Pues en el camino de los Puntones recordaras que habia un cortijo a la derecha subiendo a Abrucena, el cotijo de David, donde pase parte de mi infancia...con mis abuelos Joaquin y Maria Gracia..

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    1. Así es, Josantero. Recuerdo muchos tragos de agua, cuando a medio camino entre Abla y Abrucena, el sol abrasaba y siempre había alguien allí para aliviarnos. Un abrazo.

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