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domingo, 4 de enero de 2015

Hay que saber latín






















Hoy he recibido un correo de una gran amigo mio, historiador, que quiero compartir con vosotros, sobre la importancia del latín. La anécdota es bien sabida, pero no por ello pierde su vigente actualidad. En cierta ocasión José Solís Ruiz, ministro de Trabajo durante el régimen franquista y natural de Cabra (Córdoba), le discutía al político y rector de la Universidad Complutense, profesor Muñoz Alonso, para qué servía el latín. El profesor le respondió: Por de pronto, señor ministro, para que a Su Señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa. Como veis, mayor utilidad de una lengua a la que llaman "muerta" es difícil encontrar. El latín está vivo en nuestra lengua porque ésta no se puede concebir sin su génesis, ni sin conocer las palabras que por etimología proceden del latín. Es como querer explicar el efecto sin conocer la causa o dar razón del hijo sin conocer a su progenitor. Eliminar la causa eficiente es desconocer la evolución natural de las cosas o como decía Leibniz, la "razón suficiente". 
La palabra "ente" etimológicamente procede del latín ens-entis (que es, que existe, ser) participio presente del verbo esse (ser, estar, existir). De ens-entis, viene también entidad y del verbo esse, proceden las palabras esencia, ser y las formas prefijadas de presente, interés, ausente, proeza. El español lo utiliza como, tener la función de, poseer la cualidad de, etc., (ej.presid-ente, el que ostenta la función de presidir) Como se puede observar, nada que ver con el género, masculino-femenino, que nuestros políticos, tan progres como incultos, emplean en la lengua para manifestar una supuesta desigualdad entre géneros. Son los mismos políticos que no consideran a la política como un servicio a sus ciudadanos, puesto que desconocen la etimología de la palabra "ministro", que procede de minister y del adjetivo minus, que significa menos o menos que, un sirviente con habilidades y conocimientos limitados. Ahora se puede entender que a nuestros "sirvientes de la política" no les interese que sepamos latín no vaya a ser que les recordemos su procedencia y su función, que no es otra que la de servir a sus ciudadanos. 
Cuando ejercía como profesor en Granada, los alumnos me llamaban "maestro" (al principio me enfadaba y les decía que yo era profesor de secundaria, catedrático de filosofía, pero no maestro de magisterio; pronto reconocí mi error. Sin que ellos lo supiesen, me elevaban a una categoría mucho más noble y excelsa que la que empleaba la administración del Estado: Profesor de ESO=Enseñanza Secundaria Obligatoria -más horrorosa, ni a propósito-. Al final uno no sabía si era profesor de "eso" o "aquello"). El término maestro deriva de magister y éste, a su vez, del adjetivo magis que significa más o más que. El magister lo podríamos definir como el que destaca o está por encima del resto por sus conocimientos y habilidades. Por ejemplo, Magister equitum (jefe de caballería en la Antigua Roma) o Magister militum (jefe militar). Por tanto, queda demostrado que cualquiera puede ser ministro pero no maestro. ¿Será por esto por lo que nuestros políticos eliminan, cada vez más, el latín de nuestras aulas? Algo hay.




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