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lunes, 8 de abril de 2013

Pueblos




Paredes blancas en contraste con balcones abigarrados de flores. Casas grandes que antaño fueron señoriales porque señores fueron sus moradores. Tejados de tejas rotas en casas encorvadas por el tiempo, hartas de permanecer erguidas, en otros momentos altivas. Calles asfaltadas y bien alumbradas, para que al trasluz se puedan ver revolotear los insectos por los pocos paseantes invernales. Hablo de nuestros pueblos que orgullosos desafían el tiempo y no quieren claudicar en el olvido. Efectivamente. De esos remansos de paz que cada vez se parecen mas a los campos santos, porque son más los que se han ido que los quedan. Son bellos, aseados y ordenados y huelen a flores. Son nuestros pueblos que poco a poco languidecen,  hasta desaparecer sin que ello sea noticia en ningún periódico, y se resisten a ser engullidos en eso que llaman crisis. Pese a las pocas rentas que sus ayuntamientos pueden aportar, se las ingenian para no ser borrados del mapa. Es encomiable el trabajo de algunos alcaldes y sus consistorios, para que la correntía de la crisis no erosione y desertice el territorio. Para que las comarcas y la agricultura recobren el esplendor de antaño y acabe el éxodo del campo a la ciudad. Para que haya una correcta distribución entre demografía y territorio. Probablemente nuestros pueblos, desaparecerán del mapa para desconocimiento de muchos y la indiferencia de otros, si no se hace algo para evitarlo. Una correcta racionalización del territorio, ha de tener en cuenta una política de servicios, cuya rentabilidad no puede ser sólo económica sino también social. No se le pueden pedir sacrificios a nuestros jóvenes, si no se les dan posibilidades en forma de recursos, inversión económica y formación; proyectos que asociados a la transformación y comercialización de sus productos naturales,  creen expectativas de trabajo y fijen a la población joven en el asentamiento rural. Los urbanos de ciudad, tendrán dificultades para entender lo que significa ser de pueblo. Porque ello conlleva identificarse con la familia y con la estirpe; con las raíces, que para bien o para mal, te definen. Es dejar de ser anónimo, para ser alguien a quien saludan, te sonríen o saben por la pinta de qué palo proviene aquella astilla. Sentirse en el pueblo, es sentir lo propio. Los que vivimos en la ciudad, volver es algo mas que un simple viaje para cambiar de lugar: Es volver en el tiempo y disfrutar de aquellos ratos que nunca debieron acabar. Llegará un día en el que el último habitante hará un viaje sin retorno; nadie ni nada le sujetará allí. Quedará el cementerio como garantía, pero ¿Quién  llevará las flores o limpiará las lápidas?





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