El atentado de la Maratón de Bostón en EEUU el lunes pasado, deja tres muertos -un niño de ocho años y dos jóvenes- once personas en estado crítico y mas de cien heridos de diversa consideración. Es un acto terrorista indiscriminado contra la carne, contra las personas, planificado para hacer daño a gente inocente, en un lugar donde había miles de máquinas fotográficas, que ojalá ayude a la policía a descubrir a su autor o autores. Ahora nada importa si es por ideología o de lobo solitario, tiempo habrá. Mi pésame más profundo con los familiares de las víctimas y mi solidaridad más sincera con el pueblo americano. Bien caro están pagando los americanos del norte su liderazgo político mundial. Caro e injusto. Con independencia de que aún no se conocen los autores, ni los motivos que le han llevado a perpetrar este crimen horrendo, condenamos esta sin razón y esta deriva terrorista, contra unos ciudadanos deportistas, inocentes cuyo único "delito" fue participar en una carrera deportiva, predicando valores de paz, concordia solidaridad, entre los pueblos y estar en el lugar por donde pasaban uno o varios asesinos desalmados, sin corazón ni entrañas. Ningún hombre de buena voluntad puede no condenar el atentado. Aducir razones contra el "imperialismo americano", a favor del atentado, sería inicuo y rastrero por parte de quien lo defienda y mostraría la catadura humana y moral del sujeto que lo mantuviese. Al mismo tiempo hemos recibido la noticia de veinte muertos en Irak a causa de una explosión que ha acabado con la vida de hombres, mujeres y niños, todas víctimas inocentes. Algunos aprovechan para criticar a los medios por no hacerse eco de estos atentados, minusvalorando sus vidas.Lamentablemente, así parece, pero la costumbre y el territorio de guerra en el que acontecen estos hechos, los hace menos noticiables ante la opinión pública; aunque cualquier vida humana tiene el mismo precio.
Hoy somos todos americanos, hoy todos somos de Boston y nos solidarizamos con el dolor de nuestros hermanos. El pueblo americano se recuperará, superará la prueba y encontrará a los culpables. Nosotros, que vivimos una tragedia en Madrid de proporciones gigantescas, condenamos con firmeza a estos viles cobardes que se esconden detrás del anonimato. Son asesinos sin rostro, alimañas sin alma que merecen nuestro desprecio.
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