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jueves, 28 de febrero de 2013

Un Hombre de Dios




Los ojos del mundo fijan su mirada en un Estado minúsculo en extensión pero muy importante por su influencia: El Vaticano. La renuncia de Benedicto XVI por motivos que desconocemos, ha dejado a la Iglesia perpleja entre sus fieles entre el asombro y la fe. Desconocemos las razones profundas que han motivado esta decisión, pero sus palabras y lenguaje traslucen una crítica contra asuntos turbios y malolientes que el Papa no ha podido digerir. Su renuncia hay que entenderla desde la integridad del Santo Padre, que ante los hechos descritos en un informe donde se recogen chantajes, malversaciones económicas y hasta sexo homosexual en el Vaticano, ha preferido por el bien de la Iglesia, renunciar para que otro con mas vigor y mejor salud, pueda enderezar la Barca de Pedro. Desde este punto de vista, su gesto, ennoblece y exalta la persona por su humildad y a la vez por su grandeza como hombre de Dios. Su fundador, Jesucristo, conociendo su Iglesia, nos dejó el Sacramento de la Penitencia para que nos levantemos cuantas veces caigamos. La Iglesia como institución ha jugado un papel esencial para la civilización de occidente, siendo un referente cultural desde el medioevo hasta nuestros días.  La idea de Dios como "Padre", alcanza un significado tan profundo de amor y cercanía, que ninguna de las otras religiones  han podido ni siquiera barruntar. La creación del mundo por  amor de Dios, la Encarnación de un Dios-Hombre, salvación y resurrección, están ahí para quien quiera creer y dar sentido a su vida. La búsqueda del sentido mediante los valores morales y trascendentes del hombre, fundamento de los Derechos del hombre moderno, hay que atribuírselo también a la Iglesia, como a la filosofía de la Ilustración. La labor de evangelización de la Iglesia es incuestionable para los creyentes y su labor social por la emancipación de los pueblos y las personas, no admite ninguna duda. ¿Que ha cometido errores en períodos oscuros? Naturalmente ¿Quién no? Así sucedió durante la Edad Media, cuando la Iglesia tuvo un enorme poder y no le fue bien a la humanidad. Afortunadamente hoy, cuando los límites entre lo espiritual-temporal están marcados, no hay lugar para dogmatismos ni imposiciones doctrinarias. Hoy, el magisterio de la iglesia -sin renunciar a sus dogmas de fe- está en un continuo diálogo con la ciencia y el humanismo, defendiendo los valores del evangelio para millones de creyentes. Lo cual, no es contradictorio con la adaptación a los nuevos tiempos, que como institución ha de llevar a cabo. Es posible que el modo de "estar en el mundo" de la Iglesia, haya cambiado y nunca tenga el poder y la influencia de otras épocas, pero su modelo irá pareciéndose cada vez mas al que le trazó su fundador. !Adios, Santo Padre!

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