Translate

lunes, 14 de enero de 2013

Las Lumbres de San Antón






Si hay una fiesta entrañable  y de feliz recuerdo desde mi niñez, esa era la  de San Antón y sus lumbres. Abla es un pueblo estratégicamente situado, entre las comarcas del Marquesado y las tierras interiores de Granada y la marinera Almería o "Espejo del mar". Su privilegiada situación le hace ser portadora de un crisol de costumbres y tradiciones, fruto de su inmensa capacidad de acogida y su apertura al mundo. La veneración de San Antón como patrón de los animales domésticos, es de lo mas natural en un pueblo que vive de la agricultura. Los precedentes históricos los desconocemos, -yo al menos-  pero éste santo era muy venerado en Francia  e Italia. Su fiesta relacionada con el fuego, debe tener antecedentes antropológicos purificativos y curativos, asociados al fuego, a las epidemias y a enfermedades de los animales. Tener el favor del Santo, era un salvoconducto para la gente con fe y un remedio que solo puede explicarse por el fervor de un pueblo creyente, que ante las desgracias terrenas y los pocos medios curativos, se arrimaba al fuego que mas calienta, que no era otro que San Antón. Eso,  y el miedo a perder el  cerdo del que dependía no pasar hambre durante el invierno.  Tampoco la fecha es ajena al mensaje de la fiesta: "Hasta San Antón, Pascuas son" Se cierra el ciclo de la navidad y comienza un año nuevo lleno de incertidumbre. Aunque el frío invierno es amenzante, los abulenses se aprestarán a recoger la aceituna, talar los olivos y quemar las ramas. Los braceros tendrán dinero fresco fruto de su trabajo. Será tiempo de sustituir los maltrechos muebles viejos y  comprar los nuevos, y que mejor época que  cuando comienza el año nuevo. También los aperos de labranza hechos de esparto, como aparejos, serones y seras,  aguaderas, esteras y esterillas, capachas , capachos para el prensado de la aceituna molida (los "rondeles"), sogas, bozales, etc. Todo será quemado y renovado.
Flaco favor haría a mi memoria y a mi espíritu si no recordara esta fiesta, como la viví en la niñez. La noche anterior, la mitad del pueblo desde la plaza hacia los caños, prendían los pinchos, preparados para la ocasión, y montones de leña y muebles viejos apiñados en las puertas de las casas, que abiertas, acogían a los visitantes ofreciendo rosas (palomitas de maíz) y mosto. Los niños de mi edad,  saltábamos las hogueras con pértigas hechas de cañas recién cortadas, mostrando valentía y arrojo, desafiando los peligros del fuego, en favor de alguna que  otra Dulcinea. Entre cohetes, mosto, rosas, cánticos picarones, y requiebros, se pasaba la noche. Todo transcurría en torno a la pira luminosa, construida por tantos deseos y peticiones al cielo, que como pavesas y chispas pasajeras evanescentes se perderán en la noche oscura, esperando una respuesta que tal vez, nunca llegue.



4 comentarios:

  1. Un año, al saltar la lumbre, se rompio la caña y di con mis posaderas en el relcoldo...ademas de las quemaduras, pillamos alguna colleja que otra..

    ResponderEliminar
  2. Me gusta mucho todo lo que cuentas
    Me trae muy Buenos recuerdos
    Gracias ANTONIO

    ResponderEliminar
  3. Desde la plaza para bajo esa noche algunos yo recuerdo también hacían una pequeña hoguera para quemarle las barbas a San Antón

    ResponderEliminar
  4. Me alegro que te guste lo que escribo. Se trata de no olvidar las tradiciones y costumbres recibidas de nuestros padres y antepasados, para a su vez, trasmitirlas a nuestras futuras generaciones y que no sean arrojadas en el saco del olvido.

    ResponderEliminar