Esta sociedad que todos hemos inventado y que nos toca vivir se repite como las estaciones del año y las olas que golpean la playa, de forma rutinaria. Hace bien poco, nos gastábamos el dinero en suculentos manjares para engordar y satisfacer los estómagos y ahora nos lo gastamos en gimnasios para subir la cuesta de enero mas ágiles y livianos. Así de creativa es nuestra sociedad. Siempre repetitiva y cíclica. Cíclica sí pero menos repetitiva. Los que pueden pagarse un gimnasio son cada vez menos y para aquellos que les preocupa su estética, una faja o el cambio del espejo del tocador que estilice la figura, puede ser mas económico. Lo importante es estar a gusto con nuestro cuerpo. Los días de la abundancia y el despilfarro, no están lejanos; el cierre de mercados de alimentación, no sólo es una muestra de la crisis económica, sino la evidencia de una dieta impuesta por decreto; por el decreto y los recortes del gobierno, quiero decir. El Señor Arias Cañete -ministro de agricultura y alimentación- nos ha confesado un secreto, dando ejemplo como corresponde a un ministro, que después de ver lo que se come en Africa, se come los yogures cumplidos, no sin antes discutir con sus hijos. Lo dijo en la cadena Ser y pudo ser escuchado por toda España; a mi entender, hubiera sido mejor aparecer en la televisión por esto de mas vale una imagen...que mil palabras (Es evidente la figura saludable y oronda del Sr. Ministro, en contraste con los famélicos africanos) Las farmacias también se han resentido en sus ventas, porque la gente ha dejado de llenar el botiquín, para llenar el frigorífico; pero que no se preocupen, porque bien pronto volverán, aunque para muchos será demasiado tarde. El derroche de una generación de la abundancia, contrasta con la gente hurgando en los contenedores en busca de algo que llevarse a la boca. Es la viva estampa de una generación que le sirve bien poco saber leer, porque las etiquetas con hambre, no son visibles.
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