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jueves, 24 de enero de 2013

Escribir, merece la pena





Algunas veces me pregunto para qué sirve escribir, ponerme delante de mi ordenador día tras día. Mas que una vocación es un acto de fe para mover montañas que siempre están ahí. ¿A quién diablos le interesa lo que escribo y para qué lo escribo? No soy ingenuo, y la mayoría de las veces me cuestiono una actividad que lo único que me reporta es algún que otro comentario desagradable. Los comentarios políticos son apreciaciones subjetivas que no cambiarán el curso de la historia de mi país y menos la opinión de los políticos y su actitud ética; entonces, ¿Qué sentido tiene decir lo que piensas o pensar lo que dices, a un público cuyo diálogo es el silencio sólo roto por el ruido monótono del refrigerador del ordenador? La soledad y el silencio son una pareja inseparable para la creación y la inspiración, lo que no minusvalora el ruido de la vida y la acción, que de todo tiene que haber.
Ante la situación problemática que vive España, muchos se preguntan dónde está los intelectuales regeneracionistas; aquellos que lucidamente sepan diagnosticar los males que nos aquejan y encontrar los  remedios oportunos. Que no vendan su alma a la ideología partidista por pertenecer a este u otro medio y busquen la verdad por encima de las lentejas. Hombres intachables en quien poder confiar que encaren los problemas con objetividad, y descubran la corrupción allí donde esté; que a la primera palabra en la tertulia o en su columna de opinión, no sean definidos por los oyentes.
Y, sin embargo, sí que merece la pena escribir y sembrar por el camino, con la certeza de que algunas semillas caerán en buena tierra y germinarán en el futuro. Es posible que algunos ante el clima de corrupción que se ha instalado en España, piensen que es tiempo de sudor antes que de saliva: Mas acción y menos palabras; y no les falta razón. Pero, no hay que olvidar la educación; tan denostada y minusvalorada porque  pone su objetivo en el futuro -que no lo hay- contrario al "presentismo" o "carpe diem del "aquí y del ahora". De ahí tantas fiestas y botellones, que embrutecen y narcotizan a la juventud, en una huida hacia ninguna parte, por la carencia de perspectivas reales de trabajo y de realización personal. Cuando enciendes una luz para otra persona, también iluminas tu propio camino.Por todo ello, merece la pena escribir.






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