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lunes, 7 de enero de 2013

"Correr como un negro...




para vivir como un blanco" Así se expresaba Samuel Eto'o cuando era jugador del FC Barcelona. Ya se sabe, no hay nada mas eficiente que el hambre para mover los pies o tal vez agudizar el ingenio. Los pueblos que progresan lo hacen a partir de crisis o hambrunas que marcan su territorio, para después ingeniárselas y salir del subdesarrollo. El mundo es una aldea global, decía un tal Mc Luham; hoy las hazañas de Ronaldo, Messi o Casillas, son seguidas y admiradas por medio mundo y parte del otro. A los niños del Chad -según cuenta David Ruiz  en el Confidencial- "el viento de la desgracia les privó de una existencia digna desde el mismo día en que vieron la luz por mor del lugar donde lo hicieron. Excluidos alevosamente de las ayudas internacionales de todo tipo por causa de la crisis económica del primer mundo, mientras las multinacionales del petróleo esquilman sin miramientos el gran tesoro que escondía hasta hace poco el subsuelo del Sahel, la práctica del balompié es el mayor lujo que pueden darse y, con suerte, la tabla de salvación a la que se aferran las víctimas inocentes de este desangramiento infinito que padece la quinta nación más pobre del mundo y la más corrupta de todas". Miles de niños en el Chad idolatran a estos jugadores y son el reflejo de lo que ellos podrían ser. Todo comenzó con Makélélé y Karembeu, como personajes elevados a categoría de héroes, -por no decir de dioses- alejados del la pertinaz sequía del Sahel y del hambre mas atroz conocida en nuestro planeta. Hoy Eto'o, Adebayor o Didier Drogba, son conocidos tanto o mas que sus familiares o profesores, representando en su creadora imaginación infantil lo que podrían ser  a lo que son. Su pecado, es haber nacido en Africa, al otro lado del mar, donde un rosario de penalidades les aguarda, como sino maldito de vientos calurosos que no cesan de fustigar sus cuerpos desnutridos, de sed, de malaria, de esclavitud, de desintería, de tierra yerma del desierto, de enfermedades, de muerte. El deporte rey, tan denostado en nuestra propia sociedad por los excesos y sueldos astronómicos de nuestros ídolos, puede servir como acicate y ayuda para millones de niños Chadianos, que quieren regatear con un balón en sus pies, el hambre, la miseria, la enfermedad. Basta una pelota  de verdad, para -según Deporte y Arte solidario del Chad- convertir esto en un proyecto que cree escuelas-taller de agricultura sostenible y solidaria, y que eduque a los niños a producir sus propios alimentos. Dotar de agua e infraestructuras es determinante para que esta asociación pueda cumplir con su cometido. Ayudarles con nuestros recursos, desde nuestra sociedad opulenta, es de justicia. Ya va siendo hora de que "corramos como blancos para vivir como negros".


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