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martes, 17 de noviembre de 2015

Seguridad y Cooperación






Occidente vive una situación real de peligro. Hay canallas que nos quieren destruir. De pronto un problema real, no el monotema ficticio de Cataluña -que aunque sigue ahí- ha desaparecido como por arte de magia de los primeros titulares de nuestros medios de comunicación. Ante la tragedia de París, lo de Cataluña se me antoja un sainete propio de gente miope y alicorta, en otra palabra, de provincianos. O nos tomamos en serio lo que sucede en nuestro entorno, dándole la importancia que debe de tener, o acabarán con nosotros. Algunas reflexiones que me vienen a la cabeza y que quiero compartir con vosotros. ¿Qué armas tendría un supuesto estado catalán y qué servicios secretos dispondría para hacer frente al terrorismo internacional? ¿Cuál sería la experiencia y la infraestructura con la que contaría para garantizar la seguridad de sus ciudadanos? ¿Afectaría a su seguridad el hecho de ser un país no reconocido en los principales foros internacionales? Estas y otras preguntas deberían ser contestadas por esos iluminados que se lanzan a la aventura de la independencia llevados por el sentimiento. Es evidente, que estas cuestiones han de ser respondidas por la razón y no por la emoción. Pertenecer a un Estado, no es una cuestión de simpatía ni de sentimientos amorosos; no es una cuestión de afectos de querernos más o menos; es una cuestión jurídico-política de organización racional, que lleva consigo unas ventajas para sus ciudadanos, entre otras muchas la de la seguridad. De esto se trata.


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