El órdago secesionista empieza a rebajarse como un souflé. Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. La mentira tiene las patas muy cortas y aunque el asunto ha llegado muy lejos, las aguas volverán a su cauce, aunque el daño afectivo en la sociedad catalana fracturada tardará muchos años en cicatrizar. Asociado a esto, nos encontramos con consecuencias éticas, políticas y económicas, que los catalanes no tardaran en sufrir en sus propias carnes. Desde un punto de vista económico, nadie con dos dedos de luces, invertirá en un territorio inestable, cuya deuda se ha desbocado y cuya credibilidad está considerada como bonos basura por agencias internacionales. ¿Cómo pretenden ser independientes si ni siquiera pueden pagar a los farmaceúticos una deuda de 330 millones de euros? Desde el punto de vista de la ética, sorprende el engaño social y colectivo de la familia Puyol y la financiación del 3% por ciento de Convergencia, para tapar las vergüenzas de la corrupción. ¿Como es posible un engaño de tal envergadura del discurso victimista de "España nos roba", cuando los ladrones del dinero de los catalanes y de los españoles eran ellos, cobijados bajo las esteladas? El saqueo de la oligarquía catalana independentista no se explica sin el despliegue de los medios de comunicación -afines a sus proclamas- creando un discurso mítico y quasi religioso de una Cataluña que solo está en sus delirios y que prendió en el pueblo catalán, como bálsamo de Fierabrás remedio de todos sus males. Lo triste es que algunos se lo creyeron y aún siguen creyéndoselo. Esa transferencia del independentismo al pueblo no hubiera sido posible sin la complicidad de intelectuales "progresistas" de izquierda junto a la oligarquía de la burguesía catalana de derechas, que han supeditado su propia ideología a la causa común del separatismo, ayudados por los medios de comunicación subvencionados para tal propósito.
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