No soy accionista de Repsol YPF. No soy accionista de ninguna multinacional -yo diría- que me caen antipáticas. Los intereses de Repsol me traen al pairo. Cuando lleno el depósito de mi coche, me cobran puntualmente y no me regalan la gasolina. Hasta me cabrean porque no hacen nada mas que subirla de precio cuando llegan las vacaciones. Me calientan mi casa por contrato pero podría cambiarlo por otra compañía, y hasta es posible que lo haga. Tampoco me interesa que la Señora Kirchner cada vez que viaja a EEUU se gaste 100.000 dólares en zapatos -si los tiene y se lo puede permitir, no es de mi incumbencia-. Aunque me parece muy poco ético y ejemplar en un país cuya población lo está pasando muy mal.
Sí me preocupa el totalitarismo de CFK cuando no respeta y niega los principios de seguridad jurídica, los valores de la sociedad occidental y del liberalismo económico. El problema, -según Luis del Vall- "es la alargada sombra del peronismo, que suele influir y trastocar a los que se dedican a los asuntos públicos en la querida Argentina. El peronismo no es una filosofía, ni un sistema político, ni siquiera una ideología. Es más bien un sentimiento de nostalgia por unos tiempos en que la II Guerra Mundial, primero, y la posguerra, después, le permitió al General Perón exportar hasta el aire de la Pampa, y todo a buenos precios. El peronismo tuvo luces y sombras, y frente al populismo y demagogia, que se ganó la voluntad de los sindicatos, hubo corrupción, torturas y persecución de periodistas incómodos" La Razón (14-04-12).
La Señora, debe de saber que las normas no pueden trasgredirse y una vez iniciada la partida tampoco pueden cambiarse a su antojo. Las relaciones económicas internacionales, se basan en el respeto estricto de sus leyes y ningún país puede tragredirlas son pena de ser catigado por la comunidad internacional y la huida de los inversores extranjeros. No es justo expropiar a REPSOL YPF o a otra empresa en época de bonanza. Hay que recordar que cuando "el corralito argentino" estalló, sumiendo a Argentina en una crisis sin precedentes, hubo desbandada de empresas extranjeras, excepto las españolas que siempre creyeron en nuestros amigos argentinos, siendo España el principal inversor. Repsol apostó por Argentina creando riqueza, trabajo y prosperidad El petróleo es de los argentinos, pero la tecnología y la inversión es de Repsol. Unos y otros están condenados a entenderse, -el tango se baila con dos-, y repartir beneficios de acuerdo a los pactos establecidos.
Cuando las cosas no van bien en Argentina, la Señora CFK no debería emplear la demagogia y el nacionalismo populista para distraer la atención de los ciudadanos con expropiaciones forzosas de "todo para el pueblo". Mal camino es ese. Como señala muy acertadamente el informe escrito por Miguel Ángel Cortés y Alberto Carnero -éste último actual Jefe de Gabinete del Ministro de Exteriores-, ese “nacionalismo populista encuentra su razón de ser en la existencia del enemigo exterior, hacia quien desvía la atención de sus fracasos. El imperialismo, los Estados Unidos, los organismos financieros internacionales y las multinacionales son los chivos expiatorios preferidos del populista latinoamericano”, un caudillo que “desprecia el orden legal. Frente a la ley como límite del poder opone su pretensión de ser él el origen de la ley”. Todo gobierno que subordina “principios e instituciones liberales como la división de poderes, el mérito y capacidad, la igualdad ante la ley y el respeto por los derechos individuales, al logro de sus objetivos”. Lo único que puede conseguir es espantar la inversión extranjera y la credibilidad de su país ante la comunidad internacional.
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