"Por vuestras obras os conocerán" dice Jesús de Nazaret en el evangelio.No somos y valemos por lo que pensamos, sino por lo que hacemos. La percepción individual interna de cada uno, es mejor que la que tienen los demás sobre nosotros. Lo importante no es como nos vemos, por lo que pensamos, sino como nos ven por lo que hacemos. La mayoría de las personas nos vemos mejor de lo que somos, pero lo que nos define son los hechos y los actos buenos que hacemos a nuestros semejantes y quienes nos analizan y juzgan son los otros. Así lo creo yo también.
Alrededor de un 60% de la población se limita a vivir la vida como si fueran zombis, comen, practican sexo, ven la televisión y compran en grandes superficies. Su vida es vegetativa: comen, duermen,trabajan y se reproducen. Se dejan llevar según modas y corrientes, sin ningún sentido crítico ante la realidad. Tú, querido lector, puedes ser uno de ellos, aunque la mayoría no tiene conciencia de serlo. Quizás sea un mecanismo de defensa y de compensación el vernos mejor de lo que somos y sea bueno para el equilibrio mental y emocional.
Otro 30% de personas se manifiestan como turistas en el largo viaje de la vida. Andan el camino, visitan lugares y hacen fotos superficiales en movimiento de cara a la galería. Pasan sin dejar huella. Son aquellas que se alegran de lo fantásticas que son y de lo maravillosas que están de haberse conocido. Sus inquietudes arden en el altar del orgullo y la vanagloria. Necesitan el aplauso y el incienso de los demás para su egolatría. Son dioses con pies de barro. Sociables, engreidos, altaneros. Su tema preferido de conversación gira en torno a ellos, sobre ellos y solo ellos. Son egocéntricos. Tienen metas pero se difuminan en la negrura en cuanto el sol se pone.
Finalmente, en nuestro caminar por la vida, encontramos un grupo en torno al 10% de personas que podríamos denominar viajeros. Personas que toman en serio el sentido de la existencia y el camino. Ítaca como meta, pero sin olvidar el día a día, observando los pequeños detalles que nos hacen felices, viendo el presente con sus alegrías y tristezas, sin postponer la felicidad en un día que tal vez nunca llegue. Realismo y esperanza, unidas en un mismo proyecto. Viviendo lo inmanente sin olvidar lo trascendente. Dejando una ejemplar huella en el camino, que otro pueda seguir. Siendo profundamente humanos.
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