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lunes, 14 de septiembre de 2015

Relatos para leer desde el sillón





La Vuelta al Cole

Estaba muy orgulloso de la cartera que mi abuelo, maestro nacional, me había regalado. Era de cartón forrada de plástico y tenía unos cierres plateados, el asa, y dos correas para poder sujetarla sobre las espaldas. Fue la primera cartera con la que fui a la escuela donde guardaba la enciclopedia  Alvarez, el cuaderno multiusos, los lápices de colores, la goma y el sacapuntas. También tenía espacio suficiente para el bocadillo de sobrasada o de salchichón (ya que en aquel tiempo aún no se habían inventado los donuts). Era de lo poco que podía presumir, porque yo era de aquellos niños que no entendía la necesidad de la escuela en un entorno rural que vivía exclusivamente del trabajo físico con la tierra. Aún recuerdo el primer día de cole cuando acompañado por mi padre le pregunté para qué servía la escuela; mi padre, me miró y me dijo: "Para que el día de mañana seas un hombre de provecho". Su respuesta me desconcertó aún más y no disipó mis dudas. ¿Qué tenía que ver la escuela con las cosechas paupérrimas o las sequías persistentes? ¿Iba a eliminar la escuela la hambruna de la posguerra? ¿Acaso la escuela solucionaría el problema de ceniza de la uva de barco? Con estos interrogantes, propios de un niño criado en el campo, el "Movimiento", "La Falange", y "La Iglesia", representados por los cuadros de Franco, José Antonio, y un crucifijo que presidía la mesa de Don José, nuestro maestro, empezaba la andadura educativa de los niños de mi pueblo, y la mía propia.
Hoy las cosas no son como ayer. A finales de agosto comienza la vuelta masiva de las vacaciones: Todo se pone en marcha. Septiembre en un mes que quiere emular a enero porque es el comienzo de la actividad. Lo novedoso no está en los estrenos de cine o teatro, ni en el inicio de la competición futbolera, o la vuelta de la política -si es que alguna vez tomó vacaciones-, ni por supuesto, en la apertura del año judicial: Lo importante es el retorno a la escuela, "la vuelta al cole". El tráfico, las colas, la aglomeración  en la puerta de los  colegios, las últimas recomendaciones, los besos y abrazos de los padres. Esas aulas muertas y silenciosas, sepultadas en el estío del verano, de pronto recobran el ruido que otrora tuvieron; se llenan de risas, llantos, y algarabías. Es la vuelta a "la normalidad". Son las lágrimas de los más pequeños ante la separación de la madre o el padre, y en presencia de otros que sufren la misma ausencia, y que contagian su pena... Para otros, es el reencuentro con sus amigos y la continuidad de una "vieja amistad". Es el retorno de la vida en común, el comienzo del aprendizaje en socialización con los otros, la salida del cascaron del entorno familiar para descubrir un mundo nuevo lejos del proteccionismo de los padres. Para ser hombres de provecho -como decía mi padre-. Algo tan "natural" como la vida misma.



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