Translate

miércoles, 30 de octubre de 2013

Halloween: Noche de Brujas






Imitar está en la base de todo aprendizaje. Los roles sociales que nos acompañarán en nuestra vida de adultos comienzan en un proceso imitativo. Aprendemos aquello que nos causa curiosidad, admiración, y después satisfacción. Así conformamos nuestro ser durante toda la vida. En ella encontramos personas y hechos dignos de imitar. No siempre  se aprende lo mejor a veces lo peor, dependen de las personas y circunstancias con las que nos encontramos en nuestro largo caminar. A veces la elección no depende del todo de nuestro libre albedrío, siempre hay razones que se nos escapan.
También los pueblos imitan y aprenden unos de otros: a este fenómeno le llamamos "globalización". Los pueblos  intercambian modelos de conocimiento, ciencia, tecnología, costumbres y usos sociales, mediante un complejo sistema de comunicaciones e intercambios socio-culturales. España no está al margen de estas influencias de globalización. Exportamos productos de calidad a todo el mundo, también usos y costumbres. (La siesta es un producto genuino español, del que estamos muy orgullosos los españoles y felices aquellos que la practican...). También importamos e imitamos usos y costumbres de otros pueblos. Pero no, aquí imitamos usos y folklore de dudosa comprensión, desconectados del trasfondo sociológico cultural donde adquieren sentido, como es el caso de la fiesta de Halloween (Noche de Brujas, Noche de Difuntos). Una fiesta de brujas y seres perversos que habitan en las regiones de un mundo invisible, que causa espanto, temor y curiosidad. Es el mundo de la muerte y el misterio de lo intangible, de la tiniebla, de los susurros, ruidos y roces que proceden de ninguna parte... Es la noche donde lo invisible se hace presente mediante el símbolo de la calabaza. ¿Para qué imitar a los americanos en fiestas que tienen su "razón suficiente" en tradiciones ancestrales con sentido propio? No somos un país culto por beber coca-cola, comer hamburguesas, ver películas de vaqueros, o asistir a conciertos de rock and roll. Tampoco importando fiestas, donde si sales de casa te muelen a escobazos los niños de los vecinos de escalera... No está mal querer parecerse a los americanos. Por mi encantado. Empecemos por ponerle letra a nuestro himno nacional y cantarlo con la pasión que ponen ellos. Respetemos nuestra constitución, garantía de derechos y deberes de todos los ciudadanos, vivamos donde vivamos. Honremos a nuestra bandera constitucional, símbolo de la unidad de España, si no izada en los balcones y jardines de nuestras casas, sí en el corazón de los ciudadanos. Tengamos una separación real de poderes, libres e independientes de situaciones coyunturales políticas. Imitemos su capacidad de investigación y elevemos el nivel de nuestras universidades, para que al menos aparezca alguna universidad española entre las cien primeras del mundo. Respetemos a nuestras víctimas del terrorismo y no aceptemos la intromisión de sentencias que denigran nuestra dignidad, vengan de donde vengan. Cerremos de una vez la herida de la guerra civil... Puestos a imitar, eliminemos la partitocracia y hagamos que nuestros políticos sean responsables ante sus electores y no ante sus líderes de partido, y eliminemos mediante el sufragio a aquellos que utilizan los cargos políticos para su propio beneficio. Seamos una nación, orgullosa de su pasado, comprometida con el presente, y esperanzada en su futuro. Acabemos de ser un proyecto en eterna discusión. Acabemos de poner en cuestión eternos debates metafísicos identitarios de hace 500 años, como:  ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? o ¿A dónde vamos? Tal vez, algún día no muy lejano, lleguemos a ser un país orgulloso de su pasado y su historia, como sucede con todos los pueblos civilizados que se aprecian. ¡Seamos nosotros mismos! Sana envidia.





No hay comentarios:

Publicar un comentario