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miércoles, 29 de mayo de 2013

¿Es bueno el bipartidismo?





Yo creo que sí. Desde la Transición, España ha sido gobernada por el bipartidismo en alternancia del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y PP (Partido Popular),  y no le ha ido tan mal. Hoy vivimos tiempos de crisis, de paro, de corrupción,  y como consecuencia de ello, se pone en tela de juicio muchas cosas en España, entre ellas el bipartidismo. La corrupción en los dos partidos hegemónicos, -cuando no es uno  es el otro-, aparece en los medios de comunicación afines (cada uno acusando al contrario) aumentando el descontento del electorado, que refugia su voto en IU (Izquierda Unida) y UPyD (Unión Progreso y Democracia), que suben como la espuma a costa del descontento de Socialistas y Populares. Ningún partido del arco parlamentario poseería mayoría absoluta en el supuesto que se celebraran elecciones al día de hoy. Según encuestas recientes, el PP perdería su mayoría absoluta y se vería obligado a pactar con otros partidos para gobernar; sus votantes no le perdonarían a Rajoy el haberles engañado subiendo los impuestos,  incumpliendo el  programa electoral y recortando en sanidad y educación, cuando podía haberlo hecho recortando en la administración y en los gastos superfluos de las CCAA (Comunidades Autónomas), (él se defiende apelando a la herencia recibida de Zapatero, 9% de déficit, y a la exigencia de los mercados, para seguir financiando la deuda española) La realidad es que por unas cosas u otras, el divorcio entre el PP y sus votantes, es un hecho incuestionable de difícil solución.
En cuanto al PSOE, su intención de voto ha caído en picado, en torno al 24% (perdería la casi la mitad de escaños) Un partido con vocación hegemónica nacional, no puede hacer lo que ha hecho el PSOE. Primeramente, en la anterior legislatura, pactó con el PP, en la Comunidad Autónoma Vasca, perdiendo el gobierno de esta comunidad, y desaprovechando una oportunidad que difícilmente podrá repetirse. En Cataluña, gobernó con el tripartito ERC e ICV, y ya conocemos la sangría de votos que le ha costado en esta comunidad, pasando de ser un partido con acción de gobierno a convertirse en residual o comparsa. No solo cometió errores en el pasado, apoyando un Estatuto que era la última preocupación de los catalanes entre sus prioridades (acordemosnos "el aprobaré en Madrid lo que el Parlamento Catalán apruebe" -Zapatero dixit-) y cuyas funestas consecuencias estamos pagando actualmente. De aquellos polvos estos lodos. Hoy, el secesionismo avanza en Cataluña, espoleado por unos dirigentes irresponsables, que aceptan o desacatan las sentencias del Tribunal Constitucional, según conviene a sus intereses políticos. Las veleidades del Señor Navarro (secretario General del PSC) apoyando "el derecho a decidir" propuesto por el Honorable Presidente de Cataluña, Señor Mas, pasará factura al partido socialista; de hecho ya lo está haciendo, pues la ruptura con el resto del PSOE, está al caer. Pero si mala es la experiencia en Cataluña, peor lo es en Andalucía, donde su afán por mantenerse en la poltrona le hace pactar con IU, tragándose las excentricidades del sindicalista Sánchez Gordillo y Diego Cañamero, que cuando no desvalijan un supermercado ocupan una finca. Todo para mantenerse en el poder y "a vivir que son dos días".
Ante este panorama, el descrédito del Socialismo a nivel nacional es evidente e incuestionable. No se entiende que un partido del prestigio y abolengo del PSOE haya caído tan bajo. A fuerza de tanto pacto, tanto querer estar donde no es votado por los ciudadanos, haya vaciado su identidad y su ideario. Porque ¿A qué partido socialista nos atenemos? ¿Cuál es su hoja de ruta? No es una crisis de liderazgo -que también- sino de programa. ¿Habrá algo mas incomprensible que un partido que se tilda de "socialista", con vocación nacional, haya renunciado a la esencia de su razón de ser para ser aliado de pactos políticos que rompen la igualdad de los ciudadanos en razón del territorio que habitan? Que no defienda la igualdad de los ciudadanos por encima de la de los territorios, es algo incomprensible que explica muy bien la crisis profunda que afecta al socialismo español.
Los pueblos, al igual que las personas, tienden a  olvidar los errores del pasado y a recordar los éxitos. La Transición, tantas veces alabada por los historiadores, también tuvo sus sombras que no podemos olvidar. El Estado de las CCAA, una forma híbrida de descentralización y federalismo, fue una error que aún estamos pagando. Las comunidades de Cataluña y Vascongadas, estaban preparadas por razones históricas, a tener un estatuto autonómico que las diferenciaran del resto de regiones de España. Los constitucionalistas, por miedo al golpismo de los militares, inventaron el "café para todos", para no alarmar a las fuerzas reacias al cambio democrático. Hoy, después de transferidas las competencias de educación y sanidad, se ha comprobado que fue un error. Porque, si lo que se pretendía era acercar la administración a los problemas de los ciudadanos para una mejor gestión de los recursos, hoy, se ha comprobado, que la detención de las competencias solo ha servido para generar una carrera de desigualdades en función de los territorios, para olor  y honra de los caciques territoriales, para "yo más que el vecino" sin importarles la búsqueda del bien común, un concepto moral, o, por lo menos, hacia el interés general, un concepto utilitario. Lo que se inventó como un servicio eficiente, se ha convertido en un lastre pesado, ineficaz y costoso, que genera división, desigualdad, ciudadanos de primera  o segunda clase, destrucción de la unidad de mercado, etc. y que encima, por oneroso, no puede ser pagado por el país. Se  ha desahuciado al Estado central en favor del autonómico; se ha perdido el lenguaje democrático surgido de la Transición, secuestrado por el nacionalismo como viejo, caduco y obsoleto, lo que es innovador, democrático e igualitario. Son ellos, los nacionalistas, los decimonónicos, separatistas, insolidarios obsoletos y trasnochados. Inventores de mitos y cuentos que solo existen en su fabulación desquiciada y ahistórica. Han desnudado al Estado de sus símbolos de unidad, bandera e himno, identificándolos con la época franquista, a la vez que han exaltado los suyos sin referencia histórica que los fundamenten. Evitan el nombre de España como si de un apestoso se tratara, llegando a la estupidez enfermiza que cuando hablan del tiempo meteorológico, en sus respectivas comunidades, utilizan "llueve en el Estado español" obviando la palabra "España". Increíble ¿No? Hoy, lamentablemente, solo es nacional el Corte Inglés y los leones del Congresos de los Diputados.
España se torna ingobernable sin el bipartidismo. Volveríamos a la "italianización" donde cada partido pactaría en función de sus intereses, obviando los nacionales. Pasaríamos de "Guatemala a guatepeor". Por la unidad de España, y la salida de la crisis, necesitamos partidos fuertes que superen los grandes retos a los que el país se debe enfrentar. Así lo espero, y deseo.




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