Nadie valora aquello que no le ha costado conseguir. O al menos no lo aprecia en su justa medida. Recuerdo el año 1977, cuando se inició la consulta mediante referendum para aprobar la Constitución, yo vivía en Salamanca en una pensión, junto a la Casa de las Conchas, formando esquina con la Pontificia. Era una época convulsa por el terrorismo de ETA, que asesinaba un día tras otro a todo lo que se movía con uniforme y sin él. De inestabilidad, que se genera cuando hay un proceso político de cambio de un régimen dictatorial a la un régimen democrático. De incertidumbre e inestabilidad económica con una inflación y varias devaluaciones de la peseta. El PCE (Partido Comunista de España) acababa de ser legalizado en plenas vacaciones de Semana Santa, con el consabido runruneo de ruido de sables en el ejército. En Madrid habían sido asesinados los abogados laboralistas por un comando de extrema derecha...Un panorama sombrío pero esperanzador y trepidante, para un universitario que acababa su carrera de Licenciado en Filosofía y Letras (como se llamaba en aquel tiempo) y que quería ver a su país llamado España en lo mas alto de países democrático y constitucionales.
Hoy celebramos el 34 aniversario de nuestra Constitución. Es tiempo de reflexión y crítica y de hacer balance; no todo ha sido bueno, pero podía haber sido peor. Hacerlo en profundidad, excedería en extensión este artículo. Solo dos puntualizaciones: La primera, es hacer una labor pedagógica para que las generaciones mas jóvenes, que no han participado directamente en este proyecto político, lo hagan mediante ciertos cambios de "agiornamento" de la carta magna, y se involucren en un regeneracionismo de compromiso activo en la política, que falta hace. Para que nadie se quede fuera y se encuentren nuevas vías de participación de grupos de ciudadanos, que por lo que sea , no se sienten representados por los actuales partidos políticos. La segunda, una reforma que concluya con un nuevo modelo territorial, donde tengan buen encaje las regiones periféricas y se cierre un modelo de descentralización, que a pesar de sus defectos ha tenido grandes logros, mediante la reforma del Senado, como cámara de representación de las regiones y pueblos de España. Junto a ello, institucionalizar la participación de la sociedad civil en nuevas formas y grupos, fuera de los partidos políticos tradicionales, tan denostados y alejados de los problemas reales de la gente. El cisma entre la clase política y el pueblo es tal en nuestro país, que los políticos más que una solución son un problema; La corrupción, el clientelismo, el nepotismo, el tráfico de influencias, de algunos de nuestros políticos, de todas las tendencias, ha dividido a España en dos: la que vive en la pobreza, el paro y la miseria, buscando comida en los contenedores o comiendo en comedores de Cáritas, desahauciados de sus casas y frustradas sus ilusiones y esperanzas; y la de los políticos, financieros y empresarios, que miran para otro lado. Hace falta un cambio político y de credibilidad en nuestra clase dirigente, que pasa por la ética pero también por la reforma de una Constitución que aunque joven tiene achaques de vieja.
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