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jueves, 20 de diciembre de 2012

NARCISO




Hay personas que desde que tuvieron uso de razón, "se alegraron mucho de haberse conocido". Sus vidas transcurren en un circulo egoísta de auto valoración, proporcional al desprecio que sienten sobre los demás. A menudo estas personas, desconocen que sus éxito proviene de un cúmulo de circunstancias -que si las supieran- su orgullo se diluiría como la espuma del mar en una playa solitaria.  Eco era una ninfa que por haber ofendido a uno de los dioses, estaba condenada a no poder hablar, excepto por la repetición de la última sílaba de todo lo que se le dijera. Algunas fuentes dicen que Hera, fue quien le impuso la maldición, exasperada por su incesante parloteo; otras fuentes dicen que fue Pan, enojado por su empalagoso amor. Tuvo la mala suerte de enamorarse de Narciso, el hermoso hijo del dios del río Cefiso y de la ninfa Liríope. Sin embargo, como ella solo podía hacer eco de sus palabras, Narciso la ignoró y ella se desvaneció en una sombra. Pero el castigo aguardaba a Narciso: egoísta y despreciativo de todas sus admiradoras se enamoró de su propio reflejo en el estanque y así murió admirándose. Los dioses lo convirtieron en la flor homónima. El egoísmo siempre va acompañado de la ambición por poseer y acumular, aun lo que no se necesita. El que cree que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser. El egoísta -paradójicamente- necesita al otro para reflejarse en él, como Narciso, esclavo de su propia contemplación. No hay peor castigo al narcisista que ignorarlo; el fuego que abrasa su "ego" se consumirá, cuando no esté alimentado por leños agasajadores. Sin el aplauso y el eco de una sociedad aduladora, su vida carece de sentido. Su muerte, también. En su tumba, no se encontrará una lágrima de peso que brote de un corazón roto. Sólo el eco de una vida malgastada, y el reflejo desvanecente  de una imagen distorsionada por  el olvido.


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