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sábado, 10 de marzo de 2012

EL IMPERIO DEL NÚMERO





Desde la crisis de la filosofía Escolástica y el desmoronamiento de la metafísica en el siglo XVII, con la irrupción de la filosofía racionalista cartesiana, nunca hubo un período en la historia del pensamiento donde se tambalearan los cimientos de la ciencia y del saber con tanta intensidad. El Racionalismo, iniciado por René Descartes y seguido por  Spinoza, Malebranche y Leibniz, confiere una importancia excesiva a la razón como principio y un valor fundamental a la razón como fundamento de todo conocimiento, al margen de los sentidos. En este sentido el Racionalismo suele oponerse al Empirismo Inglés de Locke, Berkeley y Hume, cuya tesis principal sostiene que nuestros conocimientos proceden, en último  término, de los sentidos, de la experiencia sensible. Ambas corrientes inauguran lo que los estudiosos del tema llaman filosofía moderna.
La nueva forma de filosofar encuentra en las matemáticas la seguridad que carecía con el modelo tradicional y mediante la aplicación del método deductivo se lanza a conocer el Universo a partir de ciertas ideas y principios evidentes y primitivos, basándose en la convicción de que el ámbito del pensamiento se corresponde exactamente con el ámbito de la realidad, y que el pensamiento por sí mismo es capaz de descubrir la estructura de la realidad. Todo sea por conseguir la seguridad que ahora está en la mente; si para ello, hay que renunciar al "ser" en favor del "pensar", y renunciar a la contingencia y la libertad del hombre en favor de la necesidad, sea bien venido el cambio, -dicen los modernos-
El olvido de la metafísica y la suplantación de la realidad por el sujeto, erigiéndose éste como dueño y señor de todo lo que existe, afecta no sólo a la metafísica u ontología, sino a la antropología, a la epistemología, a la ética y hasta a la sociología política. En efecto, la implantación del Racionalismo y la matematización, como modelo del saber, se manifiesta en nuestra cultura bajo lo que podríamos denominar el imperio del número y de la cantidad. Actualmente, se complica el conocimiento de la sociedad actual y la incidencia en las relaciones humanas, si prescindimos de la cuantificación y sus numerosas aplicaciones en métodos estadísticos aplicados a las ciencias sociales  y a las ciencias físicas. Aplicado al mundo social y político, el criterio de la mayoría rige como absoluto: el peso de la mayoría democrática, decide qué es bueno y qué es malo; qué es verdadero y qué es falso; qué es bello y qué es feo; qué se debe preferir y qué hay que rechazar u odiar; qué se debe hacer y qué no hay que hacer;...De este modo podríamos sintetizar esta tiranía en una palabra: eficacia. Lo que se inicia como un medio o instrumento de conocimiento, se convierte como único criterio de saber y actuar. Desde el punto de vista de la física, la realidad se presenta primeramente como "extensa", para posteriormente considerarla como masa dentro de un sistema mecanicista.
El racionalismo moderno extiende sus tentáculos cuantitativos inundando la realidad y "creando" a ésta a su imagen y semejanza. "Todo lo racional es real y todo lo real es racional", decía Hegel desde su idealismo absoluto. Al generarse la realidad a partir de la razón como paradigma cuantitativo matemático, la realidad que emerge es deformada, fría , calculadora, reduccionista. Cree conocer la realidad pero solo la cuantifica. Válida para las ciencias físico-matemáticas, la economía y la estadística, pero inservible para las ciencias humanas como la psicología.Solo retrocederá ante la "vida" y la "historia", realidades que escapan a la razón por ser ésta producto de ellas. Profundicemos en este concepto.
La teoría del conocimiento ha de lindar necesariamente con la ontología o teoría sobre la realidad. Todo conocimiento a  ser conocimiento de algo está relacionado con la realidad o lo que llamamos "ser". No puede haber conocimiento de nada; el ser necesariamente es el objeto del pensar: son dos polos que interactúan mutuamente. Así lo proclamaron los griegos y toda la tradición occidental de la Edad Media; su filosofía estaba necesariamente unida al "ser" o "ente", por eso sus fundamentos estaban asociados a la metafísica u ontología.
Pero he aquí que llegan los modernos racionalistas del S.XVII, en concreto Descartes y con el "cogito" o "pensar", aplicando su duda metódica, rompe con la realidad exterior quedando encerrado su yo en la certeza y la evidencia, dándole más importancia a la función lógica del conocimiento que a la ontológica de la realidad.
Pero un tercer grupo -el empirismo- entiende la teoría del conocimiento asociada a la psicología, reduciendo la realidad a vivencias o ideas en la mente, a partir de la experiencia. La teoría del conocimiento se convierte en psicologismo, olvidando las otras dos vertientes, la ontológica y la lógica. El error de los modernos consistió en optar por la lógica, olvidando la tradición ontológica.
En efecto, la filosofía de Kant -paradigma de lo que venimos afirmando- es la fundamentación filosófica de la ciencia físico-matemática de Newton. Una ciencia fenoménica, consecuencia de la nueva metodología que rompe con la metafísica y abandona la vocación ontológica, al descubrir el sujeto sus enormes poderes para constituir el objeto de conocimiento. Este es el ideal científico de los modernos, tanto empiristas como racionalistas. Es el fruto de la concepción homogénea y cuantitativa de la naturaleza (estructura matemática como denominador común de la mente y de la realidad)
Por eso, el profundo vínculo entre todos ellos, como la impronta o el carácter o la modernidad, hay que buscarlo en la estructura fundamental y fundante de la matemática, como clave interpretativa de la realidad y de la mente. Esto, está claro que es un pilar del materialismo porque presupone implícitamente el carácter extenso cuantificante (matematizable) de toda la realidad. Por eso, los modernos están más unidos que desunidos, a pesar de las aparentes y superfluas diferencias entre empiristas y racionalistas, entre filósofos y científicos. El espíritu de Galileo y el de Descartes; el de Descartes, el de Spinoza y el de Hume; el de Newton y el de Kant, todos ellos forman parte de un ideal científico y humanista que no descarta la naturaleza, sino que la asume bajo el denominador común de las estructuras mentales del sujeto, que son las estructuras matemáticas.
El problema es, si este ideal científico y humanista se mantiene incólume en nuestros días; yo considero que se ha quebrado por muchas partes, especialmente en las humanidades, aunque ha tenido vigencia casi absoluta hasta finales del siglo XIX. Es indiscutible que nuestra sociedad, fruto del ideal científico y humanista estudiado, vive hoy una profunda crisis. Considero -que en no pequeña parte- se debe al carácter exagerado y dogmático con que se aplicaron los principios de la filosofía moderna, negándose torpemente a asimilar algo, por pequeño que fuese de XX siglos de historia del pensamiento humano desde Thales. El olvido del ser -y todo lo que representa la tradicción filosófica- lleva al racionalismo o idealismo a inundar todas las esferas de la realidad mediante la razón, que se convierte en el arma más poderosa para interpretar y entender todo bajo su luz cegadora. Desconectada de la vida y de  la historia, se convierte en  manipuladora de la realidad a su antojo sin tener en cuenta otros aspectos de la totalidad, reduciendo la realidad a números,  que cree conocer pero lo único que consigue es cuantificarla. Es el caso mencionado de la estadística.
Más ilustrativo es el campo de la política, donde su objetivo principal es la cuantificación del número de votos para alcanzar mayorías y aplastar al oponente con la consecución del poder. Los hombres y mujeres quedan reducidos a listas, diluida su subjetividad por razón de disciplina de partido.
Pero donde se manifiesta con más virulencia es en la economía. Esta ha entrado en nuestras vidas como un elefante en una cacharrería. Así se puede decir que una economía marcha muy bien si su PIB (Producto Interno Bruto) aumenta, aunque exista paro, y no se sepa como reducirlo. Relacionado con ella está el problema de la emigración, donde según la productividad y la temporalidad habrá que importar emigrantes cuando haya crecimiento y necesidad de mano de obra barata, y expulsarlos cuando haya paro y bajada de producción. Sin evaluar las consecuencias y las incidencias sobre su adaptación a nuestra cultura occidental. etc,. En el imperio del número, todo es desproporcionado y cuantitativo; lo determinante es lo colosal, lo grande, lo llamativo, la novedad: lo que se tiene, no lo que es.
Por eso, si descubrir esto es el placer del estudioso, revisarlo críticamente, para volver a sus cauces el torrente lógico desbordado, es el deber de los pensadores que aun siguen creyendo en la fecundidad de algunas ideas, o esquemas estructurales del pensamiento clásico, en tanto que aprovechables, eficaces y oportunos para salir de la crisis que presenta la actual cosmovisión.




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