"Humano soy y nada de lo que es humano me es ajeno"
Lucio Anneo Séneca (Ep., XV)
A Séneca se le ha estudiado siempre como filósofo moralista y ético y sin embargo se ha dejado un poco en el olvido su vertiente social y la importancia que tiene ésta para el hombre. Por ello he querido reflexionar en este incipiente filón, para poner al descubierto sus ricas vetas y contribuir así, de forma muy modesta, al conocimiento del hombre como ser social. Sirva como recuerdo y humilde homenaje a quien fue mi maestro y profesor D. Luis Martínez Gómez J.I. -allá donde esté- al quien tanto le debo en mi formación filosófica en la Universidad Pontificia de Salamanca.
Lucio Anneo Séneca, nacido en Córdoba en el año 4 d.C. y muerto en Roma en año 65, no es un filósofo metódico ni sistemático. Su estilo, sin llegar a la sequedad, es cortado, sentencioso, como compuesto de refranes. Por ello, trataré de recomponer y entresacar las ideas principales de Séneca, respetando al máximo su pensamiento, aun a costa de sacrificar la metodología. Aunque se mantiene dentro de los cuadros generales de la doctrina estóica, no se sujeta con exclusivismo a ninguna escuela determinada. Conserva su libertad, con un poco de excepticismo, dando amplia acogida a otros elementos incluso de los epicúreos.
Para Séneca la filosofía tiene ante todo un color práctico. No es filosofía la que simplemente enseña a conocer cosas, sino la que enseña a vivir bien, conforme a la virtud. No es filosofía la que solamente sirve para la escuela, sino que sirve para la vida.
Séneca fundamenta la base de la sociedad en la naturaleza; ésta exige de los hombres su unidad. Pero ésta no le es dada sin más, sino que por ser el hombre racional, necesita del concurso de la razón, entendida como principio de sociedad humana que incluye en sí una disposición ética verdadera prenda de la formación de la unidad del género humano. Esta disposición, en un auténtico sentido estoico, tiene que plantarse en el individuo, para despertar así el impulso hacia la sociedad. Así el deber frente al género humano se centra principalmente en la vivencia de los hombres singulares. De aquí que su originalidad, mas que en doctrinas concretas, consista en su carácter profundamente humano, en centrar su interés en el hombre mismo. En interiorizar la vida moral y ensalzar como algo sagrado la dignidad de la persona humana: "Homo res sacra homini": "El Hombre es cosa sagrada para el hombre".
Séneca, no se considera ligado a ninguna pátria, como buen estoico. La pátria del sabio es el mundo. Todos los hombres son iguales por su origen. Por esto defiende la sociedad común de todos los miembros del género humano. La única nobleza y distinción entre los hombres, es la que proviene de su ingenio y su trabajo, y sobre todo la que distingue al hombre virtuoso. Ni siquiera el estado de esclavitud llega a someter a todo el hombre, pues siempre queda libre su parte mejor. Séneca no llega a condenar la esclavitud, pero tiene para los esclavos frases de consideración, reconociendo la dignidad humana que hace a todos iguales. Desde este punto de vista, su doctrina no fue superada por ningún filósofo no cristiano.
En cuanto la doctrina política de Séneca, hay que señalar su escasez en relación al número de temas políticos que aborda, pero estos pocos revisten gran valor e importancia. Son, además, una mera consecuencia lógica del principio fundamental de su filosofía: vivir armoniosamente con la naturaleza.
Las dos grandes conclusiones que definen y caracterizan sus ideas políticas son: primera, la igualdad de todos los hombres por naturaleza; en virtud de ella, todos los hombres forman un universalismo social o un gran Estado social universal, en donde todos los hombres son ciudadanos naturales. Segunda, en el interior de esta sociedad universal todos gozan, en principio, de los mismos derechos; sólo la virtud crea desigualdades pero ésta está al alcance de cualquiera.
A detalles más particulares no desciende. Nada se nos dice sobre la posible organización de ésta gran sociedad universal o cosmopolis; no se menciona el fin al que se ordenaría, ni el tipo de autoridad o régimen por el que se regiría. Y esto tiene su explicación en Séneca, ya que su programa político es una consecuencia de su moral y su ética, y por tanto, los lazos de esta sociedad universal, son morales y religiosos, más que jurídicos y políticos y quedan centrados especialmente en el individuo. A esto contribuyó, sin duda, el desengaño y la decepción que tuvo sobre la vida política, lo cual le llevó al retiro y al alejamiento de ésta. Contribuyó también a esto, la época que le tocó vivir, en la cual se mostraba ya los síntomas de la decadencia y de la catástrofe, por ello su programa no era de conquista y civilización, sino un ideal de libertad interior. La vida social, los deberes, las relaciones humanas, no son ya el fin de la vida, sino un medio de ejercitar la voluntad, de conquistar la fuerza, de bastarse así mismo aún en medio del estrépito del mundo. Séneca no es un pesimista en el sentido metafísico de la palabra; no cree en la sabiduría del pueblo, pero cree en la racionalidad del universo y cree en la energía espiritual del individuo concreto, que puede elevarse por encima del anonimato de la muchedumbre y hacer el bien, por puro amor al bien.
También es justificable el Estado y el Derecho positivo para Séneca: Estas instituciones son imprescindibles tal y como está la situación de la humanidad; y son queridas por Dios para hacer posible la convivencia entre los hombres. El sabio debe aportar toda la sabiduría para la construcción de un mundo mejor.Por tanto, puede y debe dedicarse a la política, pero debe saber retirarse a tiempo cuando las circunstancias lo aconsejan. Para ello, Séneca ha sabido crear una figura nueva de sabio dedicado al Estado desde su retiro. Desde aquí, el hombre sabio y bueno presta un servicio a la humanidad, aunque no tenga poder político. Lo hace así por virtud de su relación moral con sus semejantes o aún por la mera contemplación filosófica.
Estos dos principios de la doctrina senequista: la igualdad radical de todos los hombres por naturaleza y la universalidad social de todos los hombres, representan el más alto grado de moralización de la acción política, nunca alcanzada en la antigüedad. Ciertamente, el cristianismo estaba imbuido de las mismas ideas, pero estas adquirieron inmediatamente un sentido religioso totalmente ajeno a la política. La igualdad de todos los hombres se tradujo desde muy temprano, en la igualdad ante Dios; igualdad de oportunidades para ser bueno, para salvarse. Como principio de valor político fue casi absolutamente inoperante, y sólo muy tarde en la historia de Europa adquirió su significación y su puesto en la política. La fraternidad universal, predicada igualmente por la doctrina cristiana, salvó su esencia en el orden puramente místico, mientras que en el político degeneró en un particularismo mezquino, que llegó a considerar como santa la guerra y la persecución de aquellos que eran fieles a otra religión o a otras ideas. La doctrina estoica de Séneca, nunca obtuvo la preponderancia e influencia que obtuvo la cristiana; no podemos saber a qué resultados hubiera llegado. Pero el valor de la misma como programa teórico y práctico es indudablemente definitivo tanto bajo un punto de vista estrictamente político como bajo un punto de vista moral.
N.B. Este artículo es el compendio de la Tesina: "El Hombre Social en Séneca", publicada en la Universidad Pontificia de Salamanca en el año 1977, cuyo autor es Antonio González Padilla y dirigida por el Doctor en Filosofía Luis Martinez Gómez.
Séneca fundamenta la base de la sociedad en la naturaleza; ésta exige de los hombres su unidad. Pero ésta no le es dada sin más, sino que por ser el hombre racional, necesita del concurso de la razón, entendida como principio de sociedad humana que incluye en sí una disposición ética verdadera prenda de la formación de la unidad del género humano. Esta disposición, en un auténtico sentido estoico, tiene que plantarse en el individuo, para despertar así el impulso hacia la sociedad. Así el deber frente al género humano se centra principalmente en la vivencia de los hombres singulares. De aquí que su originalidad, mas que en doctrinas concretas, consista en su carácter profundamente humano, en centrar su interés en el hombre mismo. En interiorizar la vida moral y ensalzar como algo sagrado la dignidad de la persona humana: "Homo res sacra homini": "El Hombre es cosa sagrada para el hombre".
Séneca, no se considera ligado a ninguna pátria, como buen estoico. La pátria del sabio es el mundo. Todos los hombres son iguales por su origen. Por esto defiende la sociedad común de todos los miembros del género humano. La única nobleza y distinción entre los hombres, es la que proviene de su ingenio y su trabajo, y sobre todo la que distingue al hombre virtuoso. Ni siquiera el estado de esclavitud llega a someter a todo el hombre, pues siempre queda libre su parte mejor. Séneca no llega a condenar la esclavitud, pero tiene para los esclavos frases de consideración, reconociendo la dignidad humana que hace a todos iguales. Desde este punto de vista, su doctrina no fue superada por ningún filósofo no cristiano.
En cuanto la doctrina política de Séneca, hay que señalar su escasez en relación al número de temas políticos que aborda, pero estos pocos revisten gran valor e importancia. Son, además, una mera consecuencia lógica del principio fundamental de su filosofía: vivir armoniosamente con la naturaleza.
Las dos grandes conclusiones que definen y caracterizan sus ideas políticas son: primera, la igualdad de todos los hombres por naturaleza; en virtud de ella, todos los hombres forman un universalismo social o un gran Estado social universal, en donde todos los hombres son ciudadanos naturales. Segunda, en el interior de esta sociedad universal todos gozan, en principio, de los mismos derechos; sólo la virtud crea desigualdades pero ésta está al alcance de cualquiera.
A detalles más particulares no desciende. Nada se nos dice sobre la posible organización de ésta gran sociedad universal o cosmopolis; no se menciona el fin al que se ordenaría, ni el tipo de autoridad o régimen por el que se regiría. Y esto tiene su explicación en Séneca, ya que su programa político es una consecuencia de su moral y su ética, y por tanto, los lazos de esta sociedad universal, son morales y religiosos, más que jurídicos y políticos y quedan centrados especialmente en el individuo. A esto contribuyó, sin duda, el desengaño y la decepción que tuvo sobre la vida política, lo cual le llevó al retiro y al alejamiento de ésta. Contribuyó también a esto, la época que le tocó vivir, en la cual se mostraba ya los síntomas de la decadencia y de la catástrofe, por ello su programa no era de conquista y civilización, sino un ideal de libertad interior. La vida social, los deberes, las relaciones humanas, no son ya el fin de la vida, sino un medio de ejercitar la voluntad, de conquistar la fuerza, de bastarse así mismo aún en medio del estrépito del mundo. Séneca no es un pesimista en el sentido metafísico de la palabra; no cree en la sabiduría del pueblo, pero cree en la racionalidad del universo y cree en la energía espiritual del individuo concreto, que puede elevarse por encima del anonimato de la muchedumbre y hacer el bien, por puro amor al bien.
También es justificable el Estado y el Derecho positivo para Séneca: Estas instituciones son imprescindibles tal y como está la situación de la humanidad; y son queridas por Dios para hacer posible la convivencia entre los hombres. El sabio debe aportar toda la sabiduría para la construcción de un mundo mejor.Por tanto, puede y debe dedicarse a la política, pero debe saber retirarse a tiempo cuando las circunstancias lo aconsejan. Para ello, Séneca ha sabido crear una figura nueva de sabio dedicado al Estado desde su retiro. Desde aquí, el hombre sabio y bueno presta un servicio a la humanidad, aunque no tenga poder político. Lo hace así por virtud de su relación moral con sus semejantes o aún por la mera contemplación filosófica.
Estos dos principios de la doctrina senequista: la igualdad radical de todos los hombres por naturaleza y la universalidad social de todos los hombres, representan el más alto grado de moralización de la acción política, nunca alcanzada en la antigüedad. Ciertamente, el cristianismo estaba imbuido de las mismas ideas, pero estas adquirieron inmediatamente un sentido religioso totalmente ajeno a la política. La igualdad de todos los hombres se tradujo desde muy temprano, en la igualdad ante Dios; igualdad de oportunidades para ser bueno, para salvarse. Como principio de valor político fue casi absolutamente inoperante, y sólo muy tarde en la historia de Europa adquirió su significación y su puesto en la política. La fraternidad universal, predicada igualmente por la doctrina cristiana, salvó su esencia en el orden puramente místico, mientras que en el político degeneró en un particularismo mezquino, que llegó a considerar como santa la guerra y la persecución de aquellos que eran fieles a otra religión o a otras ideas. La doctrina estoica de Séneca, nunca obtuvo la preponderancia e influencia que obtuvo la cristiana; no podemos saber a qué resultados hubiera llegado. Pero el valor de la misma como programa teórico y práctico es indudablemente definitivo tanto bajo un punto de vista estrictamente político como bajo un punto de vista moral.
N.B. Este artículo es el compendio de la Tesina: "El Hombre Social en Séneca", publicada en la Universidad Pontificia de Salamanca en el año 1977, cuyo autor es Antonio González Padilla y dirigida por el Doctor en Filosofía Luis Martinez Gómez.
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