Todos los votos en una democracia son útiles pues todos tienen el mismo valor. Esto es así y hasta parece una obviedad. Pero no es así del todo. Según la ley D'hont que rige en España, unos votos tienen más incidencia que otros a la hora de asignar un diputado a un partido u otro dependiendo de la provincia en el que se presente. Dicho de otro modo, hay 22 provincias cuya asignación del escaño a un partido determinado depende de unos pequeños miles de votos, para decantarse a un lado u otro, de ahí la feroz lucha por conseguirlo.
El sentido común de una gran mayoría de españoles se decanta por una gran coalición entre los partidos constitucionalistas PP, PSOE y Ciudadanos, puesto que nadie podrá conseguir mayoría absoluta para gobernar, según marcan las encuestas; una gran coalición que permitiría una gran estabilidad para desarrollar grandes reformas en educación, economía, servicios sociales, etc, basada en los pactos donde cada uno debe ceder. El PSOE se niega en redondo a esta coalición afirmando que no apoyará un gobierno del PP pero tampoco con Unidos-POdemos ¿Entonces? Tampoco Ciudadanos está por la labor puesto que se permite el lujo de determinar quien debe liderar el PP asignándose un papel de juez que nadie le ha pedido.
Visto el panorama, los españoles nos jugamos el próximo 26 de Junio algo más que la elección de un gobierno para un período de cuatro años. Se trata de defender el Estado de bienestar y los valores democráticos de la transición del 78, es decir: La igualdad territorial de España, la igualdad de sus ciudadanos con independencia del lugar donde vivan, la integración de España en Europa y al euro, la creencia en la economía libre de mercado, la independencia de jueces y magistrados, el pacto por una educación duradera y consensuada, la integridad de las instituciones como garantes de la igualdad y libertad de todos, etc. Estos son los criterios que en mi humilde opinión determinan la utilidad del voto útil.
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