MARCO
Marco lloraba en su contenedor de basura,
repleto de residuos orgánicos de cáscaras
de melón, sandía o huesos de melocotón:
Llanto de supervivencia y ternura.
Dos semanas han hecho de Marco un niño
fuerte; encerrado en un contenedor,
arrojado por su progenitora al hedor;
otros, tardan años en dominar su suerte.
Crecerá fuerte como el grito que destapó
su sino, pese haber estado entre inmundicia,
de una sociedad podrida, en desatino.
Su corazón rebosa vida, aires de libertad,
pese a haber sido arrojado a los desechos,
por su madre que huele a maldad.
ANTONIO GONZÁLEZ
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