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jueves, 16 de octubre de 2014

Excálibur





"Excálibur", el perro del ébola, cuyo cadáver fue rechazado por el Rector Magnífico de la Universidad Complutense de Madrid, Don José Carrillo, de apellido conocido por ser el vástago de Don Santiago, Secretario General del PCE, solo ha encontrado descanso cuando su cuerpo ha sido convertido en cenizas en un crematorio, no si antes vagar por las incineradoras de Madrid en busca de alguien que se ocupara de él, porque todos huían, como a un apestado,  por miedo a ser contaminados. Ahora es fácil decir que "todos somos Excálibur" cuando "el bicho" y el perro son ceniza, cumpliéndose el refrán popular de  "muerto el perro se acabó la rabia". Ha sido necesario que el ébola cruzara el Mediterráneo, para que esta sociedad llamada del "primer mundo", timorata, insolidaria y miedosa, se arremange los brazos y se tome en serio una pandemia que puede acabar con su estado del bienestar. Las voces que proferían gritos para que el perro no fuera sacrificado se difuminaron en la noche del olvido y las autoridades determinaron que había que sacrificarlo porque nadie se hacía cargo de un perro que podía estar contaminado por el ébola. La investigación es otra cosa, y el lugar más apropiado era la Universidad, pero ante la negativa del Rector Pepe Carrillo, anteponiendo antes la salud de los investigadores y alumnos, -lo cual es comprensible en un hombre de izquierdas-, todo queda aseado como debe ser. De nada valen los protocolos ni las recomendaciones de la OMS -pensaría él- después de que estos fallasen infestando a  Teresa Romero, la auxiliar de enfermería y dueña de Excálibur. Los experimentos mejor con gaseosa, que los virus son traicioneros y peligrosos. Mientras tanto, Teresa mantiene una feroz lucha contra la enfermedad, y va viendo la luz del túnel. Ya ha comenzado a hablar y lo primero que ha preguntado es por su perro Excálibur. Aún no sabe que lo han sacrificado.



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