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domingo, 5 de octubre de 2014

A mis Queridos Sobrinos: José Antonio y Olivia






Nunca me gustaron las bodas. Siempre he pensado que para la coyunta entre un hombre y una mujer -lo más natural del mundo- no hacía falta tanto trajín. Después pensé que eso de crear un hogar para traer niños, educarlos y que la especie se mantenga, era algo serio. En mi niñez las bodas estaban envueltas en un misterio entre lo sexual, lo religioso y lo festivo. Lo que más me gustaba de las bodas era la abundancia de comida y bebida en un ambiente festivo y alegre con gaseosa y pasteles que hacía las delicias de los niños. La excepción a este rechazo, era la cencerrá  (nada que ver con el ganado bovino ni nada que se le parezca) en el que se castigaba  a la pareja por contraer matrimonio a hurtadillas; me parecía un acto valiente y transgresor, de unos pocos que se atrevían a ser diferentes en una época uniformada.
No. No es una boda más. Es La Boda de José Antonio y Olivia. Muchos de nosotros puede que olvidemos este día. Ellos no lo harán. Porque es su boda. Queridos sobrinos: Permitidme estas palabras que salen de lo profundo del corazón de vuestro tío y que tiene la osadía de hablar en nombre de la familia, de los presentes, pero también de los ausentes; dejad que mi palabra sirva a todos aquellos que os quieren decir algo pero no tienen boca, que os quieren escuchar pero no tiene oídos, que quieren sentir vuestra felicidad de ahora pero su corazón está en algún lugar oculto, aunque cercano.  No permitáis que el paso del tiempo borre lo que tan intensamente sentís ahora. Que la rutina, los problemas, las dificultades, los sinsabores, la enfermedad y la tristeza, no sean obstáculo insalvable para remar juntos ni causa de desazón en el viaje que hoy iniciáis. Hoy todo son flores, sorpresas, alegrías, ilusiones, acompañamiento...Pero no olvidéis que las flores  tienen espinas y se marchitan, las sorpresas pueden tornarse desagradables, las alegrías en tristeza, las ilusiones en desilusiones,  la compañía en soledad... Hoy el mundo se paraliza para vosotros porque vivid un instante llamado: Felicidad.
A ti me dirijo, querida sobrina Olivia. Yo sé que lo que te voy a decir huelga, pero no está de más recordarlo. Nunca renuncies a tus raíces: Ten siempre presente quien eres y de dónde vienes. No olvides los principios y valores que aprendiste en el seno de esta familia. Puedes sentirte orgullosa de pertenecer a ella y llevar la frente bien alta, cada día de tu vida. Cultiva la virtud y los principios del amor, la fidelidad, la entrega, la sinceridad, el altruismo...y no olvides ser tú misma en el ámbito más libre e imperecedero del ser humano, allí donde nada perece ni envejece y nada ni nadie puede decidir: Tu propia conciencia. En el viaje que inicias con José  Antonio te encontrarás con problemas cuya solución cree dudas o temores y sólo podrás compartirlos con él, escuchándole. No podrás evitar tropezar pero ten tendida la mano para apoyarte en él cuando llegue el momento, para sujetarte y no caer. Que tus alegrías sean las suyas; que tus tristezas las compartas con él. No juzgues sus decisiones desde la prepotencia, el egoísmo y el interés propio, limítate a apoyarle, estimularle y consolarle; no traces los límites de su libertad déjale su espacio, acéptalo como es. Si llegado el momento se le  rompe el corazón recógelo en trocitos para abarcar, si cabe, con más cariño, la fuerza de tu amor. Y cuando llegue el invierno a vuestra vida y vuestro tronco se quede sin hojas, allí estéis erguidos el uno junto al otro.
Ahora te toca a ti, José Antonio. !Bienvenido a nuestra familia! En ella te acogemos como uno de los nuestros. Te llevas lo mejorcito de la casa: La pequeña que creció en el regazo de su Abuela Paquita, mi madre, nuestra madre, y su Abuelo Antonio. De ellos hemos aprendido la honradez, la honestidad y el sacrificio, a mirar más a los demás que a nosotros mismos. Hoy, comparten vuestra felicidad allá en el cielo, orgullosos de vuestro enlace. Olivia tiene mucho de su abuela: Esperamos que sepas apreciarlo. Tú también vienes de gente buena, noble, y trabajadora;  así lo hemos constatado desde que te conocimos. Por eso, citando a Khalil Gibrán, solo se me ocurre decirte "Que los hombres que no perdonan los pequeños defectos de las mujeres, jamás disfrutarán de sus grandes virtudes” Estoy seguro que tú lo harás. Créeme, José Antonio, "Nunca estarás felizmente casado con alguien hasta que no te divorcies de una parte de ti mismo". Y ya para terminar, antes de poner en duda el buen juicio de tu mujer, fíjate con quien se ha casado ella. En nombre de mi familia y del mio propio os deseamos !Muchas felicidades a los dos!



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