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martes, 3 de junio de 2014

Abdicación del Rey Juan Carlos





En España solo se conjuga un verbo desde ayer: Abdicar. La noticia de la abdicación del Rey Don Juan Carlos I, nos dejó a todos sorprendidos y corrió como un reguero de pólvora por las redes sociales. Nadie podía ni imaginarse una noticia de este calado, excepto  el Presidente Señor  Mariano Rajoy y el líder de la oposición Alfredo Pérez Rubalcaba, informados por su Majestad el Rey desde que tomó la decisión en su 76 cumpleaños, allá por el mes de enero. Y ¿Ahora qué? Pues ya lo dice el refrán "a rey muerto rey puesto" (en este caso una muerte simbólica a efectos prácticos) El Príncipe Felipe será  proclamado Rey de España con el título que por línea sucesoria le corresponde de Felipe VI, tal y como se establece  en el artículo 57.5 del Título II de la Constitución Española, que obliga a resolver el asunto mediante una ley orgánica. Ese artículo dice textualmente: "Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica".
Esta es la noticia que ha impactado por inesperada en la sociedad española, y que nos lleva a hacer algunas reflexiones y consideraciones que creemos muy necesarias. ¿Por qué ahora y no antes o después? Nadie conoce las verdaderas razones que han motivado al Rey a tomar esta decisión y tampoco él las ha querido comunicar, aunque la idea más generalizada era la del cambio generacional.  Pero aquí nadie da puntadas sin hilo: Ahora o nunca, esa era la cuestión. La mayoría absoluta con la que cuenta actualmente el PP no se dará en muchos años de democracia; el partido ha dilapidado esa mayoría -dicen ellos- por la herencia tan catastrófica recibida del gobierno socialista. El desencanto y la frustración de los ciudadanos se manifestará como castigo en las próximas elecciones. Tampoco el PSOE anda como para tirar cohetes; excepto en Andalucía  en el resto de España la pérdida de votos es imparable. La corona sabía muy bien estas razones y se ha fraguado un pacto entre Zarzuela, Moncloa, y Ferranz, para aprobar con aplastante mayoría la ley orgánica que permita la sucesión del heredero. Hay que reconocer que el momento era ahora o nunca. Resulta paradójico que sea el Partido Popular quien por razones de Estado haya apoyado a la monarquía borbónica, cuando sus líderes -sobre todo Aznar- nunca gozaron de la simpatía del Rey. En cuanto a Rubalcaba hay que reconocer su talla  política y su alta responsabilidad por el bien del país, consiguiendo apaciguar a ciertos grupos que demandaban la república ¿Se imaginan a una Carmen Chacón o a un Madina al frente del PSOE en un momento como éste? No quiero ni pensarlo.
Sorprende que la noticia haya sido anunciada por el Presidente del gobierno y no por su Majestad el Rey, ya que al tratarse de una abdicación, corresponde a la persona que abdica la comunicación, por ser una acto unipersonal e intransferible, solo comprensible, porque todo acto ejecutado por la corona ha de ser refrendado por el gobierno. Obviando las formas, el contenido  de la abdicación ha sido interpretado por las diversas fuerzas políticas de acuerdo a sus intereses  e ideología, como no  podía ser menos. A la izquierda le ha faltado tiempo para manifestarse en la calle a favor de la instauración de la III República, enarbolando la bandera tricolor. Cayo Lara ha querido pescar en río revuelto, por lo mal que le van las cosas por la competencia de partidos populistas emergentes antisistema y anticasta, a la luz del 15M. Cayo Lara olvida el papel importantísimo jugado por Santiago Carrillo y el Partido Comunista en la transición del año 75, pactando una monarquía parlamentaria como forma de Estado y sin la cual hubiera sido imposible la instauración de la democracia y la reconciliación de todos los españoles. ¿Cree la izquierda que el verdadero problema de España está en el dilema monarquía/república? Es cierto que  intelectualmente es difícil defender una monarquía hereditaria, no así una monarquía parlamentaria donde "el rey reina pero no gobierna". ¿Acaso se solucionaría el problema del paro con la instauración de la república? No nos engañemos, ese no es el problema. Lo que nuestro país necesita es estabilidad política y fe en las instituciones, para superar los difíciles momentos que vivimos, aunque sé que los escándalos, la corrupción y la impunidad de nuestra  clase dirigente, no contribuya a ello, sino a todo lo contrario. España votó y optó por una Constitución que consagraba la monarquía parlamentaria como forma de Estado, lo que hace que en nuestro país haya un régimen democrático singular, pero democrático. Por supuesto que puede ser cambiada la Constitución pero desde la legalidad, siguiendo los mecanismos que ella misma establece. No podemos establecer referéndum en cada cambio generacional. 
España posiblemente no sea monárquica, pero sí Juancarlista, debido al papel fundamental jugado por el Rey en el golpe de Estado del 23 F en defensa de la democracia y la libertad; los españoles no olvidamos aquellos trágicos días donde la corona prestó un servicio inolvidable. Tampoco olvidamos los 39 años de reinado en el que el país ha vivido el período más largo de su historia en paz, libertad y prosperidad, debido al trabajo, esfuerzo y sacrificio de los españoles, pero también de la institución monárquica.  El pueblo español ha sabido agradecer a la corona la defensa al régimen de libertades que disfrutamos, con su apoyo, admiración, aceptación y simpatía, en la persona de Don Juan Carlos, solo quebrada  en los últimos años a causa de episodios de la familia real que todos conocemos; desde este punto de vista la deuda por la transición ha sido saldada. Y, ¿Ahora qué? La transición ya ha acabado: ¿Cómo se legitimará el nuevo rey? Difícil respuesta. Para empezar, el futuro rey Felipe VI  deberá actuar con ejemplaridad y transparencia, y hacer todo lo posible por granjearse la simpatía y el apoyo de todos los españoles, como hizo su padre: preparación y talento no le faltan. Si el reto de su padre fue la transición de la dictadura a la democracia, no menos es el reto que aguarda a Don Felipe por dignificar la monarquía y crear nuevas formas de representación de acuerdo con los nuevos tiempos: Defender desde la institución la unidad de España dentro de la diversidad de sus pueblos, superar los separatismos de Vascos y Catalanes, etc. Seguro que lo conseguirá.



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