Para búsqueda, bien vale Sevilla. Aunque sea en verano a mas de 40º. No
importa el calor, ni el cobijo de una tris pensión o el mejor hotel, ¿Qué
más da? Todo sea para huir de la monotonía, el aburrimiento, el hacer
siempre lo mismo como si el reloj se hubiera parado en el tiempo, para
ver caras nuevas, rostros que digan algo distinto, para sentir que uno
está vivo porque si es difícil cambiar por dentro que al menos cambie el
paisaje por fuera. El frío conserva, aquieta y paraliza los miembros
antesala de la muerte y del reposo. El gélido frío que deja el rostro
del intrépido aventurero con la sonrisa del bienestar que causa la dama
negra entre la blancura de las cumbres, en un engaño cuya certeza no será
contrastada en este mundo. Nada mejor que un viaje, aún a sabiendas que no hay destino ni quehacer, ni qué buscar. Es la huida del pasado, la rebeldía de lo inerte, el inconformismo parasitario, ponerse en los brazos del futuro y encontrar el instante, poseerlo, abrazarlo para que no se escape..."Amor, no he sabido encontrar el momento justo pues con el frío de la noche no estaba a gusto".
El calor aviva la pasión, hace germinar y crecer las
plantas es la savia del movimiento de la vida. Sin él nada crece ni aumenta, todo disminuye. El eterno retorno de la naturaleza que nunca para porque no conoce la palabra ocio. ¿Qué hacer? Esperar que llegue la noche y perderse en las fauces de la multitud, antes que morir de soledad en la habitación 203 de una triste pensión, junto a un sauce llorón como única compañía."La noche ha sido larga y llena de emoción. Pero amanece y me apetece estar juntos los dos. Bares, qué lugares.Tan gratos para conversar. No hay como el calor del amor en un bar". Soledad, no es nombre de mujer, es la única cosa que encuentras cuando no la buscas.
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