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domingo, 6 de abril de 2014

Que no secuestren lo que somos




Nunca he sido monárquico y tampoco he tenido simpatía por la monarquía. Siempre me ha gustado la república, pese a que muchos han hecho lo posible porque la deteste. En este país por secuestrar, han secuestrado hasta la república, o sea, ese invento político que sirve para aglutinar voluntades y para vivir en común sin que nos despedacemos. A fuerza  de mostrar la bandera tricolor en sus manifestaciones (por cierto una bandera tan preconstitucional como la franquista), han logrado secuestrar  e identificar un modelo político universal tan válido, como cualquier otro, con sus reivindicaciones políticas. Muchos españoles identifican la república con la experiencia vivida en 1931, y de forma peyorativa, debido a la propaganda negativa que hizo la dictadura franquista; el tiempo, afortunadamente, va dejando las cosas en su sitio. Ninguna forma de Estado es mejor o peor que otra. ¿Qué decir del himno sin letra? ¿Por qué no podemos tener una letra que una a  izquierda y derecha, catalanes, castellanos, vascos, andaluces, canarios... ¿Por qué los únicos símbolos que nos unen han de ser conceptos abstractos, como Democracia, Constitución, Europa? ¿Por qué? ¿Monarquía o república? Pues mire Usted, depende; depende de la persona que ostente tan alta magistratura, de su capacidad, preparación, y eticidad. Depende de la estructura de Estado que se  quiera configurar y de los medios necesarios que se dispongan: Culturales, económicos e históricos. Si el modelo es parecido a los países de nuestro entorno como Francia, Alemania, Italia, Austria, bien venido sea; ahora bien, si el arquetipo es el de la República de Venezuela, Cuba o la República Centro Africana, es evidente, que no.
Aquí seguimos buscando, preguntándonos qué país queremos, cerrando un circulo que no concluye, abiertos a las aventuras más disparatadas cuya meta nadie conoce. Somos un país sin historia, desde que Felipe II prohibió que se escribiera, otros los ingleses sí que lo hicieron arrimando el ascua a su sardina. Tertulianos televisivos sí que tenemos (algunos no deberían hablar tanto, conocemos su forma de pensar antes de abrir la boca) Agoreros y gurús de la radio sin que sepamos qué intereses defienden, (si el interés general o el de su cartera particular). Y novelistas. Novelistas oportunistas que se aprovechan de los momentos en el que no se pueden rebatir sus argumentos para dar el golpe (no de Estado sino el de su cuenta corriente) El libro de Pilar Urbano, La gran desmemoria (lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar) de Editorial Planeta, es un claro ejemplo de lo que decimos. Para una vez que estamos todos orgullosos de nuestro pasado y la concordia era unánime, para una vez  en que había unanimidad en el relato fundacional de la transición, (estudiada en las facultades de políticas de las más prestigiosas universidades, como modelo de cómo pasar  de una dictadura a una democracia sin violencia y de forma civilizada),  viene esta señora y nos lo secuestra. Sí,  porque esto es un secuestro en toda regla de algo que hicimos todos, cediendo en favor del consenso y la unidad de nuestro País. Ya que en el presente tenemos muy poco de qué vanagloriarnos, al menos que nos dejen  hacerlo de nuestro pasado.



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