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martes, 26 de marzo de 2013

INSTINTO Y EROS




Cuando era niño la explicación mas profunda sobre la sexualidad me la dió mi profesor de ciencias en una pizarra del internado. Don Joaquín -que así se llamaba- se esforzaba en explicarnos las leyes de Mendel con sus arvejas verdes y amarillas, sin conseguirlo. Dónde realmente aprendí sobre estos asuntos, no fue ni en la familia ni en la escuela, sino en la pandilla de amigos del pueblo o cuando jugábamos a los papás y mamás con las niñas del barrio, aprendiendo a socializarnos: Ellas en su papel de "mujer decente", recatadas, y nosotros, en caballeros galantes y respetuosos con las damas. No comprendo como la Junta de Andalucía distribuye un folleto recomendando las mejores posturas sexuales  a niños de doce años, intentando explicar en un manual por especialistas en sexualidad, lo que el instinto y la naturaleza nos enseña, sin tener que ir a un colegio de pago o a una escuela pública. En mi tiempo aquellas cosas se aprendían observando a los animales, caballos y perros callejeros, que sin pudor, y desatendiendo las exhortaciones de la parroquia, lo hacían en plena calle, ajenos a la moral católica (cosa muy natural tratándose de animales) En nuestro pueblo, los niños aprendíamos que  a las hermanas, primas y familia había que respetarlas, y ni tocarlas. También sabíamos que los corrales de gallinas era cosa seria, de allí salían los huevos que socorrían hambrunas, o servían para hacer caja y comprar arroz y azucar; a lo más que llegábamos era a espantarlas. Según comentábamos en la pandilla, más de uno se duchaba con la foto de Marilyn Monroe, aunque ella nunca lo supo; era tal el rostro de felicidad de mi amigo, cuando nos contaba su experiencia placentera, que nadie dudaba de su aprendizaje. La verdad es que mis amigos y yo, hemos vivido una sexualidad sana, enriquecedora y placentera, pese a no ser educados por monitores de la Junta. Otra cosa era el internado; a la hora de confesar elegíamos la mayoría al confesor más viejecito, no por su experiencia, sino por su miopía, porque corría la voz que el nuevo confesor era licenciado en psicología, y solo con mirarte  las manos, descubría esos secretos inconfesables...




           "El sexo es una trampa de la naturaleza para no extinguirse"   
                                                        
                                                                   Frederic Nietzsche.



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