"Me interesa mucho el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el
resto de mi vida", -decía Woody Allen- Los españoles, por lo visto en
las recientes elecciones no piensan igual que el cineasta neoyorquino.
Es más, se han acordado del pasado y no de forma ecuánime: Han castigado
la corrupción de los partidos tradicionales (PP y PSOE), y han dado su
voto de confianza a partidos emergentes (Podemos y Ciudadanos). La
consecuencia es obvia, España hoy es ingobernable y la inestabilidad es
el denominador común. El bipartidismo ha saltado por los aires y el
tiempo de los pactos y el diálogo ha comenzado. Esto en teoría porque en
la práctica no se descarta una repetición de las elecciones en la
próxima primavera.
¿Quién ganó las elecciones? Estas
elecciones no las ha ganado nadie y las hemos perdido todos; si me
apuran, el ganador ha sido la inestabilidad, la incertidumbre, el colapso,
y la irresponsabilidad de muchos ciudadanos, que han votado más por la
inercia y el descontento que por la razón y el conocimiento. No hay una
falacia más grande en política que creer que el pueblo es sabio y nunca
se equivoca (un poco del conocimiento de la historia no vendría mal a
nadie). Han sido los ciudadanos con sus votos, los primeros responsables
de esta situación en la que nos encontramos, lo que no exime de
responsabilidad a nuestra clase política.
Ha sido el PP quien ha
ganado en escaños y en votos (123 escaños y 7.200.000 votos) pero perdiendo
a 63 diputados y casi cuatro millones de votos. Un batacazo
impresionante y una debacle sin precedentes. ¿Por qué se ha producido
tal defección? Por el gravísimo error de valorar la economía sobre
otros aspectos sociales, abandonando y descuidando las necesidades
reales de los ciudadanos, sin elaborar una pedagogía explicativa
convincente. Por los daños sufridos por los recortes sociales mal
aplicados y peor explicados. Por la falta de diálogo con la oposición y
el resto de partidos políticos para aunar esfuerzos y aplicar una política de consenso. Pero sobre todo, por la corrupción de varios de
sus dirigentes a los que el pueblo no ha perdonado, y la forma de
gestionarla y explicarla; primero, negándola, y después, reconociendo la
falta de transparencia y colaboración con la justicia. Y si bien es
cierto, que el gobierno ha desarrollado nuevas leyes anticorrupción,
éstas han llegado tarde, o no han sido suficientemente explicadas. Y por
supuesto, la política de comunicación de Mariano Rajoy, desacertada y
catastrófica (no solo de su partido sino también de su gobierno, alejada de los
problemas reales de la gente). Si a esto sumamos, la deficiente campaña
electoral del PP, y la aparición de Ciudadanos -un partido emergente-
que ha peleado por el mismo espacio ideológico de centro-derecha que el PP,
tenemos las claves de su debacle en España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario