Uno de cada tres catalanes votaron en el "butifarrendum". Un tercio
de catalanes (siendo muy benevolentes) participaron en una pantomima de
consulta en donde no hubo ni la más mínima garantía democrática. Esto
que a todas luces ha sido un fracaso, se ha vendido "urbi et orbe" como
un triunfo del independentismo de todos los catalanes, en un operativo gobernado a su manera, al margen de la ley, por los líderes independentistas. El numero de catalanes (y asimilados) llamados a votar en
el referéndum (o asimilado) por la independencia de Cataluña: 6.297.726.
El de votantes: 2.305.390, de los cuales a favor de la
independencia de Cataluña: 1.861.753. Es
decir, de los llamados a votar
lo ha hecho el 36,6% (alguno, muy comprometido y voluntarioso, hasta
tres veces)
y ha apoyado la independencia el 29,5%. 4.500.000 catalanes se han quedado en sus casas. Estos son los datos. No hay más.
Bueno, sí, metafísica lírica de unos políticos acostumbrados a engañar y
a reírse de su pueblo.
¿Cómo se ha podido llegar hasta aquí? Muchas son las razonas que
excederían este artículo, por eso me limitaré a la educación. Decía
Napoleón en el siglo XIX que "a no ser que el niño sea educado desde la infancia para ser republicano o monárquico, católico o libre-pensador, el Estado no constituirá una nación;
descansará sobre el desconcierto y sobre cimientos inestables". ¿Nos dice esto algo? Si la educación se convirtió entonces en una herramienta para consolidar el poder de los Estados y las naciones durante su nacimiento, cuanto más ha de perdurar para su conservación. La alegría de descentralizar la educación en las autonomías ha vaciado de contenido la esencia de lo que llamamos España
y su unidad (es decir, aquellas que mejor hubiesen servido para
fomentar el sentimiento de pertenencia a un proyecto común) Álvaro d’Ors
–citado por el profesor Miguel Ayuso– lo
profetizó hace mucho tiempo: "La crisis del Estado nacional, en todo el
mundo, permite conjeturar una superación de la actual estructura
estatal: ad extra, por organismos supranacionales, y a la vez, ad intra,
por autonomías regionales infranacionales. Pero, por un lado, aquellos
organismos se han evidenciado absolutamente vacíos de toda idea moral
(…); y por otro, el autonomismo se está abriendo paso a través de cauces revolucionarios siempre desintegrantes que no sirven para hacer patria,
sino sólo para deshacerla. Así, resulta todavía hoy que ese Estado
nacional llamado a desaparecer subsiste realmente como una débil reserva
de integridad moral, pero sin futuro".
Por otro lado, la
descentralización del Estado en educación, no ha conseguido lo que
pretendía, y sí adoctrinar a los niños en la diferencia inculcándoles
una ideología nacionalista excluyente. ¿Cómo se explica entonces que en
algunos patios de colegios públicos de Barcelona haya carteles que rezan "Aquí se juega en catalán" sin respetar la espontaneidad y libertad de los pequeños, como
si la actividad lúdica como proceso universal de socialización
necesitase de una determinada lengua? ¿Por qué, entonces, nos
sorprendemos de lo que está pasando en Cataluña? Se
empieza por una manipulación del lenguaje, desoyendo y desobedeciendo
las advertencias del Tribunal Supremo, a negar la capacidad de los
padres a elegir la lengua en la que quieren sean educados sus hijos, a
multar a los comercios que no rotulan en catalán, etc., y se pasa a
validar como exigencia democrática de "todo el pueblo catalán"
(tomando la parte por el todo) lo que demanda sólo un 30% de
nacionalistas secesionistas, liderados por el mesiánico Presidente de la
Generalidad Señor Mas, envuelto en la estelada, (una burda manipulación y una dejación de funciones impropia de un Presidente que debe serlo de todos los catalanes y no solo de los independentistas). Frente a él, el resto
de los 45 millones de ciudadanos españoles que han de asistir como meros
espectadores a la desmembración de una parte de su país, con la boca
cerrada y sin derecho a decidir. Ciudadanos amantes de la igualdad de
derechos, respetuosos con la ley, la Constitución y la democracia,
presentados ante la opinión pública como totalitarios, opresores y
centralistas, y liderados por un señor de Pontevedra con aspecto de
gobernardor civil. Pues no. Es el Presidente de España, elegido por mayoría absoluta por todos los españoles, y una de sus obligaciones principales es cumplir y hacer cumplir la ley y la Constitución en todo el territorio nacional (también en Cataluña), como corresponde a un Estado democrático de derecho. "Así lo expuso Rajoy (en una conferencia de prensa en TV con preguntas)
en versión libre del reciente simulacro de referéndum, en obligada
réplica a la no menos libre versión de Artur Mas. Sobre ella se empina
el president a fin de parecer más alto que su “enemigo”, el Estado, a la hora de pactar el camino hacia la segregación de Cataluña.
Y si no hay pacto, la alternativa serán las urnas que abran el camino
hacia la segregación de Cataluña. O sea, la horca o la guillotina para
Rajoy, que volvió a cometer la osadía de prestarse al diálogo y no a la
imposición.
A muchos les parecerá intolerable que el presidente del Gobierno de la Nación no eche una mano al nacionalismo en su no disimulado intento de fracturar el Estado y agitar las entrañas de la sociedad catalana, pero este servidor de ustedes constata, al amparo de las matemáticas, que no llega al 1% el número de españoles susceptibles de sufrir un ataque de contrariedad a causa de la actitud adoptada por Rajoy frente a un desafío elaborado al margen de las reglas del juego por los dirigentes nacionalistas". (...) ¿Vías políticas? Naturalmente. Las que ofrece una Constitución abierta como la nuestra. Apostar por los atajos, como una forma de torturar la ley y la democracia cuando estas no se ajustan a un programa político determinado, no puede traer más que desgracias". (Antonio Casado, El Confidecial).
!Pues ya ve, Señor Mas, no dejaremos que otros decidan por nosotros lo que nos corresponde por derecho, y no consentiremos que nuestro país quede fracturado porque unos pocos así lo quieran!
A muchos les parecerá intolerable que el presidente del Gobierno de la Nación no eche una mano al nacionalismo en su no disimulado intento de fracturar el Estado y agitar las entrañas de la sociedad catalana, pero este servidor de ustedes constata, al amparo de las matemáticas, que no llega al 1% el número de españoles susceptibles de sufrir un ataque de contrariedad a causa de la actitud adoptada por Rajoy frente a un desafío elaborado al margen de las reglas del juego por los dirigentes nacionalistas". (...) ¿Vías políticas? Naturalmente. Las que ofrece una Constitución abierta como la nuestra. Apostar por los atajos, como una forma de torturar la ley y la democracia cuando estas no se ajustan a un programa político determinado, no puede traer más que desgracias". (Antonio Casado, El Confidecial).
!Pues ya ve, Señor Mas, no dejaremos que otros decidan por nosotros lo que nos corresponde por derecho, y no consentiremos que nuestro país quede fracturado porque unos pocos así lo quieran!
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