Translate

viernes, 26 de septiembre de 2014

La "singularidad" catalana?





Aun resuenan los ecos de la dimisión del Señor Gallardón, ministro de justicia, como noticia más importante en un país donde nadie dimite, cuando volvemos a más de lo mismo, lo que Carlos Herrera llama con buen tino "pasión de catalanes". Ruego me perdonen los lectores extranjeros por hablar un día sí y otro también del problema catalán, como si no ocurriera nada en el mundo que el derecho a decidir de los catalanes. Reconozco el hartazgo de los ciudadanos y la desafección que sienten por este tema, por el exiguo número de lectores que lo siguen, como muestra evidente del poco interés que suscita. A pesar de todo, me veo en la necesidad de insistir y analizar lo que está sucediendo en Cataluña por su trascendencia e importancia para todos los españoles, y porque como ciudadano demócrata que cree en la igualdad de todos los españoles, vivan donde vivan, es mi deber aportar un poco de luz donde solo hay oscuridad.
Hay una palabra de moda en todos los medios de comunicación que suena como muy progre y moderna, es la palabra "singularidad". Se habla de la "singularidad del pueblo catalán" como si se diferenciara del resto de los españoles, en contraposición del resto. Si se entiende  como singularidad un reconocimiento de su identidad la de una región de España en su diversidad política, geográfica, cultural y lingüística, nada que objetar, tan singular como Andalucía, Galicia, Castilla o Aragón: Todos reconocemos la singularidad de cataluña recogida en su Estatuto de Autonomía. Pero la palabra "singularidad" se emplea como un eufemismo de "soberanía" y entonces por ahí no pasamos. ¿Por qué las fronteras de mi país las definen ellos? ¿Tengo algún derecho como ciudadano demócrata español a decidir en asuntos que me afectan? ¿Quiénes son ellos que deciden por mi? No; nunca un derecho puede construirse anulando otro. Aquí no se trata de un problema de la Constitución ni de su reforma. Si hay que reformarla, que se haga, para mejorar la gobernabilidad de todos los ciudadanos españoles. Pero si se trata de reformar  a la carta, para privilegiar a unas regiones en detrimento de otras, me niego en rotundo, porque cuando alguien dice ser distinto es porque se cree superior. El problema es del nacionalismo secesionista, desleal con el Estado autonómico del 78, e insaciable, que no se contenta con unos retoques constitucionales, sino que quiere la independencia. El error histórico de los partidos gobernantes (PSOE, PP) fue pactar con el nacionalismo competencias a cambio de sostenibilidad, en una espiral de subastas competenciales que han despojado al Estado central de su propia esencia. Educación, sanidad, justicia, no debieron ser transferidas a las CCAA. Sobre todo la educación, porque el nacionalismo la ha utilizado en Cataluña como instrumento de adoctrinamiento y manipulación de generaciones de jóvenes en donde lo catalán prima frente a lo nacional. El problema acaba de comenzar, porque dichas generaciones adoctrinadas en el hecho diferencial de su tierra, requiere solo tiempo para que aumente el deseo de secesión. La división de los catalanes  entre "unionistas" y "secesionistas", es un hecho, gracias a la irresponsabilidad de los político. El Estado cuenta con suficientes instrumentos  a su alcance para parar este desvarío secesionista, y lo hará: El cumplimiento de la legalidad y la acción política.  ¿Lo conseguirá? Cuestión de tiempo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario