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domingo, 23 de febrero de 2014

Enseñar también es aprender




La vida no deja de dar sorpresas. Más adelante, explicaré por qué. Haber sido profesor de filosofía es lo mejor que me ha podido pasar. Trabajar con lo más querido y noble de la sociedad, los jóvenes, es un regalo de la Providencia, los dioses o del destino. Hacerlo con vocación, es el no va más. Los seres humanos, somos tan torpes, que valoramos las cosas solo cuándo las perdemos. Estar durante los últimos años de profesión, esperando la jubilación con ansiedad e impaciencia, -más por circunstancias sociales que por hartazgo-  demuestra lo poco inteligente que se es a la hora de valorar los momentos y oportunidades de la carrera docente. Ahora, cuándo disfruto de mi jubilación, no llego a entender del todo, las quejas de mis colegas que siguen en el tajo desanimados y sin motivación. Cuando digo del todo, es porque encuentro razones que avalan este desaliento. Hoy las condiciones laborales, los medios, la ratio etc, no son los mismos que hace unos años. La administración educativa, se encarga de eliminar la ilusión de los docentes, mediante la burocracia, las condiciones laborales y salariales, la poca valoración social de su profesión, la indefensión etc. Tienen razones objetivas para el desaliento.
Sin embargo, no todo es negativo. Nuestra profesión tiene un plus de valoración que va más allá del salario y las condiciones laborales. ¿Hay mayor placer que encontrar un alumno -después  de muchos años- que con solo su mirada se alegre de verte y recuerde tus clases? ¿Que recuerde aquellos debates apasionantes por descubrir el mundo y transformarlo a la luz de los pensadores más importantes del pensamiento? ¿Hay mejor "salario" que el convencimiento de haber cumplido con tu deber de la mejor forma posible? Yo les digo, que no. Enseñar a los jóvenes a pensar por sí mismos, descubrir la historia del pensamiento, ayudar a forjar una personalidad crítica con la realidad social y política, descubrir el valor de la palabra, de las preguntas más que las respuestas, atreverse a cuestionar lo que somos, crear una conciencia humanista basada en principios ético-morales de solidaridad, tolerancia y respeto: Es objetivo fundamental de la filosofía, aunque no exclusivamente de ella. Se trata de alentar, dirigir, motivar, y dar lo mejor de ti a los alumnos, para que por sí mismos vayan descubriendo su compromiso y su vocación en la sociedad. De ayudarles a ser buenas personas, eficaces profesionales, ciudadanos solidarios. Estos lo devolverán luego con creces, porque enseñar también es aprender. ¿Alguien puede pensar lo contrario? Hoy son adultos con cargos de responsabilidad y suerte desigual. De ellos sigo aprendiendo, escuchando en silencio sus experiencias, inquietudes, y preocupaciones. ¿Hay mejor trabajo que ser sembrador de ilusiones y forjador de hombres? La historia nos legó un acervo cultural que no podemos guardar para nosotros: es necesario transmitirlo. Son semillas de proyectos, que no hemos elegido, sino que el destino nos lo ha puesto en nuestras manos, para esparcirlas. Hemos sembrado con ilusión y esperanza. Ahora es tiempo de esperar. Seguro que unas germinarán y darán su fruto, porque cayeron en riveras de caminos de tierra húmeda; otras, no habrán tenido esa suerte, y lucharán para crecer en terreno seco, duro y pedregoso, entre espinos, malas hierbas y asfalto...Encontrarán la luz del sol y el aire de la vida como meta de su esfuerzo. Pronto llegará la primavera; los almendros en flor así lo anuncian...



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