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lunes, 10 de febrero de 2014

Heridas abiertas





Hoy he paseado por el vientre de la ciudad. Por sus calles, plazuelas, y avenidas. En sus entrañas quedan vestigios de una crisis que se instaló para nunca irse: Comercios cerrados, salas de cine otrora resplandecientes por sus luces y carteleras, ahora sucias y mugrientas; papeles pegados en sus fachadas, movidos por el viento, de academias, pintores, transportistas, -ofreciendo sus servicios- son el único ruido que llama la atención. Hasta kevin Costner aparece con media cara rota, en "Bailando con Lobos", en una cartelera de vidrios rotos. Farolas que alumbran por la noche, para transmutarse durante el día en columnas trajanas con pegatinas de anuncios improvisados, reclamando oportunidades a parados y desocupados. Es el vómito amargo de la crisis, después de una mala digestión sin saber digerir un mal atracón. Es la diáspora de los glóbulos que oxigenaban, alimentaban y revitalizaban el tejido social del centro de la ciudad, hacia la periferia. Es la herida abierta que sangra ¿De quién es la culpa? Locales vacíos de bares, restaurantes, zapaterías, floristerías, ultramarinos, son testigos harapientos  de un lejano ayer. Detrás de todo, vidas de gente, frustradas, apaleadas, rotas... Todo ha pasado del esplendor y el orden, al desorden, al caos. Son restos y desechos de una época pasada que nunca volverá; retratos de lo que fuimos y ya no somos. Media ciudad está en venta y la otra media, mal vive a duras penas. La ciudad se ha alterado. No sólo se ha cerrado el negocio, también las relaciones humanas, el contacto cercano, la preocupación por el otro, el calor de lo próximo. 
La gente deambula por las calles, aterida de frío, intentando subir la cuesta de febrero una vez superada la de enero. Cuesta arriba, no cuesta abajo, como la iniciada por la hija del rey en su representación tan "preparada y aseada" en los juzgados de Palma. Sus rostros ocultos entre bufandas, gorros y pasamontañas, "tampoco saben", "no les consta", "desconocen" de verdad de donde vienen estas plagas que azotan sus vidas. No como la séptima sucesora del trono de España, cuya mano izquierda no conoce lo que hace su mano derecha. Yo me pregunto: !Nunca una heredera de la monarquía, ha requerido tanto nivel de coeficiente intelectual! Dos carreras universitarias y su trabajo en la Caixa, no son suficientes para ser precavida y firmar documentos sin leer. A ver si el trabajo de Dª Cristina era de mantenimiento del edificio y no de despacho, lo que demostraría nuestra ignorancia.


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