Translate

martes, 2 de julio de 2013

Lo importante es escribir




Recuerdos a mi profesor de literatura, en los primeros años de universidad. Como, bajo la tutela  de La Regenta de Leopoldo Alas Clarín y de Tiempo de Silencio de Martín Santos, aquel hombre se afanaba por convertirnos en excelentes escritores, tal vez  buscando en  su vocación de docente lo que nunca había llegado a ser como escritor afamado. Su fracaso como novelista, lo enmendaba en el aula en cada palabra que pronunciaba y en la dicción que empleaba. Ni yo, ni ninguno de mis compañeros hemos llegado lejos en el maravilloso arte de hilvanar palabras con sentido literario. Unos abandonaron la universidad y otros nos dedicamos a la filosofía, la geografía o la historia, pero no a la literatura. Contrastaba el orden  en la explicación de aquellas  obras literarias, la descripción meticulosa  de los caracteres psicológicos de los personajes, circunstancias y ambientes, con la anarquía creativa a la hora de ser escritor. Nos aconsejaba que diéramos rienda suelta a nuestra imaginación, y que nunca escribiéramos obligados por nadie, sino por nosotros mismos. Que no descuidáramos el estilo, pero tampoco preocuparse demasiado de él. Por ello, siempre he creído en el espíritu libre y creativo, en el contenido más que en las formas, sin que haya ataduras o cortapisas que impidan el brote verde primerizo. Algo tan instintivo o espontáneo como los primeros amores o conquistas de juventud, que cuanto menos se preparaban mejor terminaban, hasta el punto, que uno no sabía si aquello acontecía por la ignorancia propia sobre la mujer, o por lo difícil que eran, o por ambas. Sea por lo que sea, siempre me ha gustado la improvisación creadora, aún a costa de descuidar el estilo. Lo importante es comunicar, decir lo que uno siente y conectar con los otros, no por obligación sino por necesidad querida. Dejarse llevar por intuiciones, sin obligaciones, ni tiempos, ni temas, ni el propio estilo -éste,  ya aparecerá-. Algo así como agua libre de manantial que corre entre peñas, sin importarle el camino ni el destino. A mi querido profesor de literatura -allá donde esté- le debo mi vocación de aprendiz de escritor. Otra cosa es la cara que pondrá cuando lea lo que escribo. Conociéndolo...


No hay comentarios:

Publicar un comentario