Translate

domingo, 30 de junio de 2013

Parvas al sol




                                                               La trilla parte la espiga,
                                                               al aire el bieldo voló,
                                                               se aventa en la era el trigo,
                                                               la haza, yerma, quedó.


Julio es el mes de la parva, el mes de las eras, el mes de la mies. La tierra cambia su vestido verde florido de mayo por el amarillo-ocre del estío. Campos dorados mecidos por el viento soñoliento del verano, espigas encorvadas en sus tallos por el peso de los granos, luchan frenéticas por alcanzar el sol y lucir su talle cimbreante. Es tiempo de siega, de recoger lo sembrado, de recolectar  lo trabajado. Al apuntar el día, cuadrillas de segadores con sombrero de paja, armados de hoces y dediles, se aprestan a cortar la mies lo más bajo posible, dejando el rastrojo a ras de tierra. Una brecha se abre en el mar dorado de las espigas granadas y gavillas de mieses apiladas entre surcos, aguardan ser transportadas por arrieros a la era. Las eras "El Cerrillo", "San Marcos", "Las Postreras" o "Las de Enmedio", se convierten en protagonistas obligadas de faena, de arrieros, haces, parvas, horcas, botijos y niños. Reparadas por el deterioro del invierno, aguardan la llegada de los trillos con sus cuchillas afiladas, mordiendo la mies hasta doblegar su cerviz. Entre el canto de la chicharra, los chasquidos del látigo y el suave corte del trillo, pasa el día, no sin antes darle vueltas a la parva con la horca, una y otra vez, para que el corte sea uniforme. Después de rotar y rotar sin rumbo definido, a esperar el viento propicio de levante para aventar y separar el trigo de la paja. Otro año menos de hambre. Con el aceite en las tinajas, el trigo en el granero, y el cerdo en las porquerizas, las necesidades están cubiertas. Por eso la chiquillería muestra su alegría jugando al marro en la plaza entre botijos y algún que otro bocadillo de pan, aceite y azúcar, que sabe a gloria; conscientes, que aquella harina con que hacen el pan, es el fruto del sudor, trabajo, y constancia, de un pueblo y sus gentes, en briega perenne  contra la adversidad, la escasez, y los imprevistos del campo, en armonía con su madre tierra. Aquellos eran otros tiempos... sujetos a las horas del reloj de la iglesia, esperando en la puerta de la casa un nuevo amanecer para subir a la era, los jornaleros, dejan pasar el tiempo lentamente, sabiendo que lo que ocurra mañana ya ocurrió ayer.



La Siega

El sol despunta en la mañana ardiente,
y los brazos jornaleros se abren como afluentes,
por el sudor que corre por sus frentes,
ante una llanura inmensa de espigas salientes.

Son hoces movidas por hambre acumulada,
al cambio de un salario mísero subsistente,
en cuadrillas famélicas de hombres organizadas,
alimentadas  por gachas coloradas con botijo caliente.

Un mar de espigas amarillas degolladas por la hoz,
yacen hacinadas en islas diseminadas,
en el haza apaciguada después de la batalla feroz.

Rastrojos silentes muestran la calva de la tierra,
que espera paciente ser movida entre surcos,
para ser fecundada de nuevo hasta la sementera.


                     Antonio González

No hay comentarios:

Publicar un comentario