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martes, 23 de julio de 2013

Una Cigüeña Despistada




Recuerdo cuando era niño, las cigüeñas pintadas en mi enciclopedia, porque era el único sitio donde podían ser contempladas, ya que en mi pueblo no anidaban, ya fuera porque la Iglesia no tenía torre o por su situación geográfica alejado de las vías migratorias. Los niños venían de París envueltos y atados en aquellos picos largos y fuertes de las cigüeñas. Ya era mala suerte la mía, no verlas  volar por el cielo, después de largos días de observación y dejar sus encargos por el hueco de la chimenea. Tradicionalmente, hablar de aquellos temas, era tabú. La religión -tampoco ayudaba- presentaba el sexo como una flaqueza, incluso como una bajeza moral. Yo jamás me tragué aquel cuento de la cigüeña y menos que de Francia pudiese venir algo bueno, después de la Guerra de la Independencia y lo que nos costó expulsarlos de nuestro país.
Hoy, las cigüeñas siguen haciendo de las suyas; vean si no. Herminia, una niña preciosa congoleña, apareció abandonada en las letrinas de un campo de desplazados, a los pocos días de nacer, junto a Jean, cuya madre lo dejó tirado en una calle de la ciudad porque nació con una minusvalía o Joseph, huérfano en el paritorio y abandonado por su padre. Todos afortunadamente acogidos por el Centro Don Bosco en Goma (Congo) dirigido por los Salesianos. Niños que no serán pasto de las balas y las luchas fratricidas; niños que tendrán un futuro, que podrán sonreír y no pasar hambre, eso sí,  más incierto que el hijo de Guillermo y Catalina Middleton, tercero en la línea de sucesión, por detrás de su abuelo el príncipe Carlos y su padre el Príncipe Guillermo. El niño nació a las 16.24 horas de este lunes (17.24 en España), al cabo de diez horas y media del ingreso de la Duquesa de Cambridge en el hospital. El bebé pesó ocho libras y seis onzas, unos 3,7 kilos. Se encuentra con buena salud, igual que la madre, aunque como medida precautoria pasará la noche en el hospital. 
Hay criaturas que al nacer ya arrastran una condena, y otras, traen un pan debajo el brazo. La "Moira" o Destino, siempre caprichoso, sorteando el azar.  Algo irracional e incomprensible para la razón humana, pese a los intentos de Leibniz y su "armonía preestablecida" en un intento de salvar la idea de totalidad sin sacrificar la sustancia individual. Pero, ¿lo consigue? Es indudablemente cierto el principio de autonomía e independencia de las mónadas, cuya actividad es producto de una autoenergía, sin sacrificar la libertad individual. Pero también es cierto que hay una "armonía preestablecida" y una "razón suficiente" de todo lo que ocurre en el mundo. Y, por aquí, sí que podría venir un grave obstáculo a la libertad, porque el desenvolvimiento de esa autoenergía, podría tener un "telos" (fin) determinado a priori por las exigencias de la razón. ¿Cabe la libertad y la responsabilidad en los humanos si todo está atado y bien atado por el "fatun"? Si todo está trazado,  nos queda, aceptar el destino  o creer  en alguna cigüeña despistada que deja al recién nacido no en un paritorio (con salvas de cañón), sino en una letrina donde sólo hay heces.



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