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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Los Referéndum los carga el diablo






Los referéndum los carga el diablo y si no que se lo pregunten a Cameron sobre el Brexit, o al primer ministro Italiano Matteo Renzi, dándose un tiro en el pie. No creo en los referéndum y pienso que son vestigio de otras épocas que hay que desterrar de nuestra realidad política. Contrario a lo que muchos puedan pensar, es lo más anacrónico, ineficaz,  y reduccionista, que existe. Estos son los argumentos que planteo más como reflexiones personales que como elementos persuasivos.
Los referéndum son la expresión más genuina de los populismos. Consultar al pueblo directamente sobre cuestiones de compleja comprensión jurídica o técnica, sobre cambios de textos constitucionales y ponerlo en manos de gente inexperta -yo el primero- susceptibles de ser manipulados por intereses partidistas, me parece de una irresponsabilidad que no tiene nombre. La democracia no puede ser directa ni descansar en lo que abstractamente llamamos el pueblo. Más bien pensamos que debe desarrollarse por personas preparadas, legítimamente elegidas por sus cualidades personales y profesionales que le hacen idóneas para desempeñar con honradez y eficacia la alta responsabilidad de servicio que se le supone a la acción política. Es mucho más democrático discutir, elaborar y ejecutar las leyes en el parlamento mediante una democracia representativa que en una democracia directa. Es preferible delegar en políticos profesionales elegidos mediante el voto en las urnas para que  asesorados por expertos  de todas las categorías elaboren los cambios necesarios que necesita el país, de acuerdo con mayorías inequívocamente representativas. Es un grave error pensar que los pueblos son sabios y que nunca se equivocan. A las masas se les dirige y se les adoctrina a veces con más facilidad que a los individuos. Los pueblos se equivocan  y las consecuencias de sus equivocaciones las pagan las generaciones posteriores. La historia está llena de ejemplos que por obvios y sabidos omitimos aquí. La carta magna y toda la arquitectura jurídica del Estado de Derecho, como obra humana, siempre es susceptible  de ser perfeccionable cuando los tiempos lo requieran. Aquí muchos quieren reformar la Constitución; el problema es saber "el qué", "el por qué", "el cuándo", "el cómo", y "el para qué". De los cinco el más importante es el primero, o tener muy claro el objetivo que se quiere conseguir. Todo lo demás, huelga.



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