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miércoles, 21 de diciembre de 2016

La Navidad: Un tiempo para compartir







Al final del año llega la navidad. Así sucede año tras año, según determina el calendario litúrgico religioso y la tradición recibida de nuestros padres. El tiempo, visto desde una posición histórico-cultural es lineal; tiene un comienzo y tendrá un final. El tiempo es una línea homogénea lanzada en un espacio infinito. Nadie conoce el cuándo y el cómo de ese final. Entretanto: ¿Qué hacer con nuestro tiempo? Lo llenamos de eso que llamamos "acontecer"; lo referimos a hechos y cosas que se suceden en el tiempo y las situamos en el espacio, que resaltan de forma significativa,  en la monotonía de eso que llamamos duración-tiempo. Eso lo hace la cultura un producto formidable de la creación reflexiva del hombre, que le permite a éste interaccionar con el medio, al que llamamos naturaleza, para entenderlo y transformarlo y poder así satisfacer sus necesidades más acuciantes. Cosmología y Religión, son productos de la cultura humana (como resultado de los avances científicos, la primera, y como búsqueda del sentido o de lo trascendente, la segunda, independientemente del significado salvífico-religioso que pueda tener  para los creyentes) Ambas -cosmología y religión-  interactúan mutuamente para la creación de eso que llamamos calendario. Son las estaciones, consecuencia de la posición de nuestro planeta tierra, quienes determinan nuestro tiempo, (tanto físico como cultural) y la liturgia de la iglesia romana quien históricamente lo llena de contenido y significación con el nacimiento de Cristo en el mundo. 
La navidad es el tiempo que consagramos a celebrar estos acontecimientos tan importantes para millones de creyentes. Celebramos algo inefable e inexplicable que aconteció hace más de dos mil años en Belén cuya trascendencia  ha marcado el devenir histórico de la humanidad. ¿Un mito? ¿Un relato de extraordinaria ternura? ¿Un cuento que manifiesta el anhelo del hombre por ser querido y reconocido? ¿Un deseo inmenso por vivir la paz y en paz? Sea lo que sea para cada cual, los valores que transmite de paz, amor, solidaridad, la belleza, la piedad, el afecto, la hermandad, el altruismo, etc., son incuestionables y necesarios, para una humanidad insegura que no sabe muy bien hacia dónde dirigir sus pasos, y solventar sus grandes problemas. Una paz que algunos nos quieren quitar poseídos por el fanatismo, la intolerancia y la sin razón. Por eso, la celebración y el recuerdo de estos valores, es la autoafirmación de lo que somos y lo que queremos ser; no dejemos que nos los quiten o secuestren. Tampoco debemos olvidar el consumo, los regalos y las celebraciones (que de pan también vive el hombre). No están nada mal, siempre que lo hagamos con moderación y solidaridad.
Con independencia de las creencias religiosas de cada uno, la navidad ha transcendido los límites de la religión para convertirse en una fiesta social universal, con raigambre fuertemente familiar y por tanto afectiva. En nuestro contexto socio-cultural, la consideramos una fiesta donde las familias y los amigos nos reunimos para desearnos paz, salud, y prosperidad. Estrechando si cabe con más fuerza, esos vínculos afectivos con aquellos que tenemos la suerte de convivir y compartir nuestras vidas, en el momento actual y no en otro, puesto que todo lo que nos rodea es impredecible y contingente. Es una parada en el camino trepidante de la vida para confirmar nuestro amor y entrega a los que conviven con nosotros, para hacérselo saber con gestos, palabras, y hechos. Y aunque esto hay que hacerlo todos los días del año, el trabajo, las preocupaciones diarias y la rutina ocupan nuestro tiempo, distrayendo nuestra atención en lo accesorio y no en lo importante. También es tiempo de celebrar con nuestros amigos, (aquellos que ahora están aquí pero no lo estarán siempre, formando parte de lo que somos); así lo dice el villancico: -"La noche buena se viene la noche buena se va y nosotros nos iremos y no volveremos más". Y todo ¿Para qué? pues para remar juntos en la misma dirección, y llenar la travesía de la vida con su grata compañía en lo bueno y en lo malo. Por eso, me dirijo a vosotros, mis amigos, para desearos lo mismo que deseo para mi propia familia : Amor, paz, salud y prosperidad..., y seguir disfrutando de vuestra grata compañía. !Feliz Navidad!



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