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martes, 10 de mayo de 2016

Catástrofes Naturales





Naturaleza herida 

No sabe el sol por qué calienta,
ni el viento por qué mueve las arenas;
no sabe la lluvia por qué nutre,
a lagos, ríos y albercas.
Desconoce la nieve su poder,
sus avalanchas, su fuerza, su preñez.
El mismo huracán devastador,
que destruye sin preguntas, ni compasión,
es la brisa que se torna apacible,
en tardes de calor abrasador.
El Volcán con su bramido fiero,
vomita lenguas de fuego,
habla desde el trono de su cielo,
mezclando cielo, tierra e infierno,
para quien quiera entenderlo.
La naturaleza está en celo,
ajena a nuestras cuitas y desvelos,
sigue un proceso ciego, determinista,
que nadie logra entenderlo.
La naturaleza, grita, protesta,
habla un lenguaje encriptado,
desata su furia ciega,
de sabios es descifrarlo.
Sabemos por qué suceden los hechos,
los rotulamos: Destino, azar, o desatino,
voluntad de dioses, providencia,
o porque Dios lo ha querido.
No. No podemos engañarnos,
ni tampoco evitarlo,
rezándole a nuestro Dios,
cruzados así de brazos.
¿Debemos aceptar el determinismo
natural?
Son soluciones, no milagros y razones,
las que en nuestras manos están;
aunque solo escucho llanto,
preguntas, -muchas preguntas-,
desazones, y desencanto.


      antonio gonzález



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